Actualidad

Llegó la hora de Rodrigo Delgado

Imagen principal
Agencia Uno
POR Eduardo Olivares |

“No dejan de sorprender estas discrepancias entre representantes de partidos centrales del sistema”, dice John Müller en esta columna: “Son discrepancias que deberían estar encarriladas antes de que un ministro hable con la prensa”.

Hasta ahora, cuando uno preguntaba en el oficialismo sobre cómo estaba siendo evaluado el bajo perfil del ministro del Interior, Rodrigo Delgado, muchos contestaban que “muy positivamente” porque este había conseguido articular una respuesta a los embates contra el gobierno de alcaldes fortalecidos por la pandemia. También se valoraba que la oposición no se hubiese fijado en él. Algún exministro de Sebastián Piñera comentó irónicamente: “Delgado ha conseguido que en tres meses la oposición no lo acusara constitucionalmente”.

Eso se ha acabado precisamente la misma semana que el Gobierno iniciaba el proceso de vacunación masiva, gracias al cual Chile se ha vuelto a situar en posiciones ejemplares en los rankings de buena gestión. Ahora, Delgado, que lleva en el cargo desde el 4 de noviembre pasado, tiene dos asuntos quemantes sobre la mesa: la invasión migratoria en Colchane y la violencia en La Araucanía, que se extendió hasta la Región de Los Ríos por la lamentable e innecesaria muerte de un joven que se abalanzó con machetes sobre un carabinero.

En ambos casos se vuelven a poner de manifiesto los graves problemas de mantenimiento del orden y la seguridad en el país que es la tarea principal de Delgado.

A partir de esta semana, las Fuerzas Armadas tendrán un protagonismo mayor, con nuevas herramientas, para desarrollar el control fronterizo en virtud del decreto 265. Delgado también ha anunciado que el contingente desplegado en la zona de Colchane será reforzado. Es curioso, muchos militares tendrán que volver a un teatro de operaciones donde estaban desplegados hace solo dos o tres años en tareas de desminado de los mismos pasos fronterizos que ahora está siendo utilizados por los inmigrantes.

Pero el asunto también reviste riesgos. El despliegue tecnológico es útil hasta cierto punto, pero, como defendía el general Schwarzkopf durante la primera Guerra del Golfo, la superioridad aérea no sirve de nada si no hay infantería para ocupar el territorio. Al final, alguien debe controlar e identificar a los extranjeros y los militares no son una policía de fronteras.

La crisis en la que se encuentra el mundo policial en Chile demuestra su atraso y falta de adaptación ante nuevos desafíos. La muerte del artista callejero en Panguipulli, cuyo cuerpo presentaba cuatro impactos de bala, demuestra la falta de instrucción táctica y de elementos modernos (pistolas eléctricas, gases disuasorios…) que permitan modular la respuesta a una agresión.

El respaldo a la institución no puede soslayar que Carabineros padece una crisis multidimensional: de legitimidad, organizacional, cultural y técnica. La institución ha pagado un elevado costo reputacional al quedar sus procedimientos expuestos tanto en los tribunales como ante la opinión pública por unos medios de comunicación y redes sociales que, al carecer del adiestramiento de un juez profesional, son incapaces de apreciar los matices del Derecho Penal. 

Antes, incluso, que un acuerdo sobre La Araucanía, el ministro del Interior tendrá que avanzar en la construcción de un consenso político en torno a la fuerza pública. Delgado se lamentó de que “cuestionar el accionar de las policías permanentemente no ayuda a que haya justicia o Estado de Derecho en algunos lugares” y se quejó en El Mercurio del obstruccionismo que ha sufrido el paquete legislativo del gobierno en el Congreso. Pero inmediatamente el senador Francisco Huenchumilla (DC), un actor al que se percibe como una opinión autorizada en la materia, cuestionó públicamente esta tesis que tachó de “falsa”. “Si algo hay es justamente legislación”, ha asegurado en varias ocasiones.

No dejan de sorprender estas discrepancias entre representantes de partidos centrales del sistema, es decir que han gobernado el país en algún momento. Que ocurran una vez, pase, pero que sucedan sistemáticamente solo demuestran que alguien no ha cogido el teléfono. Son discrepancias que deberían estar encarriladas antes de que un ministro hable con la prensa, de lo contrario se expone a que su autoridad quede en entredicho.

Y ya se sabe que una institución cuestionada no puede ser respaldada por una autoridad en entredicho.

Delgado tiene una tarea muy compleja, es el encargado de administrar los restos del Plan Araucanía, pero sobre todo de la crisis en Carabineros. A veces la historia engaña, pero esta crisis policial es más antigua y compleja que la de este periodo violento en la Araucanía. Y como demuestra Colchane, con consecuencias mucho más amplias.