Actualidad

El largo tránsito de las denuncias contra sacerdotes

Imagen principal
Agencia Uno
POR Eduardo Olivares |

La Iglesia ha cambiado sus reacciones ante las denuncias. El caso Karadima cerró una fase negacionista y abrió la actual etapa.

Francisco José Cox fue el primero. Tras él vendrían otros: casi ochenta sacerdotes acusados por abusos sexuales en Chile. En 2002 se desencadenó todo. La prensa venía denunciando a Cox, obispo de La Serena e integrante de la Congregación de Schoenstatt, por abusos sexuales contra niños y jóvenes. Ante eso, la respuesta de la Iglesia fue rápida: exiliarlo en un monasterio alemán. Cox no llegó a comparecer ante la justicia.

Más mediática fue la primera condena civil contra un sacerdote, José Andrés Aguirre Ovalle, más conocido como el “cura Tato”. Fue condenado en 2003 a 12 años de cárcel por nueve casos de abuso sexual y uno de estupro. Los abusos de Aguirre empezaron en 1984, pero solo diez años después el Arzobispado, como sanción, lo envió a Costa Rica y Honduras. Aguirre dejó embarazada a una niña de 15 años y, cuando regresó a Chile en 1998, abusó de dos hermanas de 11 y 14 años. Aunque nunca negó los hechos, Aguirre no consideraba reprochable los abusos sexuales a menores de edad.

En 2011, Ricardo Muñoz Quintero, quien fuera párroco de Melipilla, fue condenado a 10 años de prisión por la explotación sexual de varias niñas y adolescentes (entre ellas, una de sus hijas) y almacenamiento de pornografía infantil. También se puede mencionar la condena de cuatro años con libertad vigilada en 2014 a John O’Reilly (de los Legionarios de Cristo) o la investigación que la Fiscalía lleva actualmente contra la Congregación de los Hermanos Maristas (que involucra a seis maristas, dos de ellos ya fallecidos).

El antes y después de Karadima

Mientras el sacerdote Fernando Karadima era considerado como un ejemplo de rectitud para la Iglesia chilena, en su pieza de la Parroquia El Bosque realizaba actos abusivos a seminaristas como Juan Carlos Cruz. “Es la mayor vergüenza que todavía no me puedo explicar. No entiendo cómo me pervertía y me anulaba y eso me da rabia hasta hoy. Me chantajeaba y extorsionaba con cosas que sabía de mí, entonces creo que eso jugaba en contra mío y transaba”, declaró a CIPER en 2012. Cruz relató que durante esa época vivía tan abrumado que pensó en suicidarse.

James Hamilton describió los abusos que sufrió desde los 17 años. En una charla para el programa “Inspiradores”, de Chilevisión explicó cómo el daño que sufrió no fue solo sicológico, sino también corporal: “Hay un cambio orgánico que hasta el día de hoy me persigue. Yo en las noches me asfixio y no puedo dormir. Se me cierra la garganta y no me entra el aire”, dijo frente a las cámaras, agarrándose el cuello. “La única manera de resolverlo fue usar un equipo que se llama Cpap, que me mete aire a presión en la noche. Esto porque no era capaz de decir lo que me pasaba. Yo lo interpreté: ‘tengo atragantada mi vida’”.

Quien primero rompió el silencio fue el seminarista Juan Andrés Murillo: en 2003 denunció ante el Arzobipado de Santiago que al momento de la confesión el sacerdote había intentado abusar de él. En 2010, junto con otras cuatro víctimas —incluyendo a Cruz y a Hamilton—, contó su testimonio para “Informe Especial”, de TVN, hecho clave para destapar el caso frente a la opinión pública. “Yo sufrí acoso sexual e intentos de abuso sexual por parte del padre Fernando Karadima entre los 18 y 20 años”, dijo. “En una oportunidad, mientras conversábamos de mis dudas vocacionales, intentó manosearme y trató de masturbarme. Yo me quedé helado. Se produjo un forcejeo, me puse a llorar y salí de su habitación”.

Dar su testimonio tuvo un alto costo para las víctimas. James Hamilton, médico, sufrió personalmente los efectos de las redes de poder que rodean a sacerdotes como Fernando Karadima. Cuando se encontraba en el proceso de denunciar los abusos que habían sufrido él y otras víctimas de Karadima, fue despedido de su trabajo, sus amistades lo aislaron y su informe siquiátrico se filtró a la prensa.

Fernando Karadima enfrentó a la justicia civil, pero fue sobreseído. Sin embargo, su condena por abusos sexuales provino de la justicia canónica, que lo sentenció al retiro a una vida de oración y penitencia.

Crédito de la imagen: Agencia Uno (archivo)

En 2011 Fernando Karadima fue declarado culpable de abusos sexuales por el Vaticano. La trama de abusos sexuales, manipulación psicológica, abuso de poder y condena social a los denunciantes fue tan potente que se publicó un libro con la investigación sobre el tema (Karadima: el señor de los infiernos, de la periodista María Olivia Monckeberg) y una película (El Bosque de Karadima, de Matías Lira). El cine, de hecho, ha reflejado en Chile y el mundo el impacto de las denuncias en contra de la Iglesia.

La Tercera estima que 45 religiosos católicos han sido condenados por la justicia o por el Vaticano desde 2002, 34 por abusos sexuales contra niñas, niños o adolescentes. A esto se suman 11 causas pendientes, seis cerradas por traslado o fallecimiento del denunciado y 18 casos sobreseídos por falta de pruebas o prescripción del delito. Es decir, en Chile se habría denunciado a 80 religiosos.

Durante la visita del Papa Francisco a Chile, en enero de 2018, el obispo de Osorno, Juan Barros (en primer plano en la foto), participó activamente en las ceremonias eclasiásticas.

Crédito de la imagen: Agencia Uno

Sin embargo, aquí no se incluye a sacerdotes denunciados por otras faltas o delitos, como los párrocos cercanos a Karadima y que habrían actuado como encubridores: Juan Esteban Morales (condenado por el Vaticano por “abuso de poder”) y el obispo de Osorno, Juan Barros Madrid. El obispo de Linares, Tomislav Koljatic, fue formado por Karadima.

Las primeras denuncias

El estadounidense Phil Saviano fue uno de los primeros en denunciar abiertamente los abusos sexuales hacia niños y niñas por parte de sacerdotes católicos en Massachusetts (caso que inspiró la película Spotlight, de 2015).

Tampoco se pueden obviar las numerosas denuncias en Irlanda y en Australia. Un informe de más de 2.500 páginas encomendado por el gobierno irlandés y que investigó desde 1914 hasta principios del siglo XXI demostró en 2009 que las autoridades religiosas sabían que los abusos sexuales eran un problema persistente. Y su respuesta era simplemente transferir al sacerdote a otro lugar.

En Australia, el gobierno encargó a una comisión investigar los incidentes ocurridos desde inicios del siglo XX. Los comisionados escucharon relatos de 8.000 “sobrevivientes”, como fueron llamados, y leyeron los testimonios escritos de mil. “El mayor número de supuestos abusados y de niños abusados ocurrió en instituciones católicas”, dice una de las conclusiones más tajantes del informe de la entidad investigadora australiana.

La prensa estadounidense develó no solo la trama de abusos por parte de sacerdotes y obispos, sino también las gestiones de la Iglesia para silenciar los hechos: trasladaban a los pederastas de diócesis y pagaban indemnizaciones a las víctimas para evitar juicios civiles. El informe John Jay, del año 2004, encontró acusaciones contra casi 4.400 sacerdotes estadounidenses en 50 años, lo que representaba al 4% del clero en ese país.

Las primeras denuncias públicas llegaron al Vaticano durante el largo papado de Juan Pablo II, cuando el cardenal alemán Joseph Ratzinger era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 1997, a través de una carta, ocho exseminaristas denunciaron ante el Vaticano los abusos del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Sin embargo, estos casos fueron archivados y Ratzinger no tomó acciones sino hasta después del fallecimiento de Juan Pablo II en 2005, tras lo cual el alemán fue nombrado Papa. En 2006, se “invitó” a Maciel “a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público”. El Vaticano no quería que “los aspectos dudosos y discutibles” de Maciel pesaran sobre los Legionarios.

Aun así, en 2010 el Papa Benedicto XVI pidió perdón a las víctimas de abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia y ordenó públicamente “tolerancia cero” a la pederastia y otros delitos que sean sancionados por la justicia.

En 2013, sin embargo, Benedicto XVI renunció a su cargo. En marzo de ese año fue electo como Sumo Pontífice el argentino Jorge María Bergoglio, Papa Francisco, quien desde entonces ha tenido que enfrentar la tarea de conducir la Iglesia en crisis. Su reciente carta a los obispos chilenos, en que pide perdón por sus equivocaciones de valoración de los abusos en Chile, marca un hito en la historia reciente del Vaticano.