La rabia de una ciudad envenenada
Este miércoles la plaza de Quintero nucleó a decenas de ciudadanos bajo una misma consigna: acabar con la contaminación de la zona que ya ha dejado más de 500 intoxicados.
Un vendedor ambulante, de unos 60 años, atraviesa la plaza del centro de Quintero con una bolsa de golosinas. Sin dejar de caminar entre la gente, grita al aire:
—¡Están matando a Quintero, señores, nos están matando!
Es miércoles en la tarde y en la plaza cuelgan dos muñecos: uno representa al ministro de Salud, Emilio Santelices, y el otro a Jorge Martínez, intendente de Valparaíso, quien lleva dibujados los cuernos de un diablo. El martes se decretó en la zona una nueva alerta amarilla y eso aumentó la rabia de los vecinos, quienes desde el 22 de agosto, cuando sucedió la primera intoxicación, han organizado un cabildo abierto. Todas las tardes, en esta misma plaza, discuten los pasos a seguir. Quieren acabar, de una vez por todas, con el aire que los envenena y que ya ha dejado más de 500 personas intoxicadas.
Por ese motivo, montaron una carpa para juntar firmas de apoyo a un petitorio que tiene como punto más urgente paralizar el parque industrial hasta no identificar a la empresa responsable de las pérdidas de gas. Además, reclaman la creación de una zona franca energética, que permita reducir el costo de la luz, gas y bencina para los vecinos, considerando el daño económico que significa para la comuna la baja del turismo. También piden que Chile homologue los estándares de la Organización Mundial de la Salud, y fortalecer al Hospital de Quintero, que se ha visto sobrepasado por la emergencia.
Otro de los puntos es que, en vez de destinar 500 hectáreas para que el parque industrial siga creciendo—como se planea hacer ahora—, en su lugar se plante un bosque nativo. Los ciudadanos no quieren, de ninguna forma, que las industrias contaminantes sigan creciendo.
Carolina Orellana (41) vivió siempre en Quintero y se ha movilizado para defender las condiciones de vida del lugar.
—Toda la normativa chilena está a favor de las industrias y del crecimiento aberrante, neoliberal, extractivista —dice—. Eso es lo que nos tiene absolutamente cansados, asqueados, porque no somos ciudadanos de segunda categoría.
Fue durante la década del 60 cuando empezó el problema, cuando se creó un parque industrial en el borde costero de Quintero, Puchuncaví y Ventanas que en la actualidad conglomera a 19 compañías. La comunidad de la zona tiene claro que, si no hace nada, el parque industrial seguirá creciendo y, al mismo tiempo, también lo hará la contaminación. Hace 15 días sonó una de las alarmas más fuertes: medio centenar de adolescentes de la zona se intoxicaron por gases en el ambiente.
El martes pasado, el día que se retomaban las clases después de la alerta amarilla, la situación se repitió: al hospital de Quintero llegaron, sobre todo, niños y adolescentes con mareos, náuseas y cosquilleos en las piernas. Eso provocó nuevas reacciones de protesta: el miércoles en la mañana un grupo de personas —sobre todo, profesores de colegios de la zona— se manifestaron en unas de las rutas principales del sector, impidiendo el paso hacia el parque industrial.
Hugo Poblete (41), integrante del Sindicato Pescadores Artesanales S-24, acaba de participar, junto con otros representantes de la comunidad, de una reunión con el intendente. Para compartir las novedades, se para en el medio de la plaza. Todos se acercan a escucharlo. Poblete explica que aunque se desconoce cuál es la empresa responsable de las emisiones, hay cuatro sospechosas: Oxiquim, Copec, GNL Quintero y Enap. Más tarde, la Superintendencia de Medio Ambiente apuntará solo a una de ellas: Enap será responsabilizada de la primera intoxicación.
Poblete también cuenta que el intendente aceptó el pedido de crear una zona franca energética y que la alerta amarilla se mantendrá por tiempo indefinido. Una mujer, desconfiada de la buena voluntad del Gobierno, y teniendo en cuenta que aún no existen plazos concretos, pregunta hasta cuándo continuará la movilización. Entonces, varias voces, al unísono, le responden:
—¡Hasta que cumplan!
Unos minutos después, cuando el grupo ya se haya disgregado, Poblete dirá:
—Si esto hubiera ocurrido en Las Condes se para lo que tiene que parar y se echa a quienes haya que echar, pero somos la segunda comuna más pobre de la Quinta Región. Lamentablemente, así funciona nuestro país. La vida de las personas vale dependiendo de su clase social. Para el ABC1 hay justicia, pero para nosotros, que somos una comuna pobre, de trabajadores, da lo mismo.
En toma por un aire mejor
A tres cuadras de la plaza principal se encuentra el Colegio Santa Filomena, donde más de 30 estudiantes están en toma desde el martes a la noche. Algunos llevan tapabocas y sostienen carteles que dicen: “Mi educación vale más que tu empresa” y “Quinternobyl, ¿50 años más?”.
Alexis Rojas (18) asoma su cabeza por detrás del muro del colegio, por detrás de las sillas colgadas. Como vocero de los estudiantes aclara que se suman al petitorio que propuso el cabildo abierto. Quieren, ante todo, tener la certeza de que una vez que se levante la alerta amarilla no habrá otra. “Es la primera vez que se hace una toma a nivel nacional no por un tema ideológico, sino de salubridad”, dice. “Nadie nos estaba dando garantías. Es el tercer episodio en menos de tres semanas, y si nosotros como secundarios no tomábamos las riendas nadie más lo iba a hacer”.
Mientras Rojas habla, mira hacia enfrente, hacia la puerta del jardín del Colegio Santa Filomena, donde se exhiben 19 dibujos que hicieron los niños. Después de la primera intoxicación masiva, les propusieron un ejercicio: contar cómo vivieron el último tiempo en Quintero. En los dibujos se ve, por ejemplo, un aire amarillo que entra por una ventana, una familia de ojos cruzados por la contaminación, una niña sin poder salir de su casa.
Alrededor, el aire no se siente extraño, pero Rojas sabe, como el resto de los habitantes de Quintero y Puchuncaví, que respirar, para ellos, se ha vuelto peligroso.
Visite la galería de dibujos debajo: