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Carta a un elector chileno

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Image by mohamed Hassan from Pixabay
POR Eduardo Olivares |

“La farándula se lo ha tragado todo”, le dice Cristián Warnken al votante chileno: “Ahora te señalo con el dedo y te digo: ‘La farándula te ha tragado también a ti'”.

Estimada(o) elector(a):

¿Te vas a levantar para ir a votar o vas a quedarte pegado al matinal interminable, ese que se emite no solo desde los canales de televisión sino también –y en directo– desde el Hemiciclo de la Cámara de Diputados o del Senado? Porque tienes que saberlo: la farándula se lo ha tragado todo, desde hace ya mucho tiempo que la política es un subgénero de ella.  Tú te quejas todos los días de los políticos (esos “payasos”, sueles decir), pero eres tú mismo el que ha alimentado el círculo vicioso, al no saber o no poder desconectarte de tu pantalla amante: es adictiva, lo sabemos. Eres tú mismo el que está todo el día o mirando la pantalla grande o deslizando tus dedos por las pantallas chicas, en un ir y venir entre la alcantarilla y el circo. Tú estás atrapado en esas redes, porque es más cómodo anestesiarse que despertar, y aunque dicen por todas partes que tú has despertado, yo lo pongo en duda. Con todo respeto. Despertar es estar consciente, estar presente, estar “ahí”, tener pensamiento propio, no ser un prisionero de las propias pulsiones más básicas y manipulables. O sea, dejar de ser un espectador y comenzar a ser un actor y no un mero consumidor de flujos de información; ser un ciudadano, no solo uno más de los que levantan o bajan el dedo en el circo romano.

La farándula se lo ha tragado todo, dije al comienzo de esta carta: ahora te señalo con el dedo y te digo: “La farándula te ha tragado también a ti”. Eres el alimento más apetecido de ese monstruo devorador y uniformizante. Eres carne de farándula, eres el plato de fondo de la gran cena virtual de la que se alimentan los “rostros”, los “influencers”: tú los mantienes, tú los alimentas. ¿Te vas a levantar, te vas a poner de pie y vas a ir a votar, no como un zombi ni un rastreador de pokemons (hay candidatos pokemons), sino como un elector, consciente de que tan frágil como la existencia misma es la democracia, y que de su buen funcionamiento depende de que haya ciudadanos conscientes y no multitudes manipulables?

La democracia no te gusta, te parece imperfecta. Sí, tienes razón: lo es, y muy imperfecta, como la existencia, como la tuya propia, y en eso reside precisamente su valor. Cualquier sistema “perfecto” que alguien ofrezca hay que ponerlo bajo sospecha: los totalitarismos, las dictaduras son más perfectos que la democracia, pero justamente ahí reside su mayor peligro: querer ajustar nuestra imperfecta existencia humana a una geometría abstracta que siempre termina por devastar la vida. La vida necesita azar, libertad para circular, respirar, equivocarse. Sí, eres el elector de una democracia imperfecta y esta sábana gigante que te van a entregar llena de elecciones distintas, llena de largas listas de nombres, da fastidio. La pensaron los políticos desde sus escritorios sin darse cuenta de que mezclar tanta elección distinta solo agrava la sensación de confusión en la ciudadanía y aleja a muchos más de la política.

Sí, ellos se equivocaron, ¿pero tú por eso te vas a quedar en casa, pegado al televisor y las redes, viendo cómo otros votan, resignándote a que la democracia descienda un peldaño más y se degrade todavía más, para iniciar su lento pero seguro camino al abismo? ¿Que te da lo mismo la democracia, que te importa un comino que todo se vaya al carajo, que tú lo único que quieres es tu otro diez por ciento y tener entretención en la mañana y en la noche? ¿Pan y Circo, eso estás pidiendo? ¿Eso de verdad es lo que piensas? Entonces, te informo que eres el “último hombre“. Así llamó un filósofo alemán, Federico Nietzsche, a los humanos de la época nihilista, un sujeto incapaz de generar su propio sistema de valores. Los “últimos hombres” son hombres pequeños, demasiado pequeños, enanos; los compara con “pulgones”: solo quieren estar calentitos, entretenidos, que nadie los moleste, que nadie les haga preguntas complicadas, como las que te estoy haciendo yo en esta carta. El hombre auténtico, decía ese filósofo, “debe dar a luz una estrella”. ¿Dar a luz una estrella? Sí, me dirás que las únicas estrellas que conoces y te interesan son las “estrellas” de televisión. Te digo: que pena, qué pobre es tu cielo, y te digo esas estrellas que sigues y voyerizas todos los días están muertas, y tú, por enceguecerte con ellas, también estás muerto. Muerto en vida. ¿Prefieres estar así?

Te entiendo: es mucho más fácil, es más fácil alimentarse de chatarra que preparar tú mismo tu propio alimento. Comida chatarra, televisión chatarra, virtualidad chatarra, política chatarra. Te sientes satisfecho, no te cuestionas, no te miras al espejo, pero te tengo una mala noticia: estás desnutrido, desnutrido espiritualmente y padeces de bulimia farandulesca, la más letal de las bulimias. No creas que quiero herirte o agraviarte: no. Te escribo esto porque –aunque creas que te desprecio– creo en ti. Creo más en ti que en los políticos, y creo que eres el verdadero protagonista de la democracia, el único que puede salvarla de la muerte. Sí, tú eres la estrella de esta elección. Cuando tomes tu lápiz y entres en la urna secreta a marcar tu preferencia, tú estarás dando a luz una estrella. La bandera de Chile tiene una estrella (tú la dibujaste tantas veces cuando niño), y una de las puntas de esa estrella es la que dibujarás ahora cuando votes. Y esa estrella brillará más si votas no de manera mecánica (como quien hace un trámite burocrático o paga una cuenta), sino despierto, consciente, informado, reflexivo. Alerta a los cantos de sirena que te rodean y te ofrecen felicidad, pero que en realidad solo buscan sumarte a su pira de cadáveres acumulados por décadas, los cadáveres de los ciudadanos embaucados por el facilismo, los distintos tipos de populismo, la mentira disfrazada de verdad.

Es verdad que lo que te estoy proponiendo requiere un poco de trabajo, de trabajo contigo mismo. Requiere, en primer lugar, apagar por un rato la pantalla de tu plasma gigante; luego te sugiero busques toda la información que puedas de los candidatos que están en esa interminable y fatídica sábana. Esto no es un concurso de simpatía. Esto no es “Cuánto vale el show”. Esto es un viejo y sagrado rito, el rito de la democracia. Y tú eres uno de los oficiantes de ese rito republicano. Desconfía de los simpáticos, de los vendedores ambulantes (los que te traen ofertones), de los payasos:  y lo digo con todo respeto por los artistas del circo, ellos son artistas, estos otros son sofistas de mala muerte, malos equilibristas, magos de pacotilla. Trata de elegir –no me importa si de izquierda, centro o derecha– a los más creíbles, aunque sean “fomes”: a estas alturas prefiero y confío cada vez más en los políticos fomes, hasta grises, que en los “entretenidos”, grandilocuentes, los que sacan conejos de adentro de sus sombreros. Y cuidado también con los lobos con piel de oveja: son los más peligrosos. Como ves, si quieres votar en serio, tendrás que trabajar un poquito…

Ahora toma ese bendito lápiz, cierra los ojos: imagínate la convención adonde se sentará el o la que tú elegiste. ¿Qué te gustaría ver ahí? ¿Una conversación de ideas, una discusión leal, de buena fe o más matinal? ¿Para qué quieres más matinal? Ese te está esperando siempre en tu plasma, a cualquier hora del día. Hasta los noticiarios son hoy farándula. Ese es el mundo de la entretención, y está bien, te concedo que es necesario un poco de entretención a veces, para anestesiarse un poco. ¿Pero te imaginas a un enfermo con anestesia general toda su vida?

La vida duele, tu vida a veces es difícil, sobre todo en estos tiempos: esta pandemia ha sido suficientemente dura y sé que los estás pasando mal. ¿Pero las enfermedades se curan con más anestesia o con mejor inmunidad?  Porque eso necesitamos ahora: una común inmunidad, una nueva comunidad para los tiempos que vienen; y esa se construye mejor desde la democracia, ese invento imperfecto que nos permite decidir por nosotros mismos –y no que otros decidan– lo que queremos ser. Eres libre, tú decides. Puedes botar al tacho de basura esta carta que te estoy escribiendo. Aparte de ser un opinólogo más, no soy más ni menos que tú, soy igual que tú, un ciudadano de esta frágil e imperfecta democracia, nuestros votos valen lo mismo y solo te estoy invitando a dejar de ser espectador y convertirte en ciudadano, libre y plenamente consciente de sí mismo. A lo mejor te aburrí. Es probable. Lo siento si eso ocurrió. Ya estoy terminando, no te impacientes. Para que no cambies de canal, me voy a despedir de ti con algo más livianito, a ver si así logro comunicarme mejor contigo. Es una canción. Escucha, claro que la conoces, es muy pegajosa: yo la escuché una vez en un matinal de esos, y la suelo cantar en la ducha y dice:

“Si no quieres aguantar
y te quieres liberar
una frase te diré:
‘Solo se vive una vez’.
Si no quieres discutir
y te quieres divertir,
escúchame bien:
¡Solo se vive una vez!
Apaga el televisor
Y enciende tu transistor […]
y cuenta luego hasta tres.
One, two, three, ¡caramba!
Dale marcha al corazón, ¡qué caramba!…
¡Solo se VOTA una vez!”

Te saluda tu conciudadano elector, desde un jardín vecino.

Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl