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La “democracia sustantiva” va en camino

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Agencia Uno/PAUTA
POR Eduardo Olivares |

Como todo discurso de la victoria, el de Boric está lleno de buenas intenciones y algunas medias verdades.

El pasaje del discurso de la victoria de Gabriel Boric más original fue cuando dijo al público “¡va en camino!”. Lo hizo dos veces. Algo debe haber pasado entre los asistentes -un desmayo o algo que por la TV no se percibió- y, como si fuera una estrella de rock, Boric detuvo su concierto y avisó al público de que los equipos de seguridad iban para allá. Va en camino: la solución, el agua, la camilla, la ambulancia, lo que fuera.

Esta capacidad de dialogar desde la tribuna con los gritos de los seguidores fue una innovación en el discurso de la victoria: a los que pidieron la libertad de los “presos del estallido” les dijo “he hablado con las familias y tenemos muy claro lo que debemos hacer” y a los que gritaron “no más AFP” también les recordó su oferta de crear un sistema de pensiones “sin lucro”, y a los que no tienen casas les agradeció que le acompañaran.

En su discurso, Boric demostró que es consciente de la coyuntura que atraviesa el país: “Sé que en los años que vienen se juega el futuro de nuestro país”.

A diferencia de Salvador Allende, prometió “ser el Presidente de todos los chilenos” y desgranó cuatro lecciones que Chile habría aprendido en su breve historia independiente: que “un crecimiento económico que se asienta en la desigualdad tiene los pies de barro”, así que piensa luchar por la cohesión social; que “desestabilizar las instituciones democráticas conduce directamente al reino del abuso, la ley de la selva, y el sufrimiento y desamparo de los más débiles”, así que va a cuidar de la democracia todos los días; que “los avances, para ser sólidos, requieren ser fruto de acuerdos amplios”, por lo que irá “peldaño a peldaño” para “no arriesgar lo que cada familia ha logrado con su esfuerzo”, y que “el respeto a los derechos humanos, siempre y en todo lugar debe ser un compromiso inclaudicable”.

Ahí, al final, le clavó una estocada a Sebastián Piñera afirmando que “nunca, por ningún motivo, un Presidente le debe declarar la guerra a su propio pueblo”.

Cuando habló de la democracia, Boric se salió del texto escrito que fue repartido a los medios e improvisó. Dijo que hablaba de “una democracia sustantiva, que no se reduce solamente a lo que sucedió hoy día que es el voto que es tremendamente importante… porque una democracia sin la gente no es una democracia”. Esta distinción es vieja en la política chilena. Hoy se habla de ‘democracia formal’ y ‘democracia sustantiva’ como en la década de 1960 se hablaba de ‘democracia burguesa’ y ‘democracia socialista’. La democracia formal pone el acento en el respeto a los medios y procedimientos con independencia de los fines, mientras que la sustantiva lo hace en los fines, sobre todo en la igualdad no solo jurídica, sino económica y social.

Pero resulta curioso que este debate sobre la calidad de la democracia solo se da cuando la izquierda pierde una elección. Cuando las gana, hasta el supuesto boicot del transporte público denunciado en la víspera deja de ser importante en el perfeccionamiento del sistema.

Como todo discurso de la victoria, el de Boric está lleno de buenas intenciones y algunas medias verdades. Imposible pensar que fuera del todo sincero cuando dijo que los medios de comunicación son fundamentales para la democracia tras el incidente con el periodista de radio Bío-Bío en el último debate. Incluso, el Presidente electo se atrevió a refrenar el adanismo de su generación recordando que son “herederos” y que se alzan sobre hombros de gigantes, citando -sin mencionarlo- el final del discurso de la victoria de Salvador Allende.

Tiene por delante tareas delicadas: primero, debe demostrar qué Boric va a ser Presidente, si el de la primera vuelta o el de la segunda. Para ello, la conformación de su equipo económico será una señal clave. En segundo lugar, debe definir una coalición de gobierno, su funcionalidad y perímetro, cosa que debería materializarse en un gabinete. Y, en tercer lugar, tiene que tomar conciencia de que el hiperpresidencialismo en Chile es un mito y que el cargo tiene limitaciones. La más grave es que uno envejece en el puesto y empieza a adquirir las mismas mañas que le criticó a la elite de poder que ha desplazado.

John Müller conduce Primera Pauta, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 07:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl.