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John Müller: “El Presidente se aferra a este acuerdo como a un clavo ardiente”

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POR Periodista Practicante |

El analista de PAUTA se refiere al acuerdo por una nueva Constitución y la violencia en torno a la cual se originó: “Es una forma de validar la violencia como método de acción política”.

“La decisión solo se ha tomado cuando el país está casi en la anarquía”. Bajo estos parámetros explica John Müller, en su columna del diario El Mundo, el clima bajo el cual se han forjado algunos de los cambios sustanciales a la Carta Fundamental chilena, con el pasar de los gobiernos.

Cuando los relojes pasaban de las 2:20 del viernes 15 de noviembre, las pantallas de televisión exhibieron el “Acuerdo por la Paz” firmado por los partidos con representación parlamentaria de Chile Vamos, la ex Concertación y parte del Frente Amplio.

John Müller, analista de Pauta y columnista de El Mundo.
John Müller, analista de Pauta y columnista de El Mundo.

Ha habido una dirección hacia una asamblea constituyente clara al menos desde hace 11 años, apunta. “Más o menos desde 2008, coincidiendo con la crisis financiera, la izquierda chilena buscó deslegitimar su Constitución y sustituirla por otra elaborada por una Asamblea Constituyente, siguiendo el modelo que entonces propagaba Hugo Chávez“, señala. 

Al margen de las consecuencias que pueda traer el proceso para el momento que vive Chile, Müller es crítico de la centroderecha, respecto de quienes dice: “Se rindieron y aceptaron la realización de un plebiscito para que los chilenos digan si quieren o no un nuevo texto y decidan quién debe elaborarlo: si una convención formada por el actual Parlamento y un porcentaje de constituyentes electos ad hoc, o una asamblea constituyente que se llamará Convención Constitucional”.

Todo esto conduce a la conclusión de que ni izquierda ni derecha actuaron en sintonía con las normas institucionales. Eso es la anarquía. “El gesto equivale al pago de un rescate y vicia el origen del proceso casi de la misma forma que la dictadura militar lo hizo con el texto de 1980”, afirma el analista de PAUTA. “En las viejas constituciones solía señalarse que una fuerza armada no podía acampar en las cercanías del Parlamento cuando este se hallaba en periodo de sesiones para no coartar a los legisladores. Por lo visto, esto no rige en Chile, donde el Congreso adopta acuerdos con los manifestantes a sus puertas y las calles cortadas por barricadas ardientes”.

La debilidad presidencial

Ese ardor ha fraguado incluso la voluntad presidencial.

“El Presidente Sebastián Piñera se aferra a este acuerdo como a un clavo ardiente. Este le proporciona el gesto de unidad que la oposición le negó ante los desórdenes en los 27 días precedentes. La deslealtad institucional a la hora de rechazar la violencia ha sido el hecho más destacado de la política chilena estos días”, indica John Müller.

Hay un asunto que trasunta precisamente la institucionalidad actual que denota la pérdida de poder presidencial, observa: “Las sucesivas reformas han maniatado al Presidente y lo han convertido en un mero guardagujas que retrasa o acelera el trámite legislativo, pero no tiene poder real de veto ni puede disolver las cámaras”.

Se cierne sobre este acuerdo la disonancia entre lo deseado y lo resuelto. “Los chilenos quieren más crecimiento económico y un sistema que permita un gobierno estable, pero no está claro que eso lo vaya a producir un nuevo texto constitucional. El debate recuerda al de los constituyentes de Cádiz de 1812 que decidieron que su texto haría a los españoles ‘justos y benéficos’ por arte de magia”, critica.

El analista subraya que hay un aspecto fundamental que no se puede olvidar sobre la gestación del acuerdo: “Iniciar este proceso en estas condiciones es una forma de validar la violencia como método de acción política. Escribió Marx en El Capital que ‘la violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva’, frase que después ha sido citada como ‘la violencia es la partera de la Historia’. Parece que el viejo alemán otra vez ha acertado”.