Raphael Bergoeing defiende flexibilidad con promedio semanal de 41 horas
El economista, quien preside la Comisión Nacional de Productividad, criticó las miradas sesgadas en el debate sobre reducción versus adaptabilidad laboral.
Bajar la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales o aceptar el proyecto de adaptabilidad laboral que impulsa el Gobierno, generó al parecer un debate de trincheras ideológicas que hasta ahora no permite tener claro qué es lo más conveniente para trabajadores y empleadores. “Las dos principales instituciones de una democracia liberal son el Estado y el mercado” destacó el economista Raphael Bergoeing, quien cree que se necesita que ambos funcionen bien para tener modernización y competitividad.
Para el presidente de la Comisión Nacional de Productividad, quienes defienden estas posturas no se han atrevido a dar una mirada general y con todos los argumentos sobre la mesa. Como ejemplo menciona los resultados erróneos que se obtienen con visiones parciales. “Reducir jornadas desde la mirada miope del empleador es un costo mayor. Por otro lado, tener flexibilidad absoluta desde la perspectiva miope del trabajador, sin ningún derecho, es precariedad absoluta”.
Raphael Bergoeing dijo en Primera Pauta que, tal como están las cosas, ve en el proyecto que impulsa la diputada Camila Vallejo (PC) una amenaza al empleo. “Si vas a bajar las horas trabajadas, sin cambiar absolutamente nada más, nada más, te puedo garantizar que el desempleo va a aumentar”, insistió.
Bergoeing defiende un camino intermedio entre ambas posturas, que contemple la reducción de la jornada mensual a 180 horas, lo que permitiría flexibilidad para aumentar o acortar las jornadas diarias según las necesidades de la empresa, pero con un promedio de 41 horas a la semana. “El concepto de flexibilidad bien entendido, con un rayado de cancha, respetando horas en la casa, pero redistribuyéndolas distinto, genere mayor productividad y simultáneamente esto no se vaya solo a utilidad, sino que se distribuya entre las partes beneficiando a los trabajadores”, destacó.
Migración y desempleo
Otro de los debates crecientes apunta al efecto negativo que podría tener la migración creciente en el país, la que, según últimos datos entregados por el INE, llega a un millón 251 mil personas, con la entendida mayor demanda de puestos de trabajo y el temor a una precarización de los salarios.
Para Raphael Bergoeing, una migración “ordenada, formal y en montos razonables” no afecta el empleo, según revelan los estudios. “Está cambiando la oferta de trabajo y la demanda al mismo tiempo y esas dos cosas permiten en conjunto que lleguen más personas y que los salarios no caigan de forma significativa”, afirmó el economista
Vea a continuación la conversación de Primera Pauta con Raphael Bergoeing: