Carta a la araucaria de mi barrio
“Veo miles de pancartas con rostros de candidatos sonrientes, rostros que quieren ser sinceros, pero que en realidad no miran sino al vacío”, dice Cristián Warnken en su nueva carta.
Querida araucaria de mi barrio:
Hoy no escribiré cartas a seres humanos. Como Neruda puedo decir que hay días en que “sucede que me canso de ser hombre”. Los seres humanos hoy debiéramos estar “en capilla” por todas las desmesuras que hemos hecho, por la tontería y el mal, por la falta de evolución que hemos demostrado tener: la tecnología –que creamos– va más delante de nosotros, pero nuestra conciencia va mucho más atrás. Nada bueno puede salir de eso. Hoy un virus, un diminuto virus, vino a mordernos la mano y aquí estamos, en sucesiones de cuarentenas sucesivas que parecen actos de una obra del teatro del absurdo.
Por eso te escribo a ti, querida y vieja araucaria, sobreviviente milagrosa en una esquina de esta ciudad en que se suele cultivar nuestro atávico “odio al árbol”: cortan árboles, construyen carreteras y no saben que lo que la ciudad necesita es tener bosques interiores, plazas vegetales, oasis para que los niños puedan correr en desbandada, liberados de la pantallización que hoy los devora. ¿Cómo lograste sobrevivir en esta esquina ruidosa y fea? ¿Quién se apiadó de ti, cómo te sientes entre horribles letreros, bocinazos y aire sucio y sin viento? Eres una exiliada del sur, pero tal vez tengas una misión que no imaginamos, quizás estás ahí para dejarnos un mensaje, para enseñarnos algo que olvidamos, porque vivimos dentro de un Gran Olvido y al verte el otro día, erguida y solemne en esta gris esquina, sentí que recordaba. ¿Y qué recordaba? Recordaba que había olvidado.
Recuerdo del olvido, se llama eso. Es ya un comienzo. Quien ha caminado dentro de un bosque de araucarias milenarias, ha tenido la sensación de entrar en otro tiempo, otra era, otro planeta. Por eso, verte aquí me hace pensar que eres un portal por donde entrar en otro tiempo, el verdadero tiempo, no “Cronos”, sino Kayrós. La única manera de salir de esta encrucijada civilizatoria en la que estamos es volver a conectarse con Kayrós. Ahí está lo sagrado. Y un árbol y un bosque son templos donde sentimos ganas de arrodillarnos para invocar a los dioses que se fueron. ¡Qué insípidas y vacuas son nuestras gigantes torres que levantamos como Babelitas queriendo tocar el cielo, al lado de tu altura y tu belleza majestuosas!
Araucaria: estoy cansado y me paseo por la ciudad como un fantasma, tratando de caminar lo que más pueda antes que nos encierren en nuestros domicilios. Tal vez el nómade que alguna vez fuimos se rebela y se angustia ante los días detenidos que nos esperan, los días sin abrazos, sin ritos. Veo miles de pancartas con rostros de candidatos sonrientes, rostros que quieren ser sinceros, pero que en realidad no miran sino al vacío. ¿Estará la política a la altura de los cambios que se necesitan? Cambios espirituales, no solo políticos. Hay que descentralizar el país, hay que hacer escuelas abiertas en la naturaleza (somos paisaje más que país), hay que volver a conectarnos con la tierra. Si no lo hacemos, miles de variantes de virus nos seguirán atacando, porque los virus entraron a mansalva porque la armonía, el orden ha sido destruido.
Supe que también extraños microorganismos están enfermando a las araucarias. No puedo imaginarme Chile sin araucarias, guardianas tutelares de nuestro misterio, porque Chile es un país místico. Eso no lo entiende ni la izquierda ni la derecha, ambas son variantes del mismo pensar calculante. Un político que no abrace un árbol es un político sin raíces, y lo que no tiene raíces se lo lleva el viento.
A ti, Araucaria, solo se puede llegar con el pensar meditativo. El pensar que se demora junto a las cosas, el pensar que no se cultiva en la prisa, el atolondramiento y la voluntad de poder. Los mapuches dicen femeuchi pürangekelai ta pewen, que significa “así, sin más, no se trepa a la araucaria”. Mi amigo Ziley Mora (descifrador de mensajes mapuches) me enseñó el profundo significado de esa sentencia. Subirse a la araucaria o pewen representa una osadía, un acto de soberbia. El verbo “trepar” se asocia con püramyeun, que significa arrogancia, soberbia y jactancia fantasiosa. Es la soberbia del que no se ha dado cuenta de que la realidad objetiva le impone humildad y cuidado.
En vez de mirarte, venerarte y cuidarte, araucaria, nos hemos trepado a ti, y por eso estamos enfermos, literalmente enfermos, por eso el diminuto virus se está trepando ahora en nosotros. Araucaria: tal vez estás en esa esquina para decirnos que hay límites, que la desmesura es el peor de los pecados, que necesitamos volver a nuestro centro. Todos los chilenos, desde pequeños, debiéramos entrar a pie pelado dentro de los bosques, la selva fría. Iniciarnos ahí en respeto, mirada atenta, cuidado. Quien no ha abrazado alguna vez un árbol no ha escuchado bien el latir de su propio corazón: los árboles nos devuelven nuestro latido a nuestro corazón cansado y hastiado. Araucaria: gracias por estar ahí, vigilante en medio de la ciudad extraviada. Estás ahí para que alguna vez un niño se desenchufe de su pantalla y vaya a abrazarte. Ahí comenzará una nueva historia. Ese niño escribirá su nombre en tu corteza y cerrará los ojos para ver de nuevo su propio rostro reflejado en los ríos, los lagos, las cumbres y los cielos. Su rostro navegando de regreso a casa.
Hoy fui a abrazarte, Araucaria, y por eso te he escrito esta carta con el corazón y no con la cabeza. Tal vez son desvaríos. Quién sabe, ¿pero no es todo esto que estamos viviendo un gran desvarío? Me quedo con tu imagen dentro mío. Estás dentro de mí, Araucaria, te atesoro y te cuidaré y serás mi tabla de salvación en esta larga cuarentena que viene. Araucaria amiga: espero volver a abrazarte pronto, cuando haya terminado la peste.
Cristián Warnken
Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl.