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Historia de dos pandemias

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Créditos: La Moncloa
POR Eduardo Olivares |

En su columna política de esta semana, John Müller compara el manejo de la pandemia -y cómo son las críticas- en Chile y en España. “El coronavirus no tomó al gobierno chileno por sorpresa, como sí ocurrió con el español”, dice.

Chile, México y Costa Rica son los tres países de Iberoamérica que comenzaron a inocular durante esta Navidad la vacuna de Pfizer contra el Covid-19. Desde cualquier punto de vista, este hecho constituye un éxito para el Gobierno de Sebastián Piñera que sitúa a Chile al mismo nivel que el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá o el exclusivo club que forma la Unión Europea que este sábado empezó a inocular a sus ciudadanos de más riesgo. Es una prueba de la buena gestión que se puede desarrollar aprovechando la solvencia del Estado de Chile y el prestigio internacional que retiene el país.

Han existido críticas sobre el escaso número de dosis facilitadas a Chile en este primer embarque, pero a España llegó, en términos proporcionales, un volumen parecido de vacunas y el gobierno del socialista Pedro Sánchez no titubeó un segundo en tapar la caja original de Pfizer con un enorme cartel del gobierno español para que no cupiera la menor duda de quién era el artífice de lo ocurrido.

Desde que estalló la pandemia en marzo pasado, he seguido con detalle lo que ha sucedido en España y Chile con el coronavirus. Ambos países tienen gobiernos de signo opuesto, uno de derecha y otro de izquierda. Esto me ha servido para no sucumbir al efecto sectario de las ‘cámara del eco’ y creo que, si reviso todos mis escritos e intervenciones radiofónicas a lo largo de este año, no he caído en la incoherencia de criticar en España una cosa que alabara en Chile o viceversa.

Pero este escrúpulo profesional también me ha permitido comprobar que, muchas veces, la izquierda usó en Chile los mismos argumentos para criticar al Presidente Piñera que la derecha y la ultraderecha española emplearon contra Pedro Sánchez. Los gobiernos se llevaron la peor parte en la historia de dos pandemias con casi los mismos reproches, algunos exagerados, con una diferencia estructural importante: en España, el sistema sanitario es en un 80% público, la cobertura es universal y se paga con impuestos, lo que debería haber generado políticas de Salud mucho más sólidas que las que quedaron en evidencia en marzo pasado.

La reacción social ante la llegada de la enfermedad fue similar en Chile y en España. Los economistas españoles, como los chilenos, se convirtieron en expertos epidemiólogos aprovechando sus conocimientos de estadísticas para criticar las decisiones oficiales. Sin embargo, el Colegio de Médicos de Chile fue mucho más crítico con las medidas del gobierno desde el primer momento, al menos en público. Las organizaciones médicas españolas hicieron menos ruido, pero recurrieron a las instituciones: emprendieron diversas acciones legales ante la Justicia por la falta de protección y equipamiento de los trabajadores. Esta falta de previsión del gobierno español se tradujo en una elevada tasa de contagios entre los profesionales sanitarios.

El coronavirus no tomó al gobierno chileno por sorpresa, como sí ocurrió con el español. En Chile se impusieron restricciones antes que en España y desde febrero un equipo oficial andaba a la busca de respiradores. Los métodos de rastreo de los contagios eran más estrictos en Chile que en España, según pude comprobar personalmente en octubre, básicamente porque la ley de protección de datos española es más garantista que la chilena.

Sin embargo, la falta de previsión obligó al gobierno español a dictar un enclaustramiento general al comienzo de la crisis para evitar la saturación de sus servicios hospitalarios que causó un grave daño a la economía con una caída del 17,9% en el producto en el segundo trimestre de 2020 (en Chile la caída fue del 13,5% en el mismo periodo).

La misma polémica sobre la manera de informar del número de contagios y fallecimientos se ha registrado en ambos países. Dos organismos independientes españoles (el Registro Civil y el Instituto Nacional de Estadísticas) han certificado un exceso de muertos que superaba en casi un tercio al dato oficial hasta el mes de mayo. El Ministerio de Sanidad español, en vez de rectificar, solo reconoce las cifras hasta mayo.

En Chile, estas polémicas le costaron el puesto al ministro Jaime Mañalich, pese a que su estrategia de preparación ante la pandemia, de confinamientos dinámicos y, sobre todo, la habilitación de camas UCI en tiempo récord, no se han demostrado erróneas. ¿Mañalich cometió errores de comunicación? Sin duda, pero también los ha cometido el ministro Salvador Illa en España, quien sigue en su puesto, aunque este tiene mucho mejor humor y más paciencia con la prensa.