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Cierre de jardines en la pandemia golpea desarrollo de preescolares

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Agencia Uno
POR Marcela Gómez |

Estudio revela que manejo de vocabulario y habilidades socioemocionales de niños menores de cuatro años muestran niveles inferiores a los de generaciones anteriores.

El nivel de educación que alcanza la madre es uno de los mejores predictores que existen respecto del desarrollo niño en distintas dimensiones, entre ellas su vocabulario y rendimiento escolar. En los análisis, hay cinco puntos de diferencia en ese desarrollo entre tener una madre con educación media completa y una con educación universitaria. En pandemia, para los niños preescolares que se quedaron en casa en vez de asistir al jardín infantil el resultado es como quitarle el título universitario a la madre.

Con este ejemplo, el académico de Clapes UC y de la Universidad de Maryland, Sergio Urzúa, graficó el inmpacto que tiene el cierre de centros de educación inicial en los aprendizajes y bienestar de los preescolares. Esto al comentar el primer estudio sobre el tema, elaborado en conjunto por Clapes UC y el Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales UC.

Los investigadores aplicaron en forma presencial cuatro instrumentos de evaluación a 240 niños entre tres y cuatro años de familias vulnerables, cuyos resultados son representativos de la población nacional. En síntesis, en desarrollo general, adquisición de lenguaje y problemas socioemocionales, la generación 2020 tiene rendimientos menores a otras generaciones evaluadas.

“Las brechas son negativas y estadísticamente significativas”, afirmó la investigadora Alejandra Abufhele al presentar los datos. En cuanto a las funciones ejecutivas (como la memoria de trabajo, la flexibilidad mental y el autocontrol), los resultados no son estadísticamente significativos. 

“Las niñas y niños evaluados muestran un desempeño disminuido respecto de sus pares evaluados en 2017. El rezago en vocabulario, desarrollo general y socioemocional es importante. Los resultados son robustos e ilustran el potencial efecto que ha tenido en estos niños no haber asistido al jardín presencialmente”, precisó.

Compensar el retraso

Para Sergio Urzúa, la conclusión que se extrae de estos resultados es demoledora: “Tenemos un inmenso problema. Esto no para acá. Es ingenuo pensar que si los jardines infantiles se abren mañana esto se evapora”.

El economista firma que toda la evidencia disponible apunta a que el impacto de este deterioro “es de largo plazo”, ya que las diferencias en desarrollo se mantienen en el tiempo, afectando la escolaridad, ingresos laborales futuros y la salud mental, entre otros.

A su juicio, si esto equivale “a perder un año de escolaridad en materia de formación, lo que uno dejó de apender, fácilmente llega a que el impacto de largo plazo de este año de congelamiento por la pandemia puede traducirse en un punto del PIB anual. Ése es el tamaño del desastre que significa esto”. En perspectiva, precisó, equivale al costo de la actual reforma de pensiones.

Por ello, apeló a la necesidad de tomar consciencia de este retraso, ajustando las políticas públicas para revertir el efecto acumulativo de esta menor escolaridad. “Es un desafío mayor. No se trata de abrir las puertas y seguir con lo de siempre, porque si el sistema educativo sigue haciendo lo mismo no tendremos buenos resultados”, advierte.

Planteó la necesidad de enfocarse en compensar las diferencias. Esto exige, dijo, concientizar a la población sobre lo que pasa y la urgencia de un esfuerzo adicional, incluso usando las vacaciones para programas de nivelación. “No va a ser suficiente el año escolar como lo conocemos”, concluyó.