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La historia de cómo el juez Muñoz descartó las acusaciones contra Novoa

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Agencia Uno (archivo)
POR Ana María |

Hace casi dos décadas, el magistrado investigó el caso Spiniak. Reconstruyó la vida de Gemita Bueno, la joven de 20 años que acusó falsamente de abusos al senador UDI. Este es el relato del proceso.

Cuando en noviembre de 2003 el juez Sergio Muñoz fue nombrado para investigar el caso Spiniak, se dedicó rápidamente a leer todos los expedientes. Su primera conclusión: había que hacer todo nuevo.

Muñoz recibió el proceso después de que estuvo en manos, primero, de la jueza Eleonora Domínguez, y luego del ministro Daniel Calvo. Y en los tomos encontró dos tipos de declaraciones. Las víctimas, la mayoría jóvenes y algunos adolescentes que se prostituían en la Plaza de Armas, hablaban de las fiestas que el empresario Claudio Spiniak realizaba en una casa en El Arrayán. Y otras involucraban a políticos.

Aunque las primeras declaraciones tenían concordancia, Muñoz las tomó todas de nuevo. Y las segundas también. Eran incompletas. Faltaban precisiones, detalles, fechas: notó que existía una falencia de contrapreguntas en los interrogatorios.

En la arista directa de Spiniak, el empresario fue condenado por cinco abusos sexuales, un estupro y producción de material pornográfico.

En la segunda hebra, Muñoz se encontró con un testimonio en especial: Gemita Bueno. Canal 13 ya había emitido las declaraciones de Bueno, una joven de entonces 20 años a quien la prensa llamaba “la menor” o la testigo “G”. Vivía en el hogar que el ahora exsacerdote José Luis Artiagoitía, el Cura Jolo, tenía cerca de su parroquia en Quinta Normal. Ella había declarado como víctima ante el actuario del ministro Daniel Calvo, el antecesor de Muñoz.

Pero toda esa hebra había empezado a desatarse antes.

Plan B y Pía Guzmán

El 9 de octubre de ese año, el semanario Plan B publicó un artículo firmado por el periodista Víctor Gutiérrez, hoy director ejecutivo de La Red. Entonces el caso lo tenía la jueza Domínguez y las pesquisas estaban a cargo de Carabineros.

Gutiérrez fue el primero que habló de políticos. Y escribió el siguiente párrafo en su artículo, nada de lo cual destacaría después por su veracidad: “Lo que más preocupa al círculo de Spiniak son los otros adultos invitados a las orgías. Fuentes de tribunales, confirmadas por los propios muchachos que fueron víctimas del empresario, hablan de las listas de nombres que tiene la magistrado del 33 Juzgado del Crimen de Santiago, Eleonora Domínguez, en su poder. Se trata de gente de mucho poder. Políticos, empresarios y gente de la farándula. Los menores hablan de un senador de la Alianza por Chile, y ya entregaron su nombre a las autoridades. Hay gente más conocida involucrada en las orgías. El temor de las víctimas es que ‘son personas con muchas influencias’. Ya les han enviado mensajes de que se queden callados. Las amenazas le llegan a través de delincuentes en pleno centro de Santiago”.

La directora de Plan B era la periodista Alejandra Matus, quien trabajaba con Gutiérrez y con el actual conductor de matinales Julio César Rodríguez. “Yo la convicción que tengo es que nosotros no reporteamos lo suficiente, esa es la autocrítica que me hago”, dijo Matus en una entrevista con La Segunda en julio de 2020: “Que Gemita participó en fiestas con Spiniak y políticos, eso creo que es falso”, dijo.

¿Cómo llegaron el exsacerdote y Gemita Bueno a la causa?

Lo hicieron por medio de una política: la entonces diputada RN Pía Guzmán, quien se había perfilado en el Congreso por liderar los temas en contra de abusos sexuales. En una entrevista en el matinal Buenos Días a Todos, de TVN, el 10 de octubre de 2013, le preguntaron si sabía de “los rumores” que había en torno a la causa. Y ella lanzó una bomba que nunca pudo explicar en el transcurso del proceso: declaró que en las fiestas de Spiniak “hay antecedentes de que en el círculo íntimo de la red había políticos, dos de la Alianza y uno de la DC. Esto está siendo investigado en la Justicia y en las policías. Corresponde a ellos dar la última palabra”.

Después de que la diputada habló en TVN, Artiagoitía la llamó y le dijo que tenía un testimonio: el de Gemita Bueno.

Así fue como bola de nieve empezó a crecer. Y más tarde, nada de eso se comprobó.

Las mentiras de Gemita Bueno

Avalada por Artiagoitía, fue Gemita Bueno quien involucró al entonces senador de la UDI Jovino Novoa –quien falleció en la madrugada del martes 1 de junio de 2021, a los 76 años- en el caso Spiniak: lo acusó de abusos, dijo que estuvo secuestrada más de un año en El Arrayán y que, incluso, presenció la tortura de una niña de 10 años a la que llamó “Margarita”. Para peor, Margarita, dijo, estaba desaparecida.

El juez Calvo dispuso una excavación en el patio de la casa El Arrayán para encontrar el supuesto cuerpo de “Margarita”. Solo encontró un hueso de vacuno, según confirmaron después los peritajes.

Esa “infructuosa” excavación en El Arrayán pudo ser una primera señal en lo que devendría el caso. La historia de “Margarita” era falsa; Gemita Bueno nunca estuvo en la casa de El Arrayán. Tampoco fue a las fiestas de Spiniak. Ni siquiera vivió en la caleta Chuck Norris, a las orillas del río Mapocho, como había contado. 

Todo eso se sabría después. Varios meses después.

En el intertanto, mientras el sumario seguía en secreto, muchas mentiras, rumores de invitados a las fiestas y otras imprecisiones, seguían rondando la causa.

En paralelo, los principales partidos políticos se hicieron parte del caso. Eso sí, cuando pedían acceso al expediente, solo querían ver la arista política. Y prestaban escasa atención, o ninguna, al fondo de la causa, en la que fueron procesados y condenados varios proxenetas. Entre ellos, una pareja que cometía abusos sexuales en su departamento en el centro de Santiago delante de sus hijos. 

Pero para llegar a esa verdad judicial, confirmada por la Corte Suprema, y que terminó con Bueno y a Artiagoitía procesados y luego condenados por falso testimonio en contra de Novoa, tuvieron que pasar casi 10 meses.

Fueron dos frases de Gemita Bueno las que remecieron agosto de 2004. Una se la dijo a La Tercera: “Todo, todo es mentira”; la otra a The Clinic: “Me pasé por la raja a todo Chile”. Una semana después, el 14 de agosto, Bueno confesó ante Muñoz. 

Así, en una semana, Gemita Bueno admitió tres veces haber metido. 

Sergio Muñoz, hoy ministro de la Corte Suprema.

El secreto de sumario

El caso Spiniak fue el último gran proceso en el antiguo sistema de justicia, que se cambió recién en 2005 en la Región Metropolitana. Es decir, las causas eran secretas, sin acceso al sumario. Lo opuesto a las audiencias públicas que hoy se transmiten por el canal del Poder Judicial. Los jueces, además, tenían tanto el rol de investigar como de juzgar. 

Investigar era justamente un talento reconocido de Sergio Muñoz, quien hoy es presidente de la Tercera Sala Constitucional de la Corte Suprema. Por sus fallos, los especialistas lo sitúan en el sector de jueces “progresistas” del máximo tribunal.

En ese tiempo, el Pleno de la Suprema lo nombró en el caso Spiniak porque se destacaba por ser uno de los mejores investigadores de la Corte de Apelaciones de Santiago. Tenía entre sus varios pergaminos haber esclarecido, poco antes, el crimen del dirigente sindical Tucapel Jiménez, ocurrido en febrero de 1982. 

En esa causa, reemplazó al juez Sergio Valenzuela Patiño, quien tuvo el proceso 17 años sin avances. Muñoz, en cambio, logró quebrar el pacto de silencio que existía entre los agentes de la CNI y la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE). Y uno de ellos, el mayor (r) Carlos Herrera Jiménez, le confesó el homicidio. Fue en la causa de Tucapel Jiménez la primera vez que interrogó a Novoa. Durante el régimen militar, Novoa fue subsecretario general de Gobierno, entidad que tenía el enlace que se relacionaba con los gremios. Novoa declaró como testigo en esa causa.

La orden de investigar

Para poner paños fríos a la investigación, Muñoz dividió la causa en dos y con equipos diferentes.

La arista de los abusos sexuales en las fiestas de Spiniak se las encargó a un equipo liderado por el entonces comisario de la PDI, Luis Fuentes, con quien había trabajado en el caso Tucapel Jiménez. El policía, además, tenía experiencia en investigación de otras causas de violaciones a los derechos humanos.

Mientras que, antes de interrogar a Gemita Bueno, le encargó al entonces comandante de Carabineros del OS-7, Manuel Espinoza, reconstruir la vida de la joven. La orden fue la siguiente: reconstruir su historia sin conversar con Gemita Bueno. Esto, a fin de levantar información y hechos con fuentes diferentes.

Espinoza fue el policía que había investigado, con el ministro Jorge Zepeda, el envío de falsas cartas bombas y un supuesto yogur envenenado remitido a la radio BioBío. En ese caso fueron condenados los exagentes de inteligencia e informantes Lenin Guardia y Humberto López Candia.

Fue el resultado de esa investigación la que determinó la confesión de Gemita Bueno. Finalmente, Espinoza encontró la asistencia al libro de clases de su liceo, cuando vivía en Codegua. Y, entre otros hechos, certificó que mientras decía que estaba en El Arrayán, trabajaba en una librería en Rancagua. También consiguió fotos de paseos de curso, entrevistó amigos, compañeros de trabajo y personas que trabajaron con ella en una ONG. 

El caso terminó con Novoa y otros cuatro parlamentarios -que también fueron indagados- sin responsabilidad alguna. En 2008, la Corte Suprema confirmó la condena a Gemita Bueno y a Artiagoitía.

En 2015, por otra parte, Novoa fue el primer político condenado por financiamiento irregular de la política en el caso Penta.

Nota del editor: Ana María Sanhueza, autora de este artículo, es coautora con Pablo Vergara del libro de investigación periodística Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas (Colección La Copa Rota/UDP), de 2008.