Actualidad

Carta a Roser Bru

Imagen principal
Roser Bru
POR Eduardo Olivares |

“La miro y no veo a una anciana embarcándose: es la misma niña, con los ojos curiosos y brillantes de asombro que llegó esa tarde de 1939”, dice Cristián Warnken.

Estimada Roser Bru:

Usted acaba de tomar el barco que nos llevará tarde o temprano a todos a nuestro viaje de regreso, el viaje definitivo. Usted tal vez estaba más preparada que nadie para ese zarpe: apenas tenía 16 años cuando llegó a Valparaíso en el Winnipeg, escapando de la muerte colectiva, la Guerra Civil Española, que la transformó a usted y muchos de su generación en inmigrantes, refugiados, puros “nadie”, como lo fue Ulises, como lo han sido todos los que han partido huyendo o regresando. Todos somos descendientes de algún “nadie”, todos somos inmigrantes en nuestra memoria o nuestra sangre. Las luces de los cerros de Valparaíso brillaban como estrellas cuando el Winnipeg se acercó a la orilla de esta finis terrae donde usted llegó, con apenas una maleta en la que venían más libros de poemas y dibujos que ropa. Ligera de equipaje, como ahora en este nuevo viaje. Ya lo dijo Antonio Machado, otro “nadie” de esa España quebrada en dos: “Cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar / me encontraréis abordo ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar”.

La miro y no veo a una anciana embarcándose: es la misma niña, con los ojos curiosos y brillantes de asombro que llegó esa tarde de 1939, una niña atrapada en un cuerpo mayor, siempre mirándolo todo con curiosidad y asombro para pintar al hombre y la mujer, en su dolor y desnudez, la descendiente de una tradición de españoles videntes que usted reescribió (porque su gesto fue el de la visualidad escrita): Goya, Velázquez. Pero también los poetas visuales y videntes, Lorca, Rimbaud. Usted miró a la muerte de frente, con toda su brutalidad y exceso, con obsesión, como lo han hecho siempre el gran arte y la gran poesía española. Recordemos a Quevedo (que tanto amaba su amigo Neruda) y su “agricultura de la muerte”. Usted, Roser, también a su manera, hizo agricultura de la muerte: cuando “trabajó” la fotografía de ese miliciano muerto en España, Robert Capa, y los rostros de los los muertos de la guerra civil, y los de los muertos y desaparecidos del 73 en Chile, porque en esas muertes y en ese dolor estaba también su vida y su “premuerte”.

Tantas veces habló de esa premuerte, esa premuerte en la que estamos todos, pero sobre la que ponemos un manto de olvido, salvo los artistas, los pintores, los poetas que —como dijo Enrique Lihn— trabajan “codo a codo con la muerte”. “Que no quiero verla”, dijo Lorca por la muerte de su torero admirado: pero no dejó nunca de verla y usted, en cambio, Roser, dijo que quería verla, esa muerte de los otros que también es nuestra propia muerte. Bueno, pues aquí la tiene, maestra, aquí está su propia muerte que, como dijera Neruda, la está esperando en la orilla “vestida de almirante”.

Colección MAVI. Roser Bru (1986). Sandía amenazada
Colección MAVI. Roser Bru. “Sandía amenazada”

El otro viaje comienza. Usted sabe partir. Somos nosotros los que debemos seguir mirando, “viendo” sus grabados y pinturas para aprender a partir. Usted sabe de dolores, usted pensó, pintó el dolor, ahondó en él como pocos artistas, con crudeza y delicadeza al mismo tiempo: usted cobijó los rostros desgarrados por el zarpazo de la historia. Maestra de dolores pero no dolorista ni quejumbrosa; estoica y vital como nadie, quizás porque “trabajar codo a codo” con la muerte y el dolor hace amar y vivir la vida con más intensidad y pasión.

La muerte tal vez fue una más de las mujeres que usted indagó. La muerte ha sido pintada siempre como mujer. Qué curioso: la mujer, dadora de vida, y la muerte es mujer. La “muer-vida”, diría Huidobro. Y usted se interesó en el enigma de la feminidad: Frida Khalo, Virgina Woolf, Gabriela Mistral. Mujeres fuertes y frágiles, indagadoras de otredades. Por algo trabajó esa frase relámpago de Rimbaud: “Yo es otro”. Usted fue muchas veces “otra”, otras”, su interés por otras y otros, por los otros, nunca se extinguió. Me la imagino ahora, con los ojos muy abiertos, la niña catalana que no deja de zarpar, preparándose para entrar en lo “otro”, tal vez conversando con la Muerte como una vieja conocida. ¿O la muerte también es una niña de ojos curiosos, Roser?

"Mujer y niño" de Roser Bru. Colección MAVI.
Colección MAVI. Roser Bru. “Mujer y Niño”

Valparaíso se enciende otra vez, como esa tarde de 1939, todas las ciudades de Chile debieran encenderse para despedirla a usted, todos debiéramos partir con usted, porque de eso trata,  de partir, de devorar la vida y la muerte con ojos de niña y artista, de recrearla, hacer de la vida una tela en blanco donde siempre empezar de nuevo, porque todo es desarraigo y usted nos descubrió y nosotros tenemos que aprender ahora a descubrirla, y sus telas son barcos que zarpan siempre de nuevo, porque tenemos más de una patria y  quizás  la patria más importante del hombre y la mujer es el arte. Gracias por traernos de regalo un pedazo de esa patria grande, en su pequeña maleta de niña insaciable.

¡Buen viaje, Roser Bru!

Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl