Fe, razón y pluralismo: el debate valórico que abrió el libro de Ignacio Walker
“Cristianos sin Cristiandad”, del exsenador DC, despertó un intercambio epistolar con Carlos Peña y otros intelectuales sobre el papel de los políticos católicos en la conversación pública.
El debate se abrió por un libro, Cristianos sin Cristiandad, reflexiones de un legislador católico (Ediciones PUCV), del exsenador DC Ignacio Walker. Le han seguido varias consideraciones y preguntas en torno al tema planteadas, tanto en cartas a El Mercurio como en el lanzamiento del texto, por el rector de la Universidad Diego Portales y columnista del mismo diario, Carlos Peña. Una de ellas: “A la hora de decidir cuestiones controversiales, como por ejemplo la del aborto o el matrimonio, ¿el católico habrá de ser fiel a la verdad que en tanto abraza o, en cambio, habrá de ceder al pluralismo que es propio de una sociedad democrática?”.
Sol Serrano, premio nacional de Historia 2018; Carlos Schickendantz, teólogo del Centro Teológico Manuel Larraín, y Carlos Peña fueron quienes presentaron el libro de Walker, el pasado 18 de noviembre. Es un texto que el exparlamentario contó que escribió “como político y no como experto”.
Dijo Walker: “Este libro lo entiendo como una defensa de la dignidad de la política, el político y el laico, y del legislador en la medida que recoge una experiencia de 16 años como diputado y senador en la República democrática de Chile, enfrentados a temas de alta sensibilidad: los llamados temas valóricos”.
Siete leyes y “un desgarro personal”
Muy sucintamente, en su planteamiento Walker señala que los católicos, y una Iglesia abierta al mundo y a la modernidad, deben tener la capacidad de escuchar los signos de los tiempos. Es decir, tener lo que él considera una apertura a la modernidad.
Da tres razones para explicar algunos de sus votos en el Congreso que lo enfrentaron a la jerarquía eclesiástica: la noción de modernidad que entregó el Concilio Vaticano ll; el concepto de la libertad religiosa y el de conciencia que tiene cada uno.
En su historia como legislador católico, Walker recordó que hubo siete proyectos de ley de tipo valórico en los que participó y que, para él, “cada uno fue un desgarro personal, interior, pero también comunitario desde el punto de vista que tiene el diálogo en sede parlamentaria”.
Mencionó, entre ellos, la Ley de Filiación, que eliminó la distinción entre hijos legítimos e ilegítimos; la píldora del día después, el Acuerdo de Unión Civil para parejas heterosexuales y homosexuales; la Ley de Identidad de Género, además de la Ley de Divorcio y ley que despenaliza la interrupción del embarazo en tres causales.
“Voté a favor de todos esos proyectos de ley al igual que casi la totalidad de los diputados y senadores democratacristianos (la mayoría católicos). En todos y cada uno de ellos hubo abiertas diferencias con la Iglesia Católica”, escribió Walker en las primeras páginas del libro.
“Pues bien, ¿cómo se enfrentan y se procesan esas diferencias? En un sentido más amplio y más de fondo, ¿cuál es la relación entre fe y política, fe y razón, ética y política, autoridad eclesiástica y autoridad secular, Iglesia y Estado, y entre la Ciudad de Dios y la Ciudad de los hombres (tomando la distinción de San Agustín)?”, se preguntó.
Justamente, el divorcio y el aborto en tres causales, proyectos en los que Walker votó a favor, son las iniciativas que Peña toma como ejemplo para debatir sobre el rol de los políticos católicos y sus convicciones. También, el columnista pone en relevancia el papel que podrían cumplir en el proceso constituyente.
“A mí me parece que para un católico, la sacralidad de la vida está más allá de toda discusión y esa es una verdad final y, en consecuencia, la permisión del aborto es contraria a la convicción católica. Y me parece también que, tanto por razones de la sacramentalidad del matrimonio, como por razones de derecho natural, el matrimonio tiene una cierta fisionomía que un católico no podría desconocer”, dijo Peña en el lanzamiento.
“¿Cómo encara Ignacio Walker este problema? Esto está en el meollo de su libro. ¿Cómo compatibiliza un católico como Ignacio Walker la admisibilidad del aborto con la sacralidad de la vida? ¿Cómo campatibiliza la sacramentalidad del matrimonio, o la índole del derecho natural del matrimonio, con la admisión del divorcio?”, agregó.
Ha llegado carta
Los planteamientos de Walker y de Peña trascendieron al lanzamiento de Cristianos sin Cristiandad. Por más de una semana -y contando-, el debate se trasladó al epistolario de El Mercurio en torno a políticos católicos, pluralismo; católicos y modernidad; pluralismo, fe y razón y, entre otros varios puntos, libertad de conciencia.
Es un intercambio en el que no solo han participado el propio Walker y el mismo Peña. Se han sumado al debate el doctor en filosofía Jaime Antúnez Aldunate -muy crítico de la postura de Walker-, el teólogo jesuita Fernando Costadoat, la exministra de Educación Mariana Aylwin, el rector de la Universidad Alberto Hurtado, el jesuita Eduardo Silva y, entre otros, el director del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Claudio Alvarado.
“Este debate es interesante porque hoy vivimos un momento en que nos cuesta mucho conversar y tomarnos en serio las opiniones de quienes piensan distinto a nosotros. Y ese ha sido, en esto, el principal mérito de Carlos Peña: alguien que no profesa la fe católica y que no es creyente, en general, y que intenta tomarse muy en serio lo que considera el pensamiento y la creencia religiosa y católica”, dice Alvarado a PAUTA.
En su carta a El Mercurio, titulada “Política, razón y fe”, el director del IES fue quien abordó el punto sobre la libertad de conciencia a la que alude Walker para explicar cómo un político católico ha podido moverse en temas valóricos.
“Me parece que no basta, ni para un católico ni para nadie, simplemente apelar a la conciencia. Porque apelaciones a la conciencia tenemos mucho antes del Concilio Vaticano ll”, dice Alvarado.
La conciencia, coincide con Peña, no consiste en una mera certeza subjetiva. “Jamás ha autorizado o implicado dejar de ofrecer razones al resto para persuadir de las propias creencias o dejar, uno mismo, buscar cuáles son las razones que justifican la propia. Creo que, en ese punto en particular, la argumentación de Walker, a ratos, es débil”.
Pluralismo y catolicismo
Claudio Alvarado dice que tanto en sus cartas a El Mercurio como en la presentación del libro Cristianos sin Cristiandad, en los argumentos de Carlos Peña “lo que late es una comprensión del pluralismo más rica y robusta del modo en que, habitualmente, lo pensamos en sede pública”.
“Hay un concepto extendido de pluralismo en virtud del cual, para ser pluralista, habría que renunciar a las convicciones. Y Carlos Peña recuerda que eso no es así y me parece que en eso tiene toda la razón. Porque el pluralismo propio de la vida social se enriquece en la medida en que se cultivan, de manera seria, distintas visiones de mundo. Y, por tanto, ahí hay un primer aporte al debate que viene en el proceso constituyente”, añade.
En la presentación del libro Peña señaló: “La democracia y la sociedad moderna se fundan en el hecho del pluralismo y, en consecuencia, todos quienes participan del debate democrático admiten que sus verdades podrían ser inciertas y parciales, al extremo tal que convienen que las decisiones colectivas habrán de adoptarse luego de un diálogo entre puntos de vista muy disímiles entre sí”.
Sin embargo -añadió el rector-, lo propio de la sociedad moderna, o más bien la paradoja en medio de la cual un católico encara la modernidad como el abogado y filósofo la describe, es que el católico se muestra abierto en medio de la pluralidad en la cual despliega sus convicciones: “Él, en tanto católico, abriga una convicción final y total. Abraza una verdad total acerca de la convicción humana. Esta es la particularidad que tiene un legislador católico. En tanto legislador, en tanto partícipe del debate democrático, está obligado a asumir una posición de pluralismo epistémico. Es decir, la convicción de las decisiones correctas desde el punto de vista político, requieren el concurso de todo”.
Para el ditector del IES, quien es coautor del libro Católicos y perplejos. La iglesia chilena en su hora más oscura (Ediciones UC), un político católico o quien, “abranzado la fe, participa al mismo tiempo de la discusión pública”, no tiene problemas para participar de la vida pública. “Uno de los datos de la creencia católica es que fe y razón no se excluyen”, continúa.
Y agrega: “Esto tiene una consecuencia muy práctica: el católico, al momento de argumentar en el espacio público, tiene que ofrecer razones. Pero eso no le dificulta la tarea en la medida en que conozca bien el corpus de su creencia. Porque parte de esa misma creencia es que cuenta con esas mismas razones para ponerlas en común. Esto es bien relevante: ¿qué tiene que hacer un católico en la vida pública? Ofrecer razones igual que cualquier persona para persuadir al resto respecto de lo que considera correcto. Y, como el católico, cree que fe y razón son, como decía Juan Pablo ll, dos alas para alcanzar la verdad y complementaria, no hay una contradicción en principio”.
“No hay una mochila de verdades”
Justamente, el diálogo que se abrió tras las cartas en el diario en torno al planteamiento de Walker y Peña también ahonda en cómo será el rol de los políticos católicos en el proceso constituyente que viene. Sobre todo porque, nuevamente, estarán sobre la mesa varios temas llamados valóricos. Uno de ellos puede ser, eventualmente, la eutanasia.
“El cristianismo no tiene una mochila de verdades que pudiera imponer en el foro público sin someterlas a la discusión. Tiene una visión en el mundo que no le autoriza a decir que ‘porque yo opto por los pobres, los parlamentarios católicos tienen que votar en contra de divorcio’. Eso no lo puede hacer”, dice a PAUTA Jorge Costadoat.
-Pero algunos lo hicieron.
“Muchas cosas las han hecho, pero contra eso es que Ignacio Walker ha debido luchar. Porque él, como un católico, ha estado obligado a articular fe y razón. Y eso es por un mandato del Concilio Vaticano l, no del ll, que condena el fideísmo que es la fe del carbonero. Es el que te dice: ‘Esto es así y no se discute’. Eso es el tradicionalismo”.
Costadoat explica que en la tradición de la Iglesia hay una pluralidad de interpretaciones. “Y esa tradición siempre está abierta a nuevas maneras de ver las cosas. Entonces, el tradicionalismo y la tradición de la Iglesia se excluyen, son antónimos”.
Subraya: “Los cristianos están obligados a ser tolerantes”.
Tras el debate en las cartas, también está la interrogante de cómo debe actuar un político católico y hasta dónde pueden llegar sus convicciones personales, por ejemplo, para influir en los asuntos públicos al legislar o trabajar en una nueva Constitución.
El teólogo lo resume así: “Llegar a tener una convicción es lo mejor que uno puede tener en la vida. Porque no tenerlas es propio de una ameba. Las convicciones no se defienden, se tienen. Pero, a partir de las convicciones, uno puede pensar y está obligado a discutir y a tratar de hacer entendible la opción que uno pueda tomar frente a cualquier proyecto de ley”.
Y ante ello, repara: “En una sociedad democrática, tengo que estar abierto a perder”.