Un año después: la frenética y tensa negociación del acuerdo constitucional en tres momentos
PAUTA revivió con los protagonistas las 15 horas de conversaciones, discusiones, consultas y consensos de esa jornada en el edificio del Congreso en Santiago.
Entre el jueves 14 y la madrugada del 15 de noviembre de 2019 se gestó uno de los acuerdos políticos más importantes desde el retorno a la democracia. Pasados 28 días del inicio del estallido social y luego de una de las semanas más violentas desde el 18 de octubre, ambas jornadas sellaron el Plebiscito -pensado inicialmente para abril, pero que por la pandemia se realizó el 25 de octubre pasado- y marcaron la ruta para el proceso constituyente que en los próximos meses entrará en tierra derecha.
Fueron 15 horas de tensión, de conversaciones transversales, de llamados telefónicos y de un sinfín de reuniones que tuvieron como epicentro la sede del Congreso en Santiago. Ahí, entre los pasillos, el comedor de la presidencia del Senado, las oficinas que por entonces ocupaban los senadores Jaime Quintana (PPD) y Alfonso de Urresti (PS) -en su calidad de presidente y vicepresidente de la Cámara Alta- y el tercer piso del ala norte de edificio se conversó, negoció, discutió y consensuó el texto que fue firmado y leído a las 02:24 de hace 365 días: el “Acuerdo por la Paz Social y la nueva Constitución”.
“Es sobresaliente el desempeño del acuerdo en sí. No digo del Parlamento, no digo de los partidos, digo del acuerdo constitucional, porque fue validado pese a todo lo que se dijo, con los detractores de extrema izquierda y extrema derecha desde esa misma noche. Fue un triunfo de la ciudadanía. Tuvo su examen y fue aprobado con sobresaliente por la ciudadanía en el Plebiscito”, dice a PAUTA el senador Quintana.
Un año después, con el Apruebo y la Convención Constitucional como las opciones ampliamente ganadoras de la consulta, en la memoria de los protagonistas están fijados los episodios clave de esa jornada, calificada por varios de los personeros como “histórica”. Aquí, los tres actos del día en que formalmente se abrió la puerta para escribir una nueva Constitución.
Acto I: Un llamado, dos tuits y una conversación de pasillo
Al mediodía de ese jueves 14 de noviembre los presidentes de los partidos y los parlamentarios de todas las fuerzas -menos el Partido Comunista- llegaron hasta el comedor de la presidencia del Senado. “El poder ceder no significa perder. Es tiempo de la generosidad de la política”, fueron las palabras del senador Quintana para partir la reunión.
El lugar se hizo pequeño para tantos participantes. Los ánimos estaban agitados y el hecho que todos estuvieran apretados en la sala no ayudó mucho más. Chile Vamos presentó su propuesta con una fórmula imposible para la izquierda, que el día anterior ya hablaba de Asamblea Constituyente o nada. Su idea: 40% de parlamentarios, 40% de electos y 20% de técnicos ofreció la derecha y, en el mejor de los casos, 50% y 50% (opción que después se conocería como Convención Mixta).
La iniciativa había sido conversada e incluso visada con el Presidente Sebastián Piñera, quien, según dicen en el oficialismo, dentro de las cosas pidió no abrir la puerta a un Plebiscito de inicio. Al otro lado, la oposición exigía una instancia con el 100% de los miembros electos o por lo menos el 80% de ellos.
El reloj marcaba las 13:00 horas. No había acuerdo sobre porcentajes y el oficialismo había borrado la idea de una consulta de entrada en la discusión. En ese momento, se fueron a almorzar con las conversaciones en punto muerto.
“El 14 en la mañana aún no se conseguía un acuerdo y había altas probabilidades que no prosperara. Entre las distintas conversaciones se planteó hacer un Plebiscito de entrada para una nueva Constitución”, recuerda el vocero de Gobierno, Jaime Bellolio.
“En esas horas, conversé con muchos integrantes del Frente Amplio, en especial con Gabriel Boric (CS), Pablo Vidal (RD), Giorgio Jackson (RD) y Miguel Crispi (RD) y también con mi propia coalición. Escuchando esas y otras reflexiones, me formé la convicción de que era necesario abrirnos a la realización del Plebiscito para que los problemas políticos y sociales se definieran a través de un mecanismo institucional y democrático”, cuenta a PAUTA el actual ministro y exdiputado de la UDI.
De esas conversaciones, quizás la más importante fue la que tuvo cerca de las 14:00 horas, cuando llamó por teléfono a Boric. Cada uno tanteó con los suyos la idea. En eso, el diputado por Magallanes le comentó al senador Felipe Harboe (PPD), quien a esa hora se encontraba con el presidente del PPD Heraldo Muñoz y los senadores Quintana, Guido Girardi (PPD) y Ricardo Lagos Weber (PPD), que Bellolio abría una ventana para consultar sobre la conformación del órgano redactor y, con ello, el ala más dura de Chile Vamos, la UDI. Minutos después de ese intercambio hubo un correlato coordinado en redes sociales: dos señales en Twitter que se dieron con 24 minutos de diferencia.
“Todo esto debiera ser más fácil de lo que parece. Nosotros creemos que el mejor mecanismo para redactar una nueva Constitución es una instancia reglada 100% electa, la derecha cree que debe haber parlamentarios por derecho propio. Que nadie imponga su postura: plebiscitémoslas”, escribió Gabriel Boric ese día a las 14:34 horas.
Bellolio a las 14:58 hizo lo propio y publicó: “La violencia es nuestro principal enemigo hoy y la señal de la política tiene que ser contundente: o estamos todos quienes queremos más democracia o no sirve de nada. Si hacer un Plebiscito es lo que nos separa de salvar a nuestro país, tenemos que estar dispuestos a hacerlo”.
Luego de esa “bengala” política, se dio una conversación calificada por varios de los protagonistas como “mítica” entre Boric y el senador Juan Antonio Coloma (UDI). Fue un encuentro casual un poco antes de las 15:30. El parlamentario por el Maule iba camino al baño cuando se topó con el diputado. Ahí, en 10 minutos hablaron acerca de los intransables de lado y lado. De hecho, desde la UDI, un año después reconocen que defender los 2/3 o no ceder a los 3/5 que quería una parte de la oposición fue el principal motor para no quedarse abajo de las negociaciones.
“En esa conversación lo planteamos al revés. Cuál era esa base, lo que para uno era de vida o muerte. Cada uno planteó lo intransable. Para nosotros los 2/3 en la toma de decisión era lo decisivo; para ellos, era que hubiera una instancia ciudadana o Plebiscito”, comenta a PAUTA el senador Coloma.
Luego, cada uno partió a socializar lo conversado. Boric llegó a la oficina de Quintana y les comentó que Coloma, el último “coronel” activo de la UDI, daba el primer pase. Dos pisos más arriba, el senador volvió a la oficina donde estaban reunidos los dirigentes de Chile Vamos. Les contó la propuesta a los que estaban presentes, y también llamó uno por uno a todos los extimoneles de la tienda de calle Suecia -menos a Jovino Novoa, que por esos días estaba delicado de salud- para consultarles su opinión.
“Logramos una salida”, dijo uno de los dirigentes del oficialismo. Aunque no todos estaban conformes con lo que escuchaban, dicen: entre ellos, el entonces senador y hoy canciller, Andrés Allamand (RN).
“A un año, tengo una mezcla de serenidad porque resolvimos un problema. Lo que estaba en juego era que siguiera o no el Gobierno, porque había gente que quería botarlo. Haber logrado contener un conflicto que podría haber sido muy terminal fue una decisión política. Que podría ser un error político o no, veremos”, confiesa Coloma.
Acto II: Cuatro borradores y una condición: “que no diga AC”
A la oficina de Quintana llegó también el entonces presidente de RN, Mario Desbordes. El ahora ministro de Defensa asintió la fórmula propuesta por Boric, pero pidió expresamente que la pregunta en la papeleta no dijera Asamblea Constituyente (AC) ni nada similar. Desbordes -quien fue pieza clave para abrir los caminos del oficialismo con la oposición- advirtió que las iniciales provocaban “urticaria en su sector”, porque consideraban que la izquierda ya tenía la marca adoptada. Por lo mismo, había que buscar otro nombre.
La oposición partió con un borrador escrito por el diputado de RD Miguel Crispi, pero hubo una filtración a través de los chats de Whatsapp que tensionó las cosas. De ahí en adelante se trabajó con un pendrive para evitar malentendidos.
En ese texto, que fue compartido cerca de las 17:00 horas del 14 de noviembre, se proponía como nombre una Asamblea Ciudadana, ya sea para elegir la opción mixta o la 100% electa. Se hablaba de una “hoja en blanco” para la nueva Constitución y se esbozaba el cuórum de 2/3, que no acomodaba a todos, especialmente en el Frente Amplio. Buena parte de ese sector de izquierda seguía defendiendo los 3/5 para aprobar las resoluciones de la instancia.
“Si el acuerdo se iba a caer porque en la papeleta decía Asamblea Constituyente, nos parecía razonable al menos evaluar otro nombre”, detalla a este medio el diputado Crispi.
Hay varias versiones de cómo se llegó a la Convención Constitucional y si en la práctica dejó o no contentos a todos. De hecho, fue un tema que habló De Urresti con los parlamentarios de su sector y también en el FA, donde se esforzaron por encontrar un nombre que a la hora de hacer campaña recordara la marca AC. Hasta ahora, el hilo más claro es que salió de la propuesta que originalmente redactó la senadora de la UDI Ena von Baer. El acuerdo final se trabajó sobre la base del texto escrito por la parlamentaria. Así, esa noche hubo cuatro borradores conjuntos y dos escribanos oficiales: la senadora von Baer y el diputado Crispi.
Sentados en la oficina del senador Coloma, el primer texto con una redacción más formal salió a las 19:30 horas con ocho puntos, en letra Calibri, y sin tener aún la opción Apruebo o Rechazo incorporada. Solo contemplaba la pregunta: “¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva Constitución? Convención Mixta Constitucional o Convención Constitucional”.
“La primera vez que entramos a la oficina me di cuenta de que habíamos ganado. Ellos estaban tratando de ‘salvar los muebles’. Los semblantes de los dirigentes, y en especial del senador Allamand, decía todo. En su cara se reflejaba ‘cómo había llegamos a esto'”, relata un año después uno de los dirigentes del Frente Amplio.
Este primer documento, que fue socializado a las 19:40, señalaba que el objetivo del acuerdo era “garantizar” la paz, lo que entremedio de los ajustes fue cambiado y finalmente quedó redactado con la palabra “buscar” la paz.
En ese primer borrador, por ejemplo, se planteaba que no existía ninguna inhabilidad para que los ciudadanos que “se desempeñaran en cargos públicos” fueran candidatos al organismo. Finalmente, ese ítem fue ajustado y se le agregó como requisito que los convencionales no podrán ser candidatos a cargos de elección popular por un año desde que cesen en su mandato. También, en esa versión ya estaba agregada la creación de una Comisión Técnica para bajar el acuerdo, que originalmente tenía el apellido “parlamentaria técnica”, pero el “parlamentario” fue sacado a petición de la oposición.
Sin embargo, a esa hora no había ninguna mención sobre qué pasaba con la derogación de la Carta Magna de 1980, lo que sí fue sumado en el texto final. Tampoco se hablaba del sufragio obligatorio para el Plebiscito de salida, un punto que fue clave en el documento que se firmaría en la madrugada del día siguiente, pero que al menos hasta la medianoche -y hasta el segundo borrador- no estuvo claro. Fue la insistencia y la presión de la DC, y en especial del timonel de la tienda, Fuad Chahin, lo que terminó por agregarlo.
Así, lleno de controles de cambio con letras en azul y negro, el último texto se guardó ya no con ocho sino con 12 puntos, redactados en fuente Helvética, a las 2:08 horas de la madrugada del 15 de noviembre. Fue en la oficina de la vicepresidencia del Senado donde se puso el punto final.
El texto se pasó a letras negras; se acordó la posición de las firmas, y la senadora von Baer pidió una última formalidad. “Por favor, revisen que no haya faltas de ortografía”.
“Si miro para atrás, dado lo que estábamos viviendo en este momento, era lo que teníamos que hacer. No sé aún si el resultado va a ser bueno o malo, y eso depende más de la izquierda que de nosotros”, reflexiona un año después Ena von Baer con PAUTA.
Acto III: La media hora que hizo peligrar todo… y la llave que amarró el acuerdo
Cuando el primer borrador entró a tierra derecha, parte los participantes -entre ellos, el senador Jaime Quintana- comenzaron a hablar de la puesta en escena. Él llamó al entonces ministro del Interior, Gonzalo Blumel, para contarle acerca de los avances del acuerdo. Se evaluó el salón de Los Presidentes, pero finalmente se optó por la sala de lectura del Congreso en Santiago. De hecho, los primeros micrófonos se instalaron a las 20:25 horas.
Sin embargo, cerca de las 21:00 todo peligró. Chile Vamos bajó del tercer piso al primero y en el comedor del Senado entregó su propuesta final a la oposición. En ella, de manera unánime, el oficialismo incorporó las dos preguntas que dieron pie al Apruebo y el Rechazo, una idea defendida por los diputados UDI Javier Macaya y Juan Antonio Coloma para dar voz a los que estaban en contra y también para cerrar la puerta a futuras críticas. “Fue supercostoso hacer el Plebiscito, pero firmar le dio legitimidad al proceso, si no hoy José Antonio Kast estaría diciendo ‘esto es lo que nos enfrentaron los políticos sin preguntarle a la gente'”, ironiza hoy un dirigente de la UDI.
Pero, además, en esa propuesta plantearon un intransable: la idea de que “la redacción no podía partir en blanco” y por ende, la base era la actual Constitución en los puntos donde no se lograran los acuerdos de 2/3.
En ese encuentro, recordado por algunos de los presentes como “la reunión de los cinco minutos”, los presidentes de la Comisión de Constitución del Senado, Felipe Harboe, y de la Cámara, Matías Walker (DC) tocaron la campanilla para poner orden. Pero tras escuchar a Chile Vamos, la oposición dijo que no: que la “hoja en blanco” se mantenía, pues si no era una mera reforma.
Y se dieron un receso de media hora.
Ahí comenzaron las reuniones más complejas para destrabar el tema. Llamaron a asesores, consejeros y abogados de lado y lado. El constitucionalista Francisco Zúñiga -cercano al PS- estaba presente y se convirtió en la voz recurrente para resolver las dudas no solo de la oposición, sino también del oficialismo.
Entremedio, Quintana llamó a Blumel para contarle que la propuesta del oficialismo entrampaba todo y el ministro, según los que escucharon la conversación, le dijo de vuelta que “estuviera tranquilo”. A las 21:37 horas Walker, Harboe y Chahin subieron de nuevo al tercer piso a conversar con Chile Vamos. Luego se sumó a ellos el presidente del PS, Álvaro Elizalde.
Entre la oficina del senador Francisco Chahuán y el pasillo, Gabriel Boric y Lagos Weber trataban de explicar al senador de Evópoli, Felipe Kast, la propuesta de partir de cero. Kast insistía en sus reparos y en que era una fórmula que, de no llegar a los 2/3, podría pasar a llevar temas tan sensibles como los derechos sociales. “Entregamos todo, qué más quieren”, dijo el fundador de Evópoli esa noche.
Se sumaron los dirigentes de la ex-Concertación y algunos del FA. La discusión de esas horas fue no solo sobre el cuórum, sino también sobre los disensos, inhabilidades, los plazos de la Convención y si la votación debía ser 2/3 en particular de cada capítulo o en general de todo el texto, como lo peleó, entre otros, Allamand, lo que le valió una dura discusión con Desbordes.
Hasta que surgió una idea compartida, la que hoy varios reconocen como la válvula de esa noche: que el reglamento del funcionamiento de la Convención fuera aprobado por 2/3, obligando a un acuerdo mayoritario para el corazón del órgano redactor. “Cuando no nos querían aceptar que todo el texto se votara por 2/3, el reglamento fue clave”, recuerda otro personero oficialista.
Esa idea fue conversada por la senadora von Baer, el senador Kast y el entonces timonel de Evópoli, Hernán Larraín Matte. Por otro lado, Chahin también insistió en la fórmula. “Si nosotros queríamos resolver todos los temas de la Convención esa noche en el acuerdo, íbamos a cometer un error y no íbamos a llegar a nada. Había que dejar cosas para el funcionamiento de la propia Convención”, explica el presidente de la DC.
De hecho, así quedó plasmado en el punto seis del documento, que pasó de decir que el órgano constituyente debía aprobar “todos los acuerdos” a deberá aprobar todas “las normas y el reglamento” de votación de estas por un cuórum de 2/3 de sus miembros en ejercicio.
Ya cerca de las 23:00 horas varios hablaban de humo blanco, pero no fue hasta las 01:00 del viernes 15 de noviembre cuando el camino se afianzó. El reglamento abrió la puerta al documento final, pero con varios quiebres. Entre ellos, el más comentado, el del FA, que terminó dividido y con un Gabriel Boric, quien a puertas cerradas confesó avergonzado que firmaría solo, pues su partido, Convergencia Social, se había retirado del Congreso.
“Esto no fue un secreto ni entre cuatro paredes. Es de los acuerdos más públicos que se haya hecho. Quizás, no era una puesta en escena muy pulcra e iba a tener un costo, pero nunca hubo dudas de nuestro rol como partido político. Más que ser parte del acuerdo es cómo juega uno un rol en ciertos espacios de diálogo. Si cumples tu objetivo al final, por un costo estético no te podías bajar”, reflexiona hoy el diputado Crispi.
Así, a las 02:24 horas, con un salón de lectura repleto, Quintana comenzó a leer en voz alta el texto de dos páginas, que contó con la firma de los presidentes de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe; RN, Mario Desbordes; Evópoli, Hernán Larraín Matte; Democracia Cristiana, Fuad Chahin; Partido Radical, Carlos Maldonado; PPD, Heraldo Muñoz; Partido Socialista, Álvaro Elizalde; Partido Liberal, Luis Felipe Ramos; Revolución Democrática, Catalina Pérez; Comunes, Javiera Toro, y la rúbrica a título personal de Gabriel Boric.