Receta china versus fórmula estadounidense: cómo Trump fue “derrotado” en la Guerra Comercial
Según datos de Rhodium Group, la inversión directa de EE. UU. en China aumentó de US$ 12.900 millones en 2016 a US$ 13.300 millones en 2019.
Como es bien sabido, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó un tuit en 2018 cuando comenzó a imponer aranceles de US$ 360.000 millones a las importaciones de China donde decía que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Resulta que estaba equivocado en ambos aspectos.
Incluso antes de que el coronavirus contagiara a millones de estadounidenses y desencadenara la peor recesión económica desde la Gran Depresión, China resistió los golpes arancelarios de Trump, según las mismas métricas que utilizó para justificarlos. Una vez que China tuvo el virus bajo control, la demanda de equipos médicos y equipos para trabajar desde casa amplió su superávit comercial con Estados Unidos a pesar de los impuestos.
Si bien las tensiones comerciales entre las dos mayores potencias económicas del mundo no comenzaron bajo Trump, él intensificó la lucha con aranceles y sanciones sin precedentes para las empresas de tecnología. El enfoque más duro, según los registros presentados a continuación, no salió como esperaba. Pero está dejando a su sucesor, Joe Biden, un bosquejo de lo que funcionó y lo que no funcionó.
“China es demasiado grande y demasiado importante para la economía mundial para pensar que se puede cortar como una muñeca de papel”, dijo Mary Lovely, profesora de economía en la Universidad de Syracuse. “La Administración Trump recibió una llamada de atención”.
Aumentó el déficit comercial de EE. UU.
Trump prometió en su campaña electoral de 2016 “comenzar a revertir” muy rápidamente el déficit comercial de bienes de EE. UU. con China, ignorando a los economistas convencionales que minimizan la importancia de los déficits bilaterales. Sin embargo, el déficit con China aumentó desde entonces, llegando a US$ 287.000 millones en los 11 meses hasta noviembre del año pasado, según datos chinos.
El déficit disminuyó en 2019 en términos interanuales debido a que empresas estadounidenses aumentaron sus importaciones de países como Vietnam, pero se mantuvo por encima de la brecha de US$ 254.000 millones de 2016. Esto se debió en parte a que la imposición de aranceles de represalia por parte de Pekín a alrededor de US$ 110.000 millones en bienes redujo sus importaciones de productos estadounidenses, y éstos solo comenzaron a recuperarse en los últimos meses de 2020.
Como parte del acuerdo comercial de fase uno firmado hace un año, Beijing hizo un ambicioso compromiso de importar US$ 172.000 millones en productos estadounidenses en categorías específicas en 2020, pero hasta finales de noviembre solo había comprado 51% de ese objetivo. La caída de los precios de la energía en medio de la pandemia y los problemas con los aviones de Boeing Co. tuvieron un papel en ese fracaso.
El déficit persistente demostró la dependencia de las empresas de la gran capacidad de fabricación de China, que la pandemia puso de relieve nuevamente. China fue el único país capaz de aumentar la producción a una escala lo suficientemente grande como para satisfacer la creciente demanda de productos como computadoras para trabajar desde el hogar y equipos médicos.
El presidente chino, Xi Jinping, expresó el lunes su confianza en el ascenso de China, diciendo a los funcionarios que “el tiempo y la situación están a nuestro favor”. El líder chino dijo que veía que “las oportunidades superaban los desafíos”, un cambio marcado respecto de sus duras advertencias de los últimos meses.
La máquina de exportación de China continúa
Trump dijo repetidamente que la adhesión de China a la Organización Mundial de Comercio en 2001 hizo que su economía despegara como un “cohete“, un resultado que consideró injusto. El resultado final fue que la guerra comercial de Trump con China coincidió con otra expansión en las exportaciones chinas. Después de contraerse durante dos años consecutivos en 2015 y 2016, el total de las exportaciones chinas creció todos los años después de que Trump asumiera el cargo, incluso en 2019 cuando las exportaciones a EE.UU. cayeron.
Un grupo de 10 naciones del sudeste asiático reemplazó a EE. UU. como el segundo mayor socio comercial de China en 2019. Es probable que el cambio a Asia continúe, ya que se prevé que las economías del sudeste asiático crecerán más rápido que los países desarrollados en la próxima década. Esos vínculos comerciales se consolidarán aún más con el pacto de la Asociación Económica Integral Regional firmado a fines del año pasado, en el que 15 economías regionales reducirán gradualmente algunos aranceles sobre sus productos.
Empresas estadounidenses permanecen en China
Trump dijo que los aranceles alentarían a los fabricantes estadounidenses a trasladar la producción al país, y en un tuit de 2019 él “ordenó” que “comenzaran inmediatamente a buscar una alternativa a China”. Pero hay poca evidencia de que tal cambio tenga lugar.
Según datos de Rhodium Group, la inversión directa de EE. UU. en China aumentó ligeramente de US$m12.900 millones en 2016 a US$ 13.300 millones en 2019.
Más de tres cuartas partes de más de 200 fabricantes estadounidenses encuestados en septiembre en Shanghái y sus alrededores dijeron que no tenían la intención de mover la producción fuera de China. Las compañías estadounidenses citan regularmente al rápido crecimiento del mercado de consumo de China, combinado con sus fuertes capacidades de fabricación, como razones para expandirse allí.
Pérdidas económicas en ambos lados
Trump afirmó que los aranceles habían impulsado la economía de EE. UU., mientras que la economía de China tenía su “peor año en más de 50” en 2019. Sin embargo, los impactos económicos directos fueron pequeños en relación con el tamaño de las economías de los dos países, ya que el valor de las exportaciones entre ellos es pequeño en relación con el producto interno bruto.
China creció igual o más de 6% tanto en 2018 como en 2019, con aranceles que le costaron alrededor de 0,3% del PIB en esos años, según Yang Zhou, economista de la Universidad de Minnesota. De acuerdo a su estimación, la guerra comercial le costó a EE. UU. 0,08% del PIB durante el mismo período. El ganador más claro fue Vietnam, donde los aranceles aumentaron el PIB en casi 0,2 puntos porcentuales a medida que las empresas se reubicaban.
Consumidores de EE.UU. asumen los costos
Trump afirmó repetidamente que China estaba pagando los aranceles. Los economistas que analizaron las cifras se sorprendieron al encontrar que los exportadores chinos generalmente no bajaron los precios para mantener sus productos competitivos después de la imposición de los aranceles. Eso significa que los aranceles estadounidenses eran pagados principalmente por sus propias empresas y consumidores.
Los aranceles llevaron a una pérdida de ingresos para los consumidores estadounidenses de aproximadamente US$ 16.800 millones anuales en 2018, según un informe de la una Oficina Nacional de Investigación Económica.
Otro golpe autoinfligido: los aranceles a las importaciones procedentes de China tendieron a reducir las exportaciones estadounidenses. Esto se debió a que las cadenas de suministro globalizadas significan que la manufactura se comparte entre los países, y EE.UU. aumentó los costos de sus propios bienes al imponer aranceles a las importaciones de componentes chinos.
El cinturón de óxido no vio mejoría
Trump hizo una fuerte campaña en 2016 con la promesa de revivir el Cinturón de Óxido trayendo las manufacturas y sus empleos de regreso al país. No sucedió.
El crecimiento de los empleos manufactureros en EE.UU. se aplanó en 2019, en parte debido a la caída de las exportaciones. Incluso las regiones que albergan industrias como la siderúrgica, que recibieron protección explícita de los aranceles de Trump, experimentaron una disminución en el empleo, según una investigación realizada por Michael Waugh, economista de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, lo que sugiere que la guerra comercial no alteró significativamente la trayectoria de la manufactura estadounidense.
De la guerra comercial a guerras tecnológicas
Ahora depende del presidente electo, Joe Biden, decidir si continuar la guerra comercial. En una reciente entrevista, dijo que no eliminaría los aranceles de inmediato y que en cambio revisaría el acuerdo de la fase uno.
En comparación con los aranceles, un conflicto cada vez mayor por la tecnología es más preocupante para China. Las sanciones y las restricciones a las exportaciones impuestas por Washington han amenazado la viabilidad de compañías tecnológicas líderes como Huawei Technologies Co. y el fabricante de microchips Semiconductor Manufacturing International Corp. Esa es una amenaza existencial para los planes de crecimiento económico de Beijing.
Hasta ahora, el impacto de las acciones de EE. UU. ha sido acelerar el impulso de Beijing hacia la autosuficiencia tecnológica. El tema ha impulsado la agenda del Partido Comunista, simbolizado por una declaración realizada el mes pasado de que aumentar la “fortaleza científica y tecnológica estratégica” es la tarea económica más importante.