¿Y si Narváez fuera la AKK de Bachelet?
Angela Merkel había señalado a Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK) como su sucesora. Y “AKK no pudo cumplir la misión”, opina John Müller en su nueva columna de esta semana.
De pronto, como por ensalmo, lo que parecía que iba a ser una disputada primaria presidencial de la centroizquierda en Chile dejó de serlo. El anuncio de la exportavoz de gobierno Paula Narváez de que disputará la candidatura por el Partido Socialista, justo 13 días después de que la expresidenta Michelle Bachelet lanzara la idea proponiéndola como su “continuadora natural”, gatilló la caballerosidad del senador José Miguel Insulza, que rápidamente se hizo a un lado para dejarle paso, y extendió la idea de que la cuestión está totalmente zanjada.
La influyente columna dominical de Carlos Peña en El Mercurio destacaba este domingo que su género le ha permitido a Narváez refulgir “sin necesidad de estridencia alguna” y subrayar la contradicción que suponía para los socialistas contar con un elenco de aspirantes “donde abundaban los candidatos, las canas y los bigotes”. Pasaron los tiempos, afirmaba Peña, en que las candidaturas eran “el precipitado de una trayectoria”. Heraldo Muñoz, Carlos Maldonado y Jorge Tarud tendrán que darse cuenta de ello, tal como lo han hecho Insulza y Álvaro Elizalde.
El género es un atributo importante de la nueva candidata y así lo valora ella misma. En su video de dos minutos, grabado con el viento del sur rebotando en el micrófono de su cámara, empleó tres veces la expresión “todos, todas y todes“, aunque bien podía haberla empleado tres veces más, cuando agradecía, cuando llamaba a trabajar y cuando pedía construir “un Chile verdaderamente de todos y todas”. Sin embargo, no lo hizo, porque si lo hubiera hecho, su video hubiera durado medio minuto más y mucha menos gente lo habría escuchado.
Como muchas cosas en la vida, las lenguas están presididas por el principio de economía; es decir, la ley del mínimo esfuerzo. Además, la Gramática española indica que el género no marcado de esta lengua, es decir el género que viene “por defecto”, es el masculino. Por lo tanto, no es necesario decir “todos y todas” (mucho menos “todes”, que no existe y que parece que quieren convertir en el nuevo género no marcado); basta con decir “todos”. Y cuando usamos un adjetivo para caracterizar varios sustantivos masculinos y femeninos en una oración lo usamos en masculino (“bosques y siembras estaban quemados”).
Pero convengamos que Narváez se saltó las reglas gramaticales por una cuestión simbólica y para enfatizar aún más que ella se dirige a los jóvenes que no se sienten identificados con “los candidatos, las canas y los bigotes”. Además, tras la aprobación de la paridad matemática de género para la Convención Constituyente, es probable que los debates sobre el género desplacen a los debates sobre la desigualdad en la campaña chilena. Veremos cómo encajan las reivindicaciones del feminismo tradicional con el feminismo queer (que sostiene que el sexo y el género no están en la naturaleza humana, sino que son construcciones culturales), porque ya se sabe que cuando llega la hora de legislar todo esto tiene efectos precisamente en los delitos contra la mujer. En España no se habla mucho del tema ahora, pero el verdadero asunto que separa a las ministras socialistas de las de Podemos en el actual gobierno es este.
Es posible que los analistas están vendiendo la piel del oso antes de cazarlo y olvidan lo que nos ha enseñado la pandemia: que la historia no está escrita. Precisamente este domingo todo el mundo pudo ver cómo en Alemania tres hombres entrados en años, con canas, aunque sin bigotes, se disputaban la sucesión de una mujer (Annegret Kramp-Karrenbauer, conocida como AKK) que había sido designada a dedo por otra poderosa mujer para que fuera su continuadora. AKK no pudo cumplir la misión que le encargó Angela Merkel porque fue incapaz de sobreponerse a sus propios errores de juicio y a la dura oposición que le planteó el ala derecha de la CDU que se le subió a las barbas.
Paula Narváez es una mujer fogueada en política, que fue una hábil portavoz del Ejecutivo, y, sobre todo, que desde La Moneda hacía muy bien una cosa que es clave para gobernar: inquietar y mantener en ascuas a la oposición, y reconfortar a los suyos para que no perdieran la fe en su gobierno. Tiene, además, el rodaje internacional que ha adquirido trabajando con Bachelet. Pero, no tiene perfil político en el partido, ni en el Congreso, ni en la política chilena y la opinión pública ahora mismo no se acuerda de ella. Le queda todo por construir y de momento solo es “la continuadora” de la expresidenta, como la misma Bachelet dijo al apoderarla por carta en diciembre.
¿Y si en vez de la “continuadora”, Narváez fuera AKK?