El estudio que demuestra la nula relación entre criminalidad e inmigración en Chile
El informe de un instituto alemán revela que sí hay prejuicios sociales y detecta el papel de ciertos medios de comunicación.
Antes de ser electo como Presidente, Sebastián Piñera contestó así una pregunta sobre su futura política de migrantes: “Cerraremos fronteras a los que vengan a delinquir”. Desde aquello ya han pasado tres años y medio, y la idea de la relación entre el crecimiento de la delincuencia y el aumento de la inmigración sigue presente, ahora removida por la alarmante situación en Colchane, en la Región de Tarapacá.
Pero esa relación no es tal. Al menos así lo demuestra una publicación en desarrollo del IZA Institute of Labor Economics, en Alemania, en la que sus autores –Nicolás Ajzenman, Patricio Domínguez y Raimundo Undurraga– concluyen que entre 2008 y 2017 “la afluencia masiva de inmigrantes [a Chile] no tuvo ningún impacto en la victimización, pero aumentó significativamente tanto las preocupaciones relacionadas con el crimen como las conductas de prevención del crimen”.
Es decir: el crecimiento de la población migrante no tuvo ningún impacto en la cantidad de crímenes reportados durante la década que abarca el estudio. Pero sí impactó en la conducta de las personas en relación con la necesidad de reforzar su propia seguridad, para no ser víctimas de algún delito. Por ejemplo, la gente compró más alarmas.
No hay victimización, pero hay mayor preocupación
Según una estimación del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), hacia diciembre de 2019 había 1.500.000 inmigrantes en Chile. Y ya en septiembre de 2020, el Centro de Estudios Públicos (CEP) había demostrado que los extranjeros estaban subrepresentados en la cantidad de imputados y condenados totales en el país. Con datos de la Defensoría Penal Pública, también hasta 2017, investigadores del CEP llegaron a la conclusión de que los inmigrantes correspondían solo al 2,36% de los imputados y solo al 2,57% de los condenados totales en Chile. Según el CEP, el único caso en el que había una sobrerrepresentación dentro de esos mismos números es en los condenados e imputados por delitos contra la Ley de Drogas, en específico tráfico, y solo en el Norte Grande.
Lo novedoso que aporta el estudio preliminar de Ajzenman, Domínguez y Undurraga es que, si bien no habría relación entre migración y delincuencia, cuando aumenta la población extranjera la gente se preocupa más -aparentemente de forma infundada- y se equipa más. En la investigación los autores observan que, mientras mayor cantidad de extranjeros hay en un área determinada, se produce un gran efecto en diferentes medidas de comportamiento preventivo del delito, como aumentar la seguridad personal, instalar una alarma o coordinar acciones de seguridad con vecinos o autoridades locales.
¿Por qué? Los investigadores plantean primero que la ‘amenaza intergrupal’ relacionada con la etnia no es un factor importante. Pero sí es relevante el nivel educativo de esos migrantes. “Si bien el efecto nulo sobre la victimización se aplica tanto a los grupos altamente calificados como a los poco calificados, los efectos sobre las preocupaciones relacionadas con el crimen y las reacciones conductuales preventivas del crimen parecen ser más significativos cuando los inmigrantes tienen menos educación”, se comenta en el paper.
Todo esto a pesar de que los inmigrantes tienen mayor años de escolaridad que los chilenos, según datos del INE en 2017: mientras que los nacionales de 25 años o más tienen 11 años de escolaridad, quienes nacieron en el extranjero y hoy residen en el país tienen 12,6.
La pregunta entonces es cómo se construyen esas preocupaciones. Y ahí, un punto relevante para la discusión es el rol que tienen los medios de comunicación. La evidencia también es alarmante.
El rol de los medios
Para el estudio, los autores cruzaron una serie de variables provenientes de dos grandes fuentes de información: datos oficiales de inmigración y la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), entre 2008 y 2017. Así, utilizaron la información sobre la cantidad de visas y permisos de residencia permanentes que entregó el Departamento de Extranjería y Migraciones, que incluyen estadísticas demográficas básicas como fecha de nacimiento, nacionalidad, lugar de residencia previsto al momento de la solicitud, género, educación y experiencia laboral. Los datos sobre la población general los obtuvieron del INE.
A la vez, utilizaron datos de la Subsecretaría de Telecomunicaciones para determinar la cantidad de radios locales y analizaron la frecuencia de noticias relacionadas con el crimen en televisión y diarios. Cruzando todo aquello con la base de datos de Carabineros de arrestos por homicidios, la respuesta es contundente y tiene dos aristas.
Primero, si bien el efecto de la inmigración sobre la victimización no existe en ningún municipio, independientemente de si hay alta o baja cantidad de estaciones de radios per cápita, las preocupaciones relacionadas con el crimen y con las conductas preventivas son solamente significativas en comunas con un número “relativamente grande” de radios.
Y además, a pesar de que en la base de datos que armaron los extranjeros estaban representados solo en 2% de los casos de homicidio donde había un sospechoso identificado, “la frecuencia de cobertura mediática es sistemáticamente mayor cuando un homicidio es perpetrado por un inmigrante, en comparación con cuando lo comete un chileno. Esto último sugiere que el sesgo de los medios podría desempeñar un papel clave en la brecha cada vez mayor entre las tendencias reales del crimen y la percepción pública del crimen”, se explica en la publicación.
Entonces, ¿son los medios responsables de la percepción de inseguridad relacionada con los migrantes? “No podemos ser tan determinantes al respecto. Lo que encontramos es que, cuando se produce un asesinato, hay mayor cantidad de noticias hablando de crímenes en los días posteriores si el asesinato lo cometió un extranjero, en comparación a cuando lo comete un nacional”, responde Ajzenman a PAUTA.
El estudio concluye con una reflexión sobre la importancia de relevar este tipo de información para la construcción de políticas migratorias “no discriminatorias y equilibradas”. Y pone la alerta sobre la posibilidad de que esa brecha entre la percepción del crimen y la victimización pudiera aumentar la hostilidad, los prejuicios hacia los extranjeros y, además, ser una razón para los cambios en las preferencias políticas, según ha documentado literatura reciente en otros países del mundo.