La peligrosa ilusión de creer que se puede partir de cero una Constitución
Arturo Fontaine y Joaquín Trujillo impulsan tomar como base la Carta Magna de 1925 y no de 1980. “Las constituciones del mundo de buena calidad, son cortas”, dicen.
En mayo de 2019, cinco meses antes del estallido social, Arturo Fontaine, filósofo y novelista, y Joaquín Trujillo, abogado e investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP), lanzaron en el libro “1925. Continuidad republicana y legitimidad constitucional: una propuesta”. Se trata de un texto en el que señalaban que la Constitución de 1980 no solo debía ser cambiada -más temprano que tarde- debido a su origen “espurio”. También, señalaron, por el simbolismo que conlleva luego que surgiera en pleno régimen militar.
Para esa fecha, nadie suponía que Chile se encaminaría a un plebiscito, el próximo 26 de abril, en el que el país votará si aprueba o rechaza el desarrollo de una nueva Constitución.
Pero el cambio de Carta Fundamental no fue el único planteamiento del libro, en el que ambos fueron coautores junto a Juan Luis Ossa, Hugo Herrera, Renato Cristi y Aldo Mascareño. También señalaban que una nueva Constitución no podría partir de cero, sino que tomar como base la Carta de 1925. Sus razones: la de 1980 estaba cuestionada y, según Fontaine y Trujillo, el texto que se promulgó durante el gobierno del expresidente Jorge Alessandri Palma fue invocado tanto por Augusto Pinochet para dar el golpe de Estado como por Salvador Allende en su discurso final.
Advierten, además, que hacer una Constitución desde una página en blanco, que es hacia donde se encaminó el proceso, tiene serios riegos y que podría tener duros efectos en el futuro.
– Desde que publicaron su libro, en Chile han pasado muchas cosas. ¿Cómo ven la situación hoy, a la distancia, ante el escenario de que una nueva Constitución parta de una hoja en blanco?
Joaquín Trujillo (JT): “Para nuestro análisis siempre nos ubicamos en términos históricos y no estaba fuera de nuestro horizonte situaciones más complejas. Porque 1833 y 1925, que son nuestras constituciones previas, en sus orígenes también estuvieron envueltas en situaciones de crisis. Entonces, veíamos posibilidades de que ocurriera una situación frontal. Pero, obviamente, no estábamos pensando en un estallido social. Siempre nos preguntábamos cuáles eran los escenarios en los cuales esta idea era más factible y en cuáles no. Y, efectivamente, hay un escenario más pacífico en el cual es factible y verosímil, pero también hay otro más complejo en el cual es posible. Lo que pasa es que ahora, en el Acuerdo por la Paz no está contemplado. Pero el libro tiene un mérito al menos, y es haberse dado cuenta que había un problema de símbolo con la Constitución de 1980, que lo que dijo Arturo (Fontaine) en su primera carta a El Mercurio, más que un problema de los cuórum. Y lo que demostró el Acuerdo por la Paz es que efectivamente era un problema de símbolo por ser la Constitución de Pinochet”.
Arturo Fontaine (AF): “El mérito del libro es que ve a la Constitución no solo como un texto legal, sino como un símbolo vinculado a Pinochet y que, de acuerdo con nuestro pronóstico, tarde o temprano iba a caer. Es decir, no es solo un texto legal, sino que tiene una carga simbólica y así lo entiende la población”.
JT: “Yo agregaría que el libro, además, no solo identifica y diagnostica la importancia del símbolo, sino que también presenta el antídoto frente a esto. La idea es que por mucho que exista un símbolo que sea preponderante en el problema constitucional, no se puede ser esclavo del símbolo. Y tampoco debe convertirse en algo exorbitante y descontrolado, porque si eso ocurre no se puede examinar racionalmente. No hay cómo manejarlo y se convierte en un problema sin solución jurídica”.
-Sin embargo, todo apunta a que, de ganar el Sí, habrá una Constitución que empezará desde una hoja en blanco. Ustedes señalan en el libro que partir de cero le resta credibilidad al nuevo texto constitucional, pues “desmerece nuestra propia historia”.
AF: “Eso lo pienso absolutamente. Cuando el Presidente Piñera se abre a esta posibilidad en noviembre, era una apuesta. Luego llega al Parlamento y tuvo un impacto nacional. Y eso comprueba que en Chile la Constitución tiene un efecto simbólico fundamental, pues es verdad que para mucha gente sacar la Constitución de Pinochet significa algo de gran valor. Porque esto no es solo algo mecánico y constitucional, es también un símbolo. Y eso es lo que hoy estamos viviendo”.
-¿Qué les ocurre frente a la posibilidad de una hoja en blanco?
AF: “El riesgo que estamos corriendo ahora es justamente la ilusión de creer que se puede partir de cero. Porque nunca una Constitución parte de cero, pues desde luego que hay muchas instituciones que están reguladas y funcionando, como el Banco Central, el Tribunal Constitucional, etc. Y también hay una experiencia y tradición constitucional que se expresa no solo en los textos constitucionales, sino también en los fallos y las leyes que están inspiradas en la Constitución. Entonces, me parece que lo de la hoja en blanco es un espejismo. Y tiene el riesgo que, de alguna manera, repite el error de la Constitución del 80, que fue intentar ser una constitución bautismal y romper la tradición constitucional anterior que antes se mantuvo. Pero con Pinochet se partió de cero y ahora queremos imitar ese mismo gesto”.
– ¿En qué sentido consideran un error partir de cero?
JT: “Hay un trabajo de Tom Ginsburg, un profesor que ha estudiado centenares de constituciones y las ha comparado. Y lo que él y su equipo han visto es súper importante, y es que en cada país, por mucho que cada uno haya tenido muchas constituciones, éstas tienden a parecerse entre ellas. Eso significa que las constituciones de 1833 y 1925 no es que sean radicalmente distintas; no es que cada una obedezca a conceptos absolutamente diferentes, porque todas participan de una misma tradición occidental y de una misma tradición chilena. La diferencia no está tanto en el contenido. Ese no es el punto, sino que el punto es que por mucho que se parezcan o no, lo importante es la actitud con la cual se bautiza a una o a la otra. Y lo que nosotros mostrábamos en el libro es que la Constitución del 33 se presentó a sí misma como una mera reforma de la del 28. Y la del 25 se presentó a su vez como una mera reforma de la anterior. Si Arturo Alessandri dijo en un discurso que era nueva da lo mismo, porque cuando imprimió el texto, decía reforma. En cambio, la del 80 es la primera que dice que “nueva Constitución”, que es exactamente lo que quieren hacer ahora“.
AF: “Por eso lo que nosotros proponíamos era reformar la Constitución del 25. Insistimos en seguir con la tradición y no empezar de cero, pues parte de la legitimidad de una Constitución está en cómo se produce y fabrica. Pero también en su historia, porque esto rige para muchas generaciones. Entonces, los que van a ser elegidos bajo estas reglas, que son discutibles, tal como lo estamos viendo en este minuto histórico y con la presión que hay, es un grupo de personas que se reúne y que necesita algo más que su propia voluntad”.
–Aún no sabemos quiénes van a ser parte de ese proceso…
AF: “Sean quiénes sean y sea cualquiera el momento histórico, porque no me refiero solo a este, los constituyentes siempre están sometidos a las restricciones propias de ese momento. Y eso relativiza un poco el valor de lo que ellos acuerdan, proyectado a las generaciones futuras. Entonces, ampararse en el pasado de lo que han construido las otras generaciones, te da una especie de respaldo y mayor legitimidad que un mero acto acordado por un grupo de personas que están en una convención en un momento determinado en el tiempo. Y a la Constitución le da más fuerza que tenga esta legitimidad tradicional”.
-¿Qué dirían ustedes a quienes por su postura los consideran conservadores y excesivamente apegados a la tradición frente a las ansias de partir de cero?
AF: “Yo pienso que no es así. Porque nuestro planteamiento es que en lugar de entrar a discutir sobre un artículo que se acaba de redactar, empecemos a debatir en uno que está puesto en la Constitución del 25. Y, por supuesto, lo reformemos y agreguemos y eliminemos artículos. Es, simplemente, como ha dicho Joaquín (Trujillo) varias veces, un pie forzado o un punto de partida para empezar la discusión. Eso es lo segundo que yo diría y que se rescata hoy: primero lo del símbolo y la legitimidad y, segundo, en lugar de intentar partir de cero o mirando otras constituciones como la suiza o la alemana, ¿por qué no ver cómo está redactado en la Constitución del 25 y reformarlo?”.
JT: “A mí, personalmente, no me gusta la Constitución del 25. Pero lo que yo sí creo es que preserva una cosa que la del 80 no tiene y por eso sirve para estos efectos. Y ojo con esto, imaginemos que haya una nueva Constitución y que en el 2030 se llegue a la conclusión de que tuvo vicios de origen, porque, por ejemplo, surgió de un acuerdo que tenía que ver con la Carta de 1980”.
-Y además, no surgió del Presidente Piñera, sino en medio del estallido social de 2019.
JT: “O bajo presión, pues eso podría surgir de lado y lado. Entonces, si en el 2030 alguien dice que está viciada, podría volverse a hacer otra Constitución. ¿A qué voy con esto? A que podemos entrar en una dinámica de constituciones y constituciones y constituciones y este país pierda seriedad, porque los países serios tienen pocas constituciones. Y eso le conviene a todos, no solo a los conservadores, sino también a los revolucionarios. Porque les conviene que las cosas que logren, queden fijas y que no se disuelvan de un día para otro”.
-Ustedes han planteado que la Constitución del 25 le sirvió tanto a Pinochet para dar el golpe como a Allende, que la invocó en su último discurso.
AF: “Es que ese episodio es muy revelador, porque le dio a la Constitución del 25 un valor simbólico y de legitimidad que no tenía hasta ese momento. Porque hasta entonces hubo muchas críticas de gente que estaba en contra, como es natural. Pero cuando Chile estaba tremendamente polarizado, el punto en común que surgió fue la Constitución. Y fue invocada por los que dieron el golpe en nombre de la Constitución y también la invocó el Presidente Allende. Entonces, ese texto tuvo ese carácter de ser el punto común de los chilenos en un momento en que todo nos dividía. Eso le da un valor enorme, algo que ninguna convención, por muy democrática que sea, va a conseguir. Tiene una legitimidad única”.
JT: “Es como lo que pasaba en la Primera Guerra Mundial, cuando a un lado de la trinchera estaban los alemanes escuchando la Novena sinfonía de Beethoven y al otro lado, los franceses oyendo lo mismo. O sea, es un símbolo que tiene características universales en medio de la división total”.
AF: “Entonces, los países se arman en torno a estos textos simbólicos. Por ejemplo, la continuidad de Inglaterra tiene que ver con que ellos justamente han tenido esa intuición. Es una intuición medio literaria y medio poética de no echar abajo ciertos símbolos que, en un momento dado, te dan la sensación de unidad. Y en Chile el hecho de que se acuerde partir de cero, es para no caer en el texto de la Constitución vigente, es decir, de nuevo el tema simbólico”.
AF: “Pero el punto de la hoja en blanco es general, para que no entre por la ventana la Constitución vigente. Entonces, de nuevo es el tema simbólico el que operó en esa decisión más que la crítica a tal o cual artículo”.
– Porque sería una Constitución que divide…
AF: “Por eso es que en el libro todos dijimos que tarde o temprano iba a caer esta Constitución, pues a futuro no podía sostenerse. Distinta es la situación en que estamos ahora. Y me pregunto qué ocurre si ganara el No. ¿Queda legitimada la Constitución del 80? Mucha gente me dice que sí y que así se borra ese pecado original, en el sentido de que quedaría ratificada por el plebiscito. Porque hay gente que está planteando eso si es que gana el rechazo. ¿Qué más se puede pedir, dicen, si eso ya sería su legitimización?”.
– En libro también ponen énfasis que en Chile las constituciones han surgido en medio de crisis, como la del 25. Y eso justamente lo que hoy critica un sector de la derecha, que dice que no están las condiciones para el proceso ahora.
AF: “La situación de hoy es muy diferente a la del 25, pero lo que sí es cierto es que las constituciones tienden a surgir en momentos de mucha tensión política, y siempre tiende a haber un elemento de violencia tácito o directo”.
JT: “En un remanso de paz, no surgen”.
AF: “Tal vez la de Suiza no, que es una de las últimas constituciones y fue en un proceso muy pacífico. Pero los suizos son suizos”.
JT: “Hay algo importante que dijo Arturo. Y es que la Constitución del 25 es legítima no tanto por cómo surge, sino por cómo muere. Es decir, se hace más legítima por cómo la matan que por cómo nace. Alguien puede decir que también surgió con militares, y es verdad, pero no hubo una dictadura de 17 años. No tiene ninguna comparación. Sin embargo, el punto es que cuando Allende defiende la Constitución y Pinochet da el golpe en virtud de la Constitución, entonces ese es el momento en el que se legitima como nunca”.
AF: “Y esa muerte de la Constitución del 25 es un capital”.
JT: “Un capital político inmenso. Y que se lo farreen por flojera intelectual o populismo, porque no sé cuál es la palabra, no tiene ningún sentido. Por eso insistimos”.
– ¿Cómo ven el clima del país para hacer una nueva Constitución?
AF: “Estamos en un ambiente que es inquietante. De hecho, la imagen de la hoja en blanco habla de eso. Esto se parece mucho a una actitud vital que yo noto en ciertos grupos, que es una visión del mundo como espejo de los propios deseos. Entonces la idea de partir de cero y de inventar un mundo como yo lo quisiera, es una actitud un poco utópica que nos puede llevar a muchos problemas”.
– ¿Qué tipo de problemas?
JT: “Todos los experimentos totalitarios fueron eso: partir de cero. Es muy famosa la escena de la revolución (francesa) de 1848 cuando los revolucionarios disparaban a los relojes con la idea de que había que suprimir el tiempo. La Revolución Francesa de 1789 había tratado de iniciar el tiempo con nuevo calendario, pero el 48 ya ni siquiera querían el tiempo. Hay como una tendencia totalitaria en la idea de que uno puede deshacerse de la historia. Es lo que Andrés Bello llama “deshacerse de las ruinas”, pensar de que el mundo se puede hacer con todo nuevo de paquete. Eso no funciona, porque todo se envejece muy rápido y envejece mal. Y si pasa eso, hay que hacerlo de nuevo. Entonces, es una dinámica ansiosa por conseguir algo santo, puro, nuevo, blanco, sin mácula, sin ninguna ruina y sin historia. Y está comprobado que esa cuestión no funciona, porque al final los países que son prósperos y ejemplares, mantienen cierta tradición. No desconectan de sí mismos”.
AF: “Y nosotros tenemos una tradición democrática muy válida. Más sólida que la que tiene Italia, Francia, Alemania, con todos los defectos que ha tenido nuestra democracia. Entonces, esto de decir de que vamos a inventar la democracia desde cero, es una cosa que también un poco ofende lo que somos y lo que hemos sido. Al final, es una actitud reactiva y que igual sigue vinculada al pasado, pero para negarlo. Y ese renegar de lo que somos es un síntoma inquietante que está hoy en Chile. Porque una cosa es criticar para reformar y mejorar y otra, renegar”.
– De nuevo les pregunto: ¿Qué riesgos ven en la hoja en blanco? Nunca todos van a estar contentos…
JT: “Puede traer riesgos para ambos lados. Por ejemplo, cómo va a ser con un cuórum 2/3, puede que resulte una Constitución muy delgada, muy general y eso frustre las expectativas de quienes pensaban que iba a tener hasta el mínimo detalle de lo que quieren lograr. Eso es expectativa destruida”.
“Otra posibilidad: que el tercio que podría vetar algunas cosas y, por lo tanto, adelgazarla, ceda permanentemente a todo y se genere una Constitución ridículamente gorda. Súper inflada de derechos y de todo tipo de detalles, y que es muy común en las constituciones de mala calidad. Porque las constituciones del mundo de buena calidad, son cortas. Entonces, puede generar vicios de lado y lado”.
– La idea de muchos es incorporar nuevos derechos sociales…
JT: “Pero no solamente derechos. También podría empezar a introducir a la Constitución cuestiones que son materia de ley. Ese es en el segundo escenario, porque también podría ser al revés. Pero todos esos son extremos y desequilibrios en los que se cae por la hoja en blanco”.