Auth y la apuesta por el “reformismo orgulloso”
“Emergerá una fuerza de centroizquierda menos acomplejada frente al Frente Amplio y al Partido Comunista”, augura el diputado.
“Es cierto que uno tiende a pensar que la derecha naufragó por su falta de sintonía con una sociedad que iba en otra dirección, pero, si uno lo mira bien, Bachelet es un fenómeno de encuestas”, dice Pepe Auth, diputado, ex PPD, hoy sin partido aunque alojado en la bancada radical.
Ya no está en un partido, pero respira política partidista. Sus opiniones son respetadas entre sus pares, pues tiene ese peculiar talento de la lectura aguda sobre fenómenos electorales. Sus reportes sobre cómo vendrán los comicios (presidenciales, legislativos, comunales) saltan como tecla grave y él, asumido en ese otro papel de analista y actor de lo que observa, dice convencido: “Bachelet es un fenómeno de encuestas, pero no es un fenómeno electoral”.
¿Cómo así?
“Si miras las frías cifras, Michelle Bachelet el 2005 sacó el peor resultado en primera vuelta hasta entonces obtenido, peor que el de Ricardo Lagos, que fue una elección súper peleada. Entonces, no es tan claro de que sea un fenómeno. Bachelet siempre ha sido más querida que votada. Y en la elección del 2014, desde el punto del porcentaje le fue bien, pero desde el punto de vista de los electores tampoco le fue muy bien. Michelle Bachelet aumentó un poco más de 300 mil votos en la segunda vuelta y Evelyn Matthei creció 400 mil y tantos. Matthei creció más de lo que creció Bachelet en segunda vuelta, entonces no hubo un espaldarazo masivo a su instalación como presidenta. Hubo un error de lectura y yo lo dije en su momento y lo vuelvo a decir ahora a propósito de Piñera, no hubo un viraje a la izquierda de la sociedad, como se pensó , y por lo tanto no correspondía un viraje a la izquierda de la política so pena de perder sintonía y de patinar, como ahora tampoco hay un viraje a la derecha y por eso que Piñera se ha demorado tanto en entrar”.
¿Qué le permite decir que no hay un viraje a la derecha?
“No ha habido viraje a la derecha porque simultáneamente al resultado presidencial hubo una elección parlamentaria, y en esa elección la derecha sacó 38% de los votos. Un 38% de los votos no es una cosa que te permita decir que hubo un viraje, no es la mitad del electorado. Se produjo una dispersión de la votación y la oposición al gobierno de la Nueva Mayoría se dividió entre el Frente Amplio (FA) y la derecha. Además, (Alejandro) Guiller cometió un rosario de equivocaciones durante la campaña”.
El problema de los ex
¿Por cuánto tiempo más tendremos que seguir hablando de ex Nueva Mayoría?
“Me carga que a uno lo definan por su condición de ex: exmarido, exesposa, examante, pero es una manera de simplificar la comprensión de todas las fuerzas que participaron en el gobierno anterior. Bajo la categoría de oposición hoy hay que incorporar un factor nuevo, que es el Frente Amplio. Si no hubiese cambiado el sistema binominal, probablemente nos llamaríamos oposición y nadie se haría problema con eso. No obstante, creo que pasará que un buen tramo de este gobierno antes de que se configuren alianzas nuevas”.
¿O sea usted vislumbra un escenario complicado para que se rearticule el ex conglomerado?
“No necesariamente difícil, pero ahora veo a todos los partidos de la ex Nueva Mayoría afirmando sus propias identidades y es natural y conveniente que así sea. La participación en un gobierno común homologa a las fuerzas políticas que participan en él”.
Resulta poco conveniente diferenciarse mucho, porque lo que se requiere es un bloque compacto que respalde la acción del gobierno, ¿o no?
“Lógico. Las diferencias, en general, son transversales. Por ejemplo, los polos de discusión al interior del gobierno de Michelle Bachelet no eran de un partido contra otro. Así, en materias como la reforma educacional, las puntas no fueron Ignacio Walker (DC) y Camila Vallejo (PC), sino que Walker y Yasna Provoste, ambos de la Democracia Cristiana”.
Una vez finalizada la primera administración Piñera, la derecha logró rearticularse con mediana rapidez. Por el momento no se observa un ambiente muy favorable a consensos en la ex Nueva Mayoría.
“Primero, la derecha representaba una misma coalición. La coalición Nueva Mayoría era un nuevo conglomerado que por primera vez había sumado al PC. Segundo, la Nueva Mayoría fue desde siempre muy resistida por algunos de sus integrantes”.
¿Fue esta tensión interna la que socavó finalmente el tremendo liderazgo que tenía el conglomerado a comienzos del segundo gobierno de Michelle Bachelet?
“Soy de la tesis de que fue la lectura equivocada del triunfo presidencial de Bachelet lo que hizo que no hubiera sucesión y que la experiencia Nueva Mayoría fuera corta. El triunfo presidencial se interpretó como una victoria abultada, pero si lo miramos bien nos damos cuenta de que Michelle Bachelet consiguió, descontando el segundo intento de Frei, el peor resultado presidencial en primera vuelta. Luego, protagonizó una segunda vuelta con la menor cantidad de votos de la historia de las segundas vueltas: votó un millón de personas menos que en la primera ronda, eso revela el grado de adhesión y entusiasmo que había. Pero nosotros leímos el 63% que obtuvo la presidenta en segunda vuelta como un espaldarazo masivo de la sociedad al programa de cambios que ella representaba. Las cifras, sin embargo, no decían eso y por lo tanto había que construir legitimidad y apoyo social para el programa. Sin embargo, como teníamos el apoyo parlamentario y teníamos la “leyenda” de que existía un respaldo popular mayoritario no hicimos eso que era fundamental”.
El “Trafalgar” de Bachelet
¿Cuál fue la primera estocada para el naufragio final?
“La manera en que se lleva la reforma educacional fue el Trafalgar del exgobierno”.
¿Cuando se opta por partir por la gratuidad en vez de por la calidad?
“Cuando elige atacar primero a la educación particular subvencionada en lugar de poner el foco en fortalecer la educación pública. Tenían legitimidad para eso y después ir a otras reformas pero, a pesar de los consejos de casi todos nosotros, optan por el primer camino. Tengo el diagnóstico de que Nicolás Eyzaguirre ahí fue clave, pero probablemente en mucha sintonía con Michelle Bachelet, porque ambos habían mirado Chile desde el mismo lugar y, por lo tanto, Chile para ellos era la manifestación estudiantil. De hecho, Nicolás llevó prácticamente toda la crispación estudiantil al ministerio y el enfoque que primó fue ese, dando por bueno que ese enfoque era el de los padres y los profesores. Atacó aspectos que eran muy contraculturales y contra el sentido común”.
Visto desde esa perspectiva, ¿la desintegración de la ex Nueva Mayoría comienza mucho antes del desenlace fatal de las últimas elecciones?
“Obvio. La debilidad principal de la candidatura de Guiller fue justamente que no proyectaba capacidad de gobernar ni convicción de que iba a estar a cargo del gobierno tomando decisiones. Hizo una candidatura de izquierda, pero con poca credibilidad, que es la peor combinación. En ese camino, además, le ganó muchos espacio Beatriz Sánchez, que captó parte importante del voto de centroizquierda y obviamente le ganó Piñera porque rebajó la agresividad de su discurso y representó la gobernabilidad”.
Pepe Auth va más allá y asegura que la Nueva Mayoría nunca fue un bloque muy firme ni resuelto: “Parte importante de la coalición la sentía como un acuerdo contractual con fecha de inicio y término. Ignacio Walker dijo con precisión que la coalición terminaba con el fin del gobierno de Bachelet”. Con todo, el diputado por Maipú le resta dramatismo a la situación y explica que “los bloques que vengan van a ser cada vez más contractuales, es decir sobre la base de un contrato de gobierno más que bloques históricos”.
¿Acuerdos electorales simplemente?
“Sí, pero también acuerdos de gobierno derechamente. Creo que cada vez va a ser menos necesario el acuerdo electoral previo y se van a privilegiar pactos de gobierno, como se hace en la mayoría de los países democráticos consolidados. Pensemos, por ejemplo, en los socialdemócratas con los democratacristianos en Alemania: sobre la base de los votos determinan qué ministerios le toca a cada uno y qué política se hace en cada una de las áreas y ese acuerdo se respeta a rajatabla. Aquí, en cambio, venimos de coaliciones con sentido histórico que tienen la idea de gobernar muchos años y no sobre la base de la realidad. Pero eso cambió con el cambio del binominal”.
¿Usted ve posible en el corto plazo una alianza entre la ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio? Porque Gabriel Boric, por ejemplo, ha descartado por el momento alianzas meramente electorales.
“Hay una contradicción, porque ellos descartan acuerdos electorales con aliados potenciales con los cuales tienen diferencias estratégicas. ¿El problema es cómo puedo tener acuerdos estratégicos si tengo otras estrategias en mente? La vida va a demostrarles que es necesario hacer acuerdos electorales y tácticos y que los acuerdos estratégicos vienen siempre después de eso”.
¿Existe, entonces, una posibilidad de que el tablero se incline hacia ese lado?
“Si el Frente Amplio hace el switch de pasar de ser una fuerza contestataria a una fuerza con aspiración de gobierno, creo que hay posibilidades. Pero pienso que todavía está inmaduro el panorama como para apostar en ese sentido”.
¿Y a qué se podría apostar? ¿Volver quizás al antiguo eje DC- PS?
“Lo que creo y, de hecho, comenté en un almuerzo que tuvimos radicales y democrtacristianos, es que la única posibilidad de recuperar viabilidad gubernamental es con el establecimiento de una candidatura de centroizquierda nítidamente diferenciada de la izquierda tradicional y alternativa. Lo que denomino como reformismo orgulloso y no acomplejado frente a la izquierda, y por supuesto ganándole a la izquierda en primera vuelta. No se puede ganar con una alternativa confusa y sin claridad de proyecto”.
Reformismos orgullosos y acomplejados
¿Cuáles debieran ser las banderas de ese proyecto?
“Un reformismo gradual que sintonice mejor con una clase media que quiere al mismo tiempo seguridad y transformación, pero también respeto a su individualidad y menos solidaridad social; que quiere mayores grados de igualdad de oportunidades, pero espacio para diferenciarse según su esfuerzo. Eso y no un igualitarismo ramplón ni menos un estatismo exagerado. Con todo, la oposición necesariamente primero debe tener una fase de reafirmación de las diferencias de cada uno de sus partidos. Luego, mi idea es que emergerá una fuerza de centroizquierda menos acomplejada frente al Frente Amplio y al Partido Comunista, lo que denomino reformismo orgulloso y no un reformismo acomplejado de su no condición revolucionaria”.
¿Y protagonizado por quién? Porque de alguna manera este sector político se quedó sin líderes evidentes y empoderados para poder negociar.
“Es que no hay nada que negociar todavía. Estamos frente a la calma que precede la tempestad o el desorden que precede al orden y, como digo, es una fase necesaria. Hay una fase obligatoria de asumir tu derrota, de rumiar las razones que te llevaron a perder, de reafirmar en tus convicciones propias en diálogo con otros, pero no pensando en el que dirán, sino pensando en lo que necesitas”.
En este reformismo orgulloso, sin embargo, cuesta vislumbrar al Partido Comunista (PC).
“Es que naturalmente no aparece. El lugar natural del PC es como una fuerza del FA, aunque no sé si el FA lo resista, porque el PC tiene una vocación hegemónica y los marcaría mucho en esta convivencia no resuelta entre una izquierda libertaria y una izquierda autoritaria. Pero si uno imagina el tablero, no veo al PC reivindicando el valor de gradualismo”.
¿Ve signos concretos de que se esté formando una opinión en la dirección de la que usted habla en los partidos de la ex Nueva Mayoría?
“Las señales de acercamiento DC y PR van en esa línea, acercamiento que podría extenderse al PPD, dependiendo de su elección interna. Pero Heraldo Muñoz es un socialdemócrata, un reformista y su enfoque seguramente va también en esa dirección. Entonces es bien posible que se constituya ahí un polo de centroizquierda que haga una buena conjugación entre una colaboración sin complejos y una oposición sin complejos. Porque no hay que tener complejos ni para colaborar ni para oponerse”.
¿Fue una mala estrategia la del PS y el PC de restarse de las comisiones presidenciales propuestas por Piñera?
“El PS lo que ha hecho es privilegiar su unidad interna y sacrificar su posición en el tablero de la opinión pública y lo asumen. Eso es básicamente porque tienen una dirección débil que no tiene un respaldo categórico. Ellos están básicamente jugando a su unidad interna por lo menos en este periodo, no sé cuánto va a durar”.
¿Este proceso de conformación de un grupo de “reformistas orgullosos” alcanza a cristalizarse con éxito para las próximas elecciones?
“Eso lo dirá por un lado el éxito que logre el actual gobierno. Luego lo dirá el éxito que tenga el proceso de nominación presidencial de la derecha, que será extremadamente competitivo. En ese sentido, es más fácil administrar la derrota que el triunfo y la escasez que la abundancia. Entre nosotros no creo que tiendan a proliferar los liderazgos con opción presidencial. En la derecha, en cambio, como creen que encontraron el santo grial, todos se sienten con opción. El escenario es muy fluido. Yo les digo a mis amigos: lo peor que pueden hacer es transmitir que van a gobernar ocho años. Mientras más transmite uno que va a gobernar muchos años, menos posibilidades se tiene de hacerlo”.