Politólogo UC: “El plebiscito puede ser la morgue para muchos partidos”
“Puede ser el último paso de un gran proceso de desmembramiento del sistema político que teníamos. O el comienzo de uno nuevo”, advierte el académico William Porath.
El politólogo y director del diplomado en Comunicación Política y Campañas Electorales de la UC, William Porath, ve improbable que la campaña del Plebiscito que iniciará la próxima semana se parezca en algo a la experiencia más reciente de Chile. La diferencia, dice él, es que hoy el país está mucho más fragmentado y las colectividades no son capaces de consolidarse en opciones que la gente quiera apoyar.
“Esto será una gran prueba de la blancura, de decir qué partidos […] van a tener la capacidad de ser verdaderos portavoces. Y, segundo, si eso va a ser capaz de aglutinarse en torno a cuatro o cinco opciones”, comenta el académico.
-La próxima semana parte la campaña de los partidos por el Plebiscito. ¿Esta se puede parecer en algo a otras campañas?
“Tenemos muy pocas experiencias en plebiscitos y las que tenemos son bastante poco aplicables a la situación actual. La experiencia anterior es el Plebiscito de 1988, que fue el embudo de entrada a la transición. Había muchas posiciones respecto de cómo debía ser la transición y el plebiscito actuó como un embudo, metió a todo el mundo dentro de una sola línea. Era muy clara: sí o no. Había un gran desorden, una gran variedad de opciones políticas -para la época- y se metieron en un tubo: quedaron dos grandes coaliciones. Ahora, en cambio, es un gran desorden y lo que no sabemos es si este plebiscito va a tener la capacidad de actuar como ese gran embudo”.
-Eso es lo que estamos viendo. Hay una división, son muchos partidos y comandos detrás de dos opciones grandes. Pero no están juntos.
“Exactamente. Eso fue lo que no pasó la vez pasada. Este plebiscito aparentemente no va a tener la fuerza para producir ese embudo. Hay que estar atentos, por cuánto los grupos o movimientos, independientes y la sociedad civil van a ser capaces de aglutinarse en torno a una clara opción, de ‘si usted vota rechazo, quiere decir tal cosa’; ‘si vota apruebo, tal otra’. Porque más allá de lo que digan los textos legales, hay una variedad de opciones que están dando vueltas”.
“Lo que uno debiera esperar es que, de alguna manera, el Plebiscito sirva para decantar las opciones, pero yo dudo de que tenga la capacidad de dejarlas como la vez pasada, en dos grandes bloques”.
-¿Por qué ve improbable que se produzca este “embudo”?
“Imagínate que en el comando por el No eran 16 supuestos partidos políticos y eso rápidamente terminó en tres y medio, pero se demoró uno o dos años. Eso que fue un proceso rápido, ordenado, diferente al de ahora, porque las opciones eran mucho más claras y los partidos tenían una base social muy poderosa”.
“Hoy es todo lo contrario: los partidos están casi en su última etapa, en la UCI; entonces, este plebiscito puede ser la morgue para muchos. El problema es que entremedio se juega el destino del país. Si no logran dar pie con bola, y en este año que tenemos plebiscito y elecciones los distintos grupos políticos y élites sociales no logran consolidar claras opciones que la ciudadanía apoye, vamos pensando que no tenemos muchas opciones. Ni siquiera podemos recurrir a la Iglesia Católica, que antes nos salvaba, ni a los empresarios ni a la ANFP. Los bomberos se van salvando y la Justicia. Pero veremos si dan el ancho y el alto”.
“La franja debería repensarse”
-En la práctica, ¿qué significa esta división múltiple para la gente que estará recibiendo esa propaganda?
“Es que la gente es la que causa esto. La política se supone que refleja fracturas sociales. Se supone que los partidos, incluso los movimientos sociales, representan divisiones, segmentos que se dan en la vida diaria. Pero la política ha estado muy desconectada de la vida social. Ahora no se trata, como en el ’88, de que los grandes partidos le hacían una propuesta a la ciudadanía, porque era una ciudadanía con la cual tenían mucho vínculo, a la cual socialmente aún representaban. Esto será una gran prueba de la blancura, de decir qué partidos, movimientos, actores de la vida social, van a tener la capacidad de ser verdaderos portavoces. Y, segundo, si eso va a ser capaz de aglutinarse en torno a cuatro o cinco opciones”.
“En la derecha parece la situación un poco más clara: rechazar para reformar. Y seguramente también haya un ‘rechazo porque no hay que hacer nada’. Pero en el otro lado no se sabe muy bien qué va a pasar”.
-La última semana se ha hablado mucho de la franja de televisión, pero parece ser una herramienta que no ha cambiado mucho con el tiempo. En pleno 2020, ¿cree que sirve este espacio para convencer?
“Nunca sirvió para convencer, ni siquiera en el Sí y el No. Sirve para aglutinar, motivar, sacar a la gente a votar, entusiasmarla. Ahora, la franja como está actualmente concebida está bastante descontextualizada. Un bloque de 15 minutos, que va en horario supuestamente prime, no es lo más adecuado. Lo lógico sería que la franja se dividiera en segmentos chiquititos, igual que la publicidad comercial. Debería repensarse”.
“Sin embargo, tiene un efecto interesante que es que los primeros días se re reproduce en los medios: todo el mundo habla de la franja. Hay un gran boom. Eso tiene un gran efecto”.
-Hay partidos, comandos y diputados con pocos segundos. ¿En esos casos también impactaría?
“Eso habla del fraccionamiento que hay en estos momentos en aquellos que deberían aglutinar. Y no es casualidad, porque el sistema social está fragmentado en múltiples segmentos sociales que tienen múltiples y contradictorias demandas. Uno lo veía en las marchas: cada uno pedía una cosa contradictoria con la otra”.
“Esta división es una representación de lo que está pasando en el país: la clase política hace más de 10 años que no da el ancho y los nuevos segmentos sociales, que vienen en ascenso y debieran tener una clara representación política, todavía no la encuentran. El Frente Amplio tal vez [los represente], en algún momento, eso tiene que decantarse todavía. El Plebiscito puede ser el último paso de un gran proceso de desmembramiento y quiebre del sistema político que teníamos. O el comienzo de uno nuevo. No lo sabremos hasta unos cinco años después”.
La nueva forma de hacer propaganda
-En este contexto tan dominado por las nuevas tecnologías, ¿puede tener efecto la propaganda tradicional?
“Hay que ver. La vez pasada fue muy sorpresivo el plebiscito, porque la Concertación usó técnicas de publicidad que eran conocidas en todo el mundo y que en Chile no se habían usado porque estábamos en dictadura. Eso en este momento no existe. La democracia representativa en todo el mundo está con problemas. ¿De dónde vamos a sacar esa receta que los técnicos del No seguramente vieron en EE.UU, Reino Unido, Francia, Alemania y aplicaron en Chile? Salvo el tema de las redes sociales, que es una burbuja en efervescencia, no hay mucho de dónde recurrir”.
-¿Y Whatsapp? ¿Cómo ve el rol que puede tener en esta campaña?
“Whatsapp tiene una cosa bien interesante, que es reponer las redes sociales que se perdieron en algún momento entre los años 70 y 80. La gente vivía en redes sociales: conocías al hombre que te vendía la leche y a su familia, él te conocía a ti. En algún momento, la tendencia fue que el ser humano estaba aislado, entonces la política quedó dominada por la TV. Lo que hace Whatsapp es que resucita la importancia de las redes sociales”.
“Ahora hay que ver si estos partidos logran campañas en Whatsapp, porque están muy deslegitimados. Si el partido manda su versión oficial por ese canal, la gente puede decir ‘ah, es de un partido, no les creo’. Tendrían que mandar solo la versión. Hay que decir el milagro y no el santo”.