El centro no resiste, como dijo el poeta
“Muchos nos felicitamos prematuramente por lo que parecía un retorno a la centralidad” tras las primarias, dice John Müller: “Esa sensación se ha ido esfumando a medida que Boric fue alcanzado y sobrepasado por Kast”.
Este fin de semana, el diario La Tercera tuvo la idea de comparar la polarización de la elección presidencial chilena con la peruana de julio pasado entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Hubo decenas de comentarios en redes prejuzgando las intenciones del diario de comparar cosas que, según algunos analistas, no tenían nada que ver. Los peor pensados sugirieron que volvía la campaña del terror de !Chilezuela!, pero con Perú como ejemplo.
A mí me pareció que el reportaje era pertinente porque arrojaba luz sobre un punto: la elección presidencial está siendo capitalizada por los candidatos de los extremos. Y, como escribía el poeta irlandés William Butler Yeats, cuando las cosas se ponen así, “el centro no puede resistir” (“The centre cannot hold“).
El hundimiento del centro político es un tema importante en política. En Chile, después de la muy escorada elección de convencionales de mayo pasado donde la derecha fue barrida, las primarias presidenciales volvieron a distorsionar las cosas: su resultado dio la impresión de que las posiciones más partidistas o ideologizadas -la del comunista Daniel Jadue en la izquierda o las de Joaquín Lavín, Ignacio Briones o Mario Desbordes en la derecha- cedían ante las que parecían más propensas al mestizaje como las de Gabriel Boric o Sebastián Sichel.
Muchos nos felicitamos prematuramente por lo que parecía un retorno a la centralidad, una exhibición de moderación de los votantes más participativos. Sin embargo, esa sensación se ha ido esfumando a medida que Boric fue alcanzado y sobrepasado por José Antonio Kast en las encuestas, Sichel se hundía y Yasna Provoste no acababa de despegar. Y esto nos aboca, efectivamente, a una elección a la peruana, donde las candidaturas de centro pierden fuelle y acaban siendo eliminadas por el mecanismo protector de las dos vueltas que consigue así justo lo contrario que se esperaba de él: que moderaran el resultado. Al contrario, el país acaba votando por el candidato que es percibido como el mal menor.
Esto tiene consecuencias importantes. La primera es que el presidente electo nace prácticamente cojo y maniatado como está comprobando Pedro Castillo en Perú. Solo los 2,7 millones de votos que obtuvo en la primera vuelta son genuinamente “castillistas”. Los otros seis millones que añadió en la segunda, pueden perfectamente ser hijos de la hipótesis del mal menor.
La segunda cuestión tiene que ver con las instituciones. Cuando la cultura política se tuerce y se instala en la polarización y el sectarismo, hasta el más virtuoso de los diseños institucionales se vuelve contra el sistema. Aquí vemos cómo la segunda vuelta se convierte en un factor para legitimar un candidato situado extramuros de la sabiduría convencional.
Como dicen los franceses, que fueron los primeros en adoptar la segunda vuelta en serio, el voto de la primera vuelta es con el corazón y el de la segunda es con la razón. En la segunda vuelta, todos los candidatos tratarán de centrar sus planteamientos porque el premio está en conquistar al votante templado. Pero a esas alturas, como ocurrió en el Perú, puede que del centro no quede nada.
John Müller conduce Primera Pauta, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 07:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl.