¿La derrota de la UDI de antaño? Las visiones sobre el triunfo de Javier Macaya
El 45-54 del fin de semana invirtió la lógica que se había instalado en las últimas elecciones: ahora la disidencia juega de titular. La pregunta que intentan responder en el partido es por qué.
La votación que consagró a Javier Macaya como nuevo presidente de la UDI el sábado pasado marcó a lo menos un punto de inflexión en la historia del partido. Los más emocionados con el triunfo dicen que acontenció algo “histórico”, porque nunca, con las dos corrientes -históricos y disidentes- enfrentadas, se había logrado imponer el ala juvenil. El 55-44% revirtió la tendencia de las últimas dos votaciones, en las que ganó la senadora Jacqueline Van Rysselberghe.
El cambio en el resultado hizo resonar las palabras de quienes criticaron el regreso del penúltimo de los coroneles, Pablo Longueira, en agosto de este año. En ese entonces se decía que la tienda que fundó Jaime Guzmán varias décadas atrás hoy no era la misma de antes y que su discurso no tendría la misma cabida que podría haber tenido en el pasado.
Parece que algo de eso había: a Longueira no le resultó la intensa propaganda al Apruebo, ni su intención de presidir la colectividad, aunque aún tiene entreabierta una puerta para ser constituyente. Pero independientemente de aquello, quien encabezaba la lista era el exsenador Víctor Pérez, una figura que a la luz de los últimos hechos representaba cierta hidalguía para quienes lo defendían, y que iba escoltado de pesos pesados como la actual presidenta del partido y el exministro Claudio Alvarado.
Esa lista, la de “continuidad”, perdió. Y los militantes manejan varias teorías sobre por qué. Una es que, como quienes dicen que Chile cambió, la UDI también cambió y la corriente de los fundadores perdió influencia. Otra explica que, al igual que en todas las elecciones pasadas, fue un triunfo circunstancial: se votó por quien correspondía en cierto momento para lograr ciertos objetivos. Y la más pragmática, representada por la misma lista de Pérez, argumenta simplemente que los otros se articularon mejor, pero que hay una crítica evidente a una serie de errores que el partido ha cometido en los últimos años.
La pérdida de influencia
¿Qué pasó con los fundadores y la promesa de resucitar la UDI de antaño? “Influyen menos, pero no se restan del proceso ni deben dejar de cumplir un rol a futuro”, declara a este medio el diputado y expresidente de la colectividad, Patricio Melero. Representa a los más antiguos -tiene casi 40 años de militancia-, pero apoyó a los juveniles en esta vuelta.
“Esos liderazgos van a seguir gravitando, pero no van a seguir conduciendo y van a tener un grado que cumplir en los desafíos que vienen por delante”, agrega.
Otros también apuntan en esa línea y piden que ojalá Longueira no se reste de lo que viene, pues, a pesar de todo, sigue siendo una figura valorada en el partido y muchos de quienes hoy militan ingresaron a la UDI gracias a él. “Si la nueva directiva quiere tener una gestión exitosa, va a necesitar de la ayuda de liderazgos como el de Longueira, por lo tanto, lejos de jubilarse, que se podría haber ido tranquilamente si hubiera ganado Víctor Pérez, ahora lo que tiene que hacer es activarse para llevar toda esa experiencia a que las nuevas generaciones también tengan gestiones exitosas”, plantea Guillermo Ramírez, otro de los seguidores del dúo Hoffmann-Macaya.
La tendencia juvenil, que representan los hoy nuevos dueños de la mesa de la UDI y otros como el ministro Jaime Bellolio, llevaba dos elecciones consecutivas perdiendo. Pero con un margen mucho más estrecho cada vez. La última, Macaya se enfrentó a Van Rysselberghe y perdió por 500 votos. Ahora la votación se invirtió y, en medio de la pandemia y con solo 8mil votos en un universo de 45 mil militantes, Macaya ganó. Aquello es leído por algunos como un cambio generacional, pero esa idea es resistida por quienes representan la otra línea de batalla.
Una lectura de fondo
Uno de quienes niegan aquello: el diputado Ramón Barros, candidato a secretario general de la lista de Pérez. Barros recuerda que la corriente de los fundadores -y los restos de ‘los coroneles’- apoyaron a Macaya y no a la propuesta que el mismo Longueira articuló. Lo dejaron solo, de alguna forma, y no había sido la primera vez. Apenas apareció dijo estar por el Apruebo y, de los nombres más rimbombantes del partido, ninguno lo apoyó. Salvo Joaquín Lavín, que ya estaba en esa lógica desde antes.
Dos claves en el análisis de Barros para explicar la derrota: que el grupo de Macaya se organizó mejor porque llevaban muchos años trabajando juntos, y que a pesar de que ellos representaban una lista de continuidad, el resultado del sábado no es una crítica a la actual directiva, sino a algo mucho más profundo.
“La UDI ha ido perdiendo sustento en su tema popular, en su tema de copar las organizaciones intermedias. Se parlamentarizó mucho el partido. Uno no oye la voz de un estamento de alcaldes, de cores, ni en las regiones con sus dirigentes, sino más bien sólo planteamientos de parlamentarios y eso es un profundo error. Y es un error que hemos cometido entre todos”, explica Barros a PAUTA.
Esa es la misma razón que esgrimen en el otro bando para justificar el triunfo disidente: que había que volver a conectar con la gente en regiones, abrir sedes y escuchar más a las bases, y que la lista lo dejó claro en su propuesta. Incluso varios de ellos eran proclives a encontrar una fórmula para llegar a una directiva de consenso, pero las negociaciones nunca prosperaron.
“Nuestro proyecto siempre tuvo un sentido unitario, de equipo y eso es lo que nosotros queremos reflejar. Quienes quieran leer que aquí hay una misión a favor o en contra de una persona o de un grupo, están equivocando el diagnóstico. Precisamente lo que nosotros hicimos fue hablar de una UDI que buscaba la unidad, que buscaba estar con las bases, volver a escucharnos y esa es la única conclusión que podemos sacar aquí honestamente”, dice el jefe de la campaña de los ganadores, el diputado Juan Antonio Coloma Álamos, en conversación con este medio.
Lo que haría su padre, el senador Juan Antonio Coloma Correa, fue una de las grandes incógnitas en todo el proceso: es uno de los cuatro históricos ‘coroneles’ y en 2016 apoyó a Van Rysselberghe, pero respaldó a Macaya en 2018. Él, que representa esa UDI histórica, declara que aquí no hubo mucha tendencia que ver ni una lectura tan profunda que hacer. Niega, incluso, que en la UDI alguna vez haya existido la división por lotes.
“En un momento determinado es mejor una alternativa; en otro, otra. No le doy una lógica copernicana. Las mismas personas pueden ir tomando definiciones distintas conforme a lo que creen necesario en un momento determinado. No es que los mismos siempre están votando por los mismos. Nuestro partido tiene una capacidad bien amplia de ir reflexionando y tomando decisiones conforme a las necesidades del momento”, comenta a este medio el senador Coloma.