Contaminación lumínica: cuando las luces no dejan ver los problemas
Esta polución crece con el paso de las décadas. El Ministerio de Medio Ambiente trabaja en una nueva normativa para sumar ahora la protección de la biodiversidad.
Después de un período de incubación de unas seis a 10 semanas, dependiendo de la especie, las crías de tortugas marinas rompen el cascarón e inician el agotador camino desde su nido, que está cubierto por la arena. Utilizando la luz natural de la luna, se abren camino hacia el mar y, cuando están ahí, nadan en dirección de las olas. “Hay casos donde se ve a tortugas marinas que, en lugar de ir al mar guiándose por la luz de la luna, se devuelven hacia las ciudades y terminan muriendo”, cuenta sobre esto Felipe Loaiza, ingeniero del departamento de Ruido, Lumínica y Olores del Ministerio del Medio Ambiente.
Es que si hablamos de contaminación ambiental hay que entender, en primer lugar, que no existe un solo tipo, sino que hay diferentes categorías y todas tienen sus efectos y consecuencias, tanto en la naturaleza como en las personas que se ven expuestas a ellas.
La contaminación lumínica, aunque de buenas a primeras pudiera parecer un tipo de contaminación más silencioso o incluso menor, tiene efectos importantes en distintas áreas de la vida. “Si bien son contaminantes relativamente desconocidos frente a la contaminación del aire o las aguas, no son menos importantes ya que afectan a muchas personas en la ciudad, […] a la astronomía, a la biodiversidad y a la salud”, explica Loaiza en la sección PAUTA Sustentable, del programa Plaza PAUTA, de Radio PAUTA.
Una norma que necesita refrescarse
Según cuenta el ingeniero, este tipo de contaminación se conoce hace aproximadamente 20 años y a mediados de la década de los 90 se empezó a trabajar con los astrónomos del país en una norma que la regulara, porque ya se veía que la contaminación lumínica podría ser un problema para el desarrollo de la astronomía.
Así fue como en 1998 se concretó la primera norma lumínica en Chile, pero como esta buscaba resolver el problema específico de la astronomía, se aplicó en las tres regiones donde se practica esta actividad: Antofagasta, Atacama y Coquimbo.
Actualmente esta norma plantea tres grandes exigencias.
- No emitir la luz hacia el hemisferio superior, es decir, hacia el cielo.
- Controlar los niveles de iluminación; es decir, que se ilumine lo necesario y evitar la sobreiluminación.
- Fija un cierto parámetro que regula el color azul en la luz a un 15% respecto de toda la porción visible.
“Hace un par de años nosotros empezamos a darnos cuenta de que la contaminación lumínica ya no solo está afectando a la astronomía, sino que también a la biodiversidad y a la salud de las personas. Ahí surge la necesidad de actualizar esta norma para poder dar la protección necesaria frente a este contaminante”, comenta Loaiza.
Los efectos que arrastra
En primer lugar, se descubrió que este tipo de contaminación altera el ritmo de los ciclos circadianos en las personas, lo que puede generar diversos problemas de salud e impactar en la calidad de vida.
Pausa y rebobinemos. ¿Qué es un ciclo circadiano?
Según el National Institute of General Medical Science de Estados Unidos, los ciclos circadianos son cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de 24 horas. “Estos procesos naturales responden, principalmente, a la luz y la oscuridad, y afectan a la mayoría de los seres vivos, incluidos los animales, las plantas y los microbios”, detalla. Un ejemplo de estos ciclos es el hecho de que dormimos durante la noche y estamos despiertos en el día.
“Nuestro cuerpo se ha adaptado a esos ciclos de luz y oscuridad, y la contaminación lumínica viene a quebrar un poco ese patrón. Por ejemplo, la luz que podemos tener viendo el celular, en la pieza o la de una lámpara de noche al lado de la cama, todo ese tipo de luz está afectando este ciclo y tiene impactos importantes en la salud. Estos impactos tienen que ver con alteraciones metabólicas, como la diabetes, o también incluso tiene incidencias en cierto tipo de cáncer. No es una contaminación que debiéramos dejar pasar, sino que hay que hacerse cargo”, comenta el ingeniero.
Asimismo, la contaminación lumínica también arrastra efectos sobre la biodiversidad. “En nuestro país tenemos antecedentes del impacto en aves migratorias del norte […]. Cuando los volantones, que son las aves más jóvenes, salen del nido, van hacia el mar, se encuentran con las luces de la ciudad y finalmente se encuentran atrapadas en la ciudad”, agrega.
¿Cuándo los cambios?
Buscando incluir estas temáticas en la normativa que ya existe, desde el Ministerio del Medio Ambiente están preparando una norma que se encuentra en etapa de anteproyecto y donde uno de los principales cambios sería incorporar, además del objetivo de la observación astronómica, la protección de la biodiversidad.
Con esto, lo que se lograría es que esta norma, que hoy en día se concentra solo en estas tres regiones, se convierta en una norma nacional para proteger la biodiversidad de todo el país.
“El gran cambio que trae la norma, más allá de la ampliación a todo el país, tiene que ver con el color. Hoy en día la norma fija un cierto parámetro que regula el color azul en 15% respecto de toda la porción visible, que nosotros podemos ver. Eso lo estamos reduciendo, buscando proteger la biodiversidad y también la astronomía”, explica Loaiza.
“Aunque no está como un objetivo de protección la salud de las personas, obviamente esto será una consecuencia y mejorará la calidad de vida de las personas al aplicar esta norma”, agrega.
Revise a continuación la entrevista completa con Felipe Loaiza en Plaza PAUTA