La educación, el factor crítico de la política chilena
Una investigación de décadas entrega luces sobre el comportamiento electoral en 50 países. Y en Chile, responde cómo votan los ciudadanos y por qué. Y quizás más interesante, cómo han cambiado sus votos.
La educación, más que la renta, parece ser el factor clave de la política chilena en los últimos 30 años, al menos hasta antes de que se produjeran los desórdenes y manifestaciones de 2019.
Así se desprende de un análisis sobre Chile que está incluido en el libro “Political Cleavages and Social Inequalities”, un proyecto sobre 50 países de cinco continentes que ha desembocado en la creación de la “Base de datos mundial sobre divisiones políticas y desigualdad” (WPID son sus siglas en inglés).
La base de datos pretende contestar a la pregunta ¿quién vota por quién y por qué? Se trata, como afirma su sitio web de “un conjunto único de encuestas realizadas entre 1948 y 2020 en 50 países de los cinco continentes, analizando los vínculos entre las preferencias políticas de los votantes y las características socioeconómicas, como ingresos, educación, riqueza, ocupación, religión, etnia, edad y género”.
Chile comparte un capítulo con Argentina, Colombia, Costa Rica, México y Perú que firman Óscar Barrera, Ana Leiva, Clara Martínez-Toledano y Álvaro Zúñiga-Cordero. En él, los autores sostienen que, de acuerdo con los datos que van de 1989 hasta 2017, no han encontrado “una división fuerte a lo largo del eje izquierda-derecha ni por ingresos ni por educación después de la dictadura”. Esto es coherente con la idea de que el país se habría desideologizado durante el régimen militar.
“Las personas con mayores ingresos -continúa el texto- han tenido una probabilidad ligeramente mayor de votar por la derecha, patrón que se intensificó en las dos últimas elecciones. Mientras tanto, los graduados universitarios que eran algo más de izquierda en relación con el resto de votantes en la década de 1990, progresivamente se han vuelto menos izquierdistas desde principios de la década de 2000”.
Los investigadores encuentran que, aunque en torno al eje izquierda-derecha no se ve una estratificación clara por ingreso o educación, ella sí aparece cuando se analiza con detalle el bloque de centro-izquierda. Ahí la desaparecida Concertación, excepto la DC, es más popular entre los votantes de bajos ingresos. La DC y la izquierda que estaba fuera de la Concertación y la Nueva Mayoría recibían un apoyo similar entre ingresos bajos y altos.
“El gradiente educativo entre los grupos políticos ha fluctuado más que el gradiente de los ingresos y parece ser producto de la transferencia de votos dentro de la coalición de centro-izquierda. En la última década, el bloque de derecha y la DC han perdido apoyo entre los votantes con educación primaria en beneficio de los comunistas y humanistas y los otros partidos de la Concertación”, afirman los autores.
Según los autores, estos datos cuestionarían la tesis de que los clivajes (los asuntos que separan a los votantes y los convierten en defensores y adversarios de un tema en particular) podrían permanecer “congelados” en el tiempo, como plantearon Seymour Lipset y Stein Rokkan, que popularizaron la teoría de los clivajes a finales de la década de 1960.
En el Chile anterior a 1973 se distinguían tres clivajes: el que separaba a los católicos de los secularizadores, el de clase social y el rural-urbano. Hay autores que sostienen que a estos se añadió una cuarta fisura, la de quienes apoyaban y rechazaban la dictadura militar.
Pero los datos confirman que en la década de 1990 se produjo un profundo realineamiento político que coincide con la pérdida de poder electoral de la DC, un partido que se anclaba en dos de los viejos clivajes (el católico-secular y el rural-urbano), cuya transformación no habría sido capaz de reinterpretar en términos políticos.
La base de datos es útil para analizar la política chilena hasta las elecciones de 2017. En ella se confirma que la elección de 2017 fue extraordinaria para el bloque de derecha. Obtuvo más del 43% de los votos tanto entre el 10% con más renta como en el 50% con menos renta. En esa votación, se invirtió totalmente el perfil educativo de su votante respecto de la votación de 2009, pasando a tener más sufragios entre la gente con educación primaria que en la universitaria. Y en cuanto a la edad, en 2017 la derecha recuperó votantes entre los menores de 39 años después de que en 2009 y 2013 retrocediera en ese segmento. Los menores de 39 superaron a los grupos de 40 y más años.
En 2017, las mujeres, a diferencia de las tres presidenciales anteriores, votaron más a la derecha que los hombres y, por primera vez, los que se declaraban clase trabajadora votaron más a la derecha que las clases medias y altas.
Estos números subrayan que la elección presidencial de 2017 supuso un resultado extraordinario, donde se manifestaron apuestas sociales que no habían estado sobre la mesa. Era un extraordinario cheque en blanco que tenía una vigencia muy corta, sólo así se explica que, a partir de junio de 2018, la aprobación presidencial comenzara a desplomarse sin pausa porque muchos votantes se sintieron rápidamente decepcionados.
El proyecto WPID está coordinado por Amory Gethin, de la Escuela de Economía de París; Clara Martínez-Toledano del Imperial College de Londres y el famoso economista francés Thomas Piketty, autor de El Capital en el Siglo XXI.
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