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Carta a José Rodríguez Elizondo

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PAUTA
POR Eduardo Olivares |

“Hoy la situación de Perú por primera vez en mucho tiempo se está acercando a la nuestra: la decadencia de los partidos, la fragmentación de los ‘proto-partidos'”, le dice Cristián Warnken al reconocido analista chileno. “Está de moda denostar a los grandes partidos”.

Querido José Rodríguez Elizondo:

No he podido dejar de acordarme de ti, a pocas horas de la elección presidencial en el hermano Perú. Y recalco lo de “país hermano”, pues sé cuánto quieres a ese país y su gente, y cómo una parte fundamental de tu vida la hiciste ahí, cuando llegaste con tu mujer a Lima a comienzos de 1977, huyendo del “paraíso” de la RDA, después de haberte librado de las garras de los servicios de inteligencia de la dictadura en Chile. Todo esto lo contaste muy bien en tu libro de título sugerente: El día que me mataron. ¡Cuántas muertes hay en una sola vida! En la tuya hay una muerte apócrifa, una muerte simbólica y una muerte ideológica, esa que te hizo convertirte, según tus propias palabras, en un “extremista de centro”. Esos extremistas son los que hoy están en mayor peligro en el mundo, y uno llega a ser extremista de centro cuando le ha tocado vivir en carne propia como los viejos sueños, las viejas utopías que se abrazaron se convierten en pesadillas, devastando países y pueblos. Es cosa de ver lo que está pasando en Nicaragua: ¡Qué vergüenza para quienes nos emocionamos cuando vimos llegar a esos jóvenes sandinistas a liberar Managua del dictador contra el que había escrito el poeta Ernesto Cardenal memorables versos! Mira en lo que terminó eso: en un exguerrillero convertido en tirano de facto y una primera dama chamana y futuróloga, dignos personajes de una novela de realismo mágico, pero escrita por un idiota (como diría Shakespeare).

Qué peligrosos son los que se presentan como salvadores del pueblo, los Tirano Banderas (de banderas en general muy encendidas) para luego convertirse en dictadores nepotistas, en Pedros Páramos de Comalas que devienen rápidamente en páramos políticos y sociales.  Bueno, todo en Latinoamérica parece más ficción que realidad. Ahí está Álvaro Vargas Llosa, hijo del principal enemigo político de Alberto Fujimori, Mario Vargas Llosa, cerrando el acto de campaña electoral de Keko Fujimori, con un entusiasmo y energía más propias de un carismático líder político que de un intelectual o analista político.

¿Me lo puedes explicar, José?

Tú conoces mejor Perú que nadie, y me has tratado de dar las claves su historia política varias veces y tienes una hipótesis para explicar por qué Perú llegó a ese trágico callejón sin salida, de tener que optar entre dos “males menores”, según se mire desde la izquierda o la derecha. ¿Estaremos cada vez más condenados a escoger entre un “mal menor” y otro? ¿No es ese el primer y claro síntoma de la decadencia de un sistema político? ¿No fue lo que nos pasó aquí en Chile cuando tuvimos que escoger entre Piñera y Guillier? Y mira dónde estamos.

Pero volvamos a tu entrañable Perú. País que te recibió con lo brazos abiertos, donde participaste de una época de leyenda del periodismo peruano, cuando trabajaste en la mítica revista Caretas. Ya no quedan revistas así… En un tiempo más, vamos a decir derechamente: ¡ya no quedan revistas! Y parece que ya no quedan periodistas así. El periodismo en estos lares está tan decadente como la política: se retroalimentan entre ellos, como nuestras Escila y Caribdis, de esta Odisea en que como náufragos (tú y yo somos náufragos políticos, Ulises sin Ítaca) debemos sortear para llegar a puerto. Te dije recién “ya no quedan periodistas”, y lo dije pensando en Enrique Zileri, ese hombre “alto, calvito, con físico de rugbista y gesticulante a la italiana” (así lo describes en tu libro), el director carismático de Caretas, que confió en ti y te contrató después de una regada conversación en el Café de Paris de Lima, en que hablaron del mundo y seguramente lo conquistaste con tus conocimientos de la realidad latinoamericana, tu capacidad de análisis fino, tu olfato. Él fue quien te enseñó esta regla de oro del buen periodismo: “El periodismo consiste en hacer del alfiler algo interesante, no de algo interesante un alfiler”. Cuántos temas importantes ignorados en las pautas de hoy, cuántos entrevistados pensantes reducidos a alfileres en noticiarios y matinales. Enrique Zaleri, un grande representante de una generosidad hoy en retirada en el mundo y practicante de la olvidada “religión de la amistad”. Así se decidían las cosas antes, en los bares, en conversaciones abiertas, entre peruanos y chilenos, entre adversarios políticos que se admiraban por sobre las diferencias, no en estos diálogos de tribus cerradas y puristas de hoy, de los que piensan igual a mí.

Qué fastidio.

Se te abrió ahí lo mejor del espíritu limeño y peruano: los chilenos somos desconfiados, prejuiciosos, no sabemos apreciar y querer a nuestros hermanos de los países vecinos. ¿De dónde nos vendrá esa atávica desconfianza? ¿Tal vez porque fuimos Capitanía, y Perú virreinato y todo nos ha costado más y le tememos al caos, el desorden, la anarquía que a veces sentíamos avanzar en los países vecinos? Nuestra insularidad nos ha hecho perdernos la riqueza humana y cultural que nos espera más allá de esta cordillera tan bella y tan terrible, pues ha funcionado como un muro mental infranqueable, alimentando nuestro narcisismo chauvinista. Siempre los países que están mal son los de al lado; siempre la corrupción es argentina, mexicana, nunca nuestra. Pero nuestra autoestima ha sufrido fuertes golpes en estas décadas, y el “tupido velo” que nos ocultaba nuestras propias y acendradas malas prácticas se ha corrido y tal vez eso nos haga bien. A ti Perú te conquistó y por eso sientes tanta nostalgia de volver ahí a conversar con los viejos amigos, a tomarte del mejor pisco sour del mundo que, según tú, se toma en el Hotel Mauri de Lima.

Tú lo dices muy bien en tu libro: “Que la historia no debe congelarse en la coyuntura y que mi afecto profundo por el Perú es complementario con mi lealtad al país donde nací”. Qué significativo que los peruanos antepongan el artículo “el” a Perú. El Perú.  Hay una dignidad, una grandeza, un orgullo nacional… imperial. Tenemos tanto que conversar con los peruanos. Nosotros nos bajamos de los Andes y nos refugiamos en el valle central, buscando el orden: nuestra atávica “pasión por el orden”. ¿No perdimos mucho? Hay un diálogo intelectual, cultural, espiritual pendiente. Conocernos, sin “caretas”. Tal vez es hora de sentarnos peruanos y chilenos, con una cata de pisco sours chilenos y peruanos enfrente, a conversar, de alma a alma. Tal vez debemos partir leyéndonos mutuamente a nuestros poetas: ellos tienen a Vallejo, nosotros a Neruda; ellos a Martín Adán, nosotros a Parra. ¡Qué grandes! Nuestros poetas ya han hecho ese camino de amistad binacional. Recuerdo a Antonio Cisneros paseándose por estas calles, al borde del amanecer. Me imagino a mi querida amiga y poeta Bárbara Délano en su última noche de vida, leyendo poemas a viva voz por las calles de Lima antes de subirse a ese fatídico avión que nos la alejaría para siempre de nosotros. Los poetas son siempre los mejores diplomáticos. Las relaciones poéticas con Perú ya están restablecidas hace tiempo. Nuestros políticos o politicastros están al debe.

Hoy la situación de Perú por primera vez en mucho tiempo se está acercando a la nuestra: la decadencia de los partidos, la fragmentación de los “proto-partidos” (así los llamas tú) que han surgido allá se parecen mucho a este furor por los independientes que parece comenzar a apoderarse de nuestro electorado, ignorando que esa fragmentación puede llevar a la aniquilación de la democracia, por lo menos la democracia representativa tal como la conocemos. Está de moda denostar a los grandes partidos: después tal vez tendremos nostalgia de ellos. Si esos dinosaurios se extinguen, ¿qué otra especie los suplantará? La historia nos dice que después de ellos, pueden aparecer Leviatanes feroces, implacables. En Perú, según tú, la muerte del Apra dejó un vacío descomunal que desequilibró finalmente el sistema. Pensar que los peruanos tuvieron a un Haya de la Torre, a un Luis Alberto Sánchez, intelectuales de la política, y hoy tienen a casi todos sus expresidentes presos. Mira cómo está terminando el big crash de la política italiana: todo comenzó con el Movimiento Cinco Estrellas (una especie de “Lista del Pueblo” italiana). Ese movimiento defraudó finalmente a los italianos, que hoy están votando mayoritariamente a la ultraderecha. La pandemia acelera los desgastes, crisis, cansancios políticos y sociales y la gente empieza a buscar el “orden”. ¿Pero qué orden? Te pregunté el otro día que apostaras quién iba a ganar este domingo en el Perú y me dijiste “por el miedo de algunos amigos y parientes que viven allá, parece que Castillo, el candidato de esta ‘nueva’ izquierda”.

El miedo. Cuando el miedo llega, tú lo sabes, José, viejo lobo marino de las catástrofes políticas: ¡Lo viste y viviste todo, el golpe militar del 73, la RDA, la época de Sendero Luminoso en Perú! Experto en los conflictos de Chile con sus vecinos, escritor, caricaturista, periodista de alma, memorialista, profesor. ¿Qué tal si nos tomamos un avión, cuando nos dejen y antes que nos mate la melancolía pandémica, nos vamos directo del aeropuerto de Lima al Hotel Mauri (¿existirá todavía?), donde se sirve el, según tú, mejor pisco sour de la historia? ¡El mejor líquido para sobrevivir lúcidos en estos tiempos líquidos, José! Y a lo mejor se nos aparece el espíritu de Zaleri por ahí, y le preguntamos cosas. Yo, al tercer pisco sour voy a estar recitando a Vallejo, embebido de nostalgia andina, versos como estos: “Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo”, o “En Lima… En Lima está lloviendo / el agua sucia de un dolor / qué mortífero!”. ¿Lloverá este domingo en Lima? ¡Otro pisco sour a tu salud, amigo José, brindo por tu libertad interior (tan escasa en estos días) de extremista de centro, tan necesaria en tiempos de pandemia de intolerancia!

Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl