El valladar de la República
“La operación ‘Rodea la Convención’ dejó claro que la agitación seguirá teniendo un papel modulador de la política chilena”, dice John Müller.
Nunca un apellido coincidió mejor con la persona y con la misión: Valladares. Un valladar es una valla, un cerco, un límite. La Real Academia Española la define así: “Obstáculo de cualquier clase para impedir que sea invadido o allanado algo”. Es decir, es un muro, físico o moral, que protege algo valioso. En el caso de este domingo 4 de julio en Chile, nada menos que a la república.
La instalación de la Convención Constituyente empezó tensa y acabó extensa. La operación ‘Rodea la Convención’ ideada por el PC, pero ejecutada por el pueblo de la Lista del Pueblo, buscaba dejar claro que la agitación callejera seguirá teniendo un papel modulador de la política chilena. De hecho, mientras para algunos convencionales esto es indeseable, para otros es indispensable.
Que un sector de la Convención, capaz de movilizar hasta dos tercios de sus miembros, iba a intentar cortocircuitar, amparados en su autonomía, cualquier relación con un Poder Ejecutivo debilitado e impopular estaba cantado. ¡Gracias a eso fueron elegidos! Pero esta estrategia parece ir más allá, porque, de acuerdo con las normas del proceso, el incentivo de los convencionales no es ser hoy rigurosos o razonables en beneficio del mañana -cosa que se podría contrastar si se presentaran a una reelección cuando las consecuencias de sus actos pudieran ser juzgadas-, sino ser populares en el presente continuo.
De ahí que la estrategia de “acompañamiento” popular sea indispensable porque lo importante es el apoyo hoy, no en el futuro. Los resultados de esta agitación, en las calles o en las redes sociales, ya los hemos visto en el Congreso con la aprobación de los retiros de fondos previsionales y la introducción de una agenda legislativa más simbólica que eficaz.
Aunque desde 1950, el aumento de las formas no convencionales de participación política en el mundo es un hecho, hay sectores sociales menos proclives a movilizarse. Cuando se produce la suplantación del voto por la algarada, los menos empáticos o comprometidos pueden restarse o no, pero lo que sí es seguro que los que menos oportunidades tienen de hacerse oír son los menos agresivos.
Por eso, el papel de Carmen Gloria Valladares, secretaria del Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel), el domingo fue fundamental. Desde el punto de vista práctico, porque tomó decisiones que permitieron convertir una asamblea sicodélica en un acto republicano que desembocó en la generación de un embrión de orden interno: se eligió una presidenta, un vicepresidente y una agenda inicial.
En el fondo, Valladares consiguió que el voto se impusiera sobre el asambleísmo como mecanismo de decisión, aunque para ello tuviera que tomar el engorroso camino de una votación nominal con papeleta en vez de a viva voz como indica la lógica organizacional.
Jugó a favor de la funcionaria que los desórdenes introdujeron un retraso de dos horas en relación a lo previsto. Así que, acuciados por el hambre, los ánimos de los convencionales se fueron ahormando al procedimiento. Es la misma lógica del cónclave papal, donde se encierra a los cardenales bajo llave hasta que eligen a un sucesor de San Pedro.
La imagen de la profesora mapuche Elisa Loncon Antileo, con su colorido atuendo indígena, al lado de la austera figura de Valladares (casi rogando que la dejaran esfumarse de la testera de la Convención), es sin duda el símbolo de la reconciliación con los pueblos aborígenes que algunos consideran necesaria, pero que otros asumen con sorpresa en un país donde menos del 10% de la población se declara de origen mapuche y que hoy ofrece al mundo la imagen de que es un país muy distinto al que se pensaba.
John Müller conduce Primera Pauta, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 07:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl.