¿Dónde está la silla de los chilenos?
Como en el juego de dinámica de grupos, todos disimulan, pero cuando llegue la hora de sentarse verán que la silla que han quitado es la de la prosperidad.
La política chilena en estos días recuerda al juego de las sillas, muy utilizado en la dinámica de grupos. La música empieza a sonar y todos los participantes dan vueltas en torno a un número de sillas que no alcanza para que todos se sienten. La gracia del juego es que, mientras suena la música, los participantes deben actuar como si hubiera sillas para todos, así que deben disimular, hacerse los despistados y no se pueden sentar hasta que la música se detiene. Entonces se constata que falta una silla y que uno de los jugadores está eliminado.
Esta metáfora se puede adaptar a las especulaciones sobre el futuro gabinete de ministros del Presidente electo que este se propuso anunciar antes del 22 de enero. Pero, sobre todo, se debe aplicar a la marcha del país del que se hará cargo una nueva generación el 11 de marzo próximo.
En cuanto a lo primero, un viejo aforismo de la política señala que “los que desembarcan en Normandía, no siempre desfilan en París”. Eso significa que muchos leales de la primera hora, gente que puso el pecho ante las balas por Gabriel Boric, se sentirán minusvalorados. Habrá heridos y resquemores, sobre todo en una generación a la que casi todo en política le ha salido con facilidad.
Pero me parece que lo importante es lo segundo. Los periódicos están llenos de frases educadas de uno y otro lado. El Presidente electo acude a Enade y proclama que “mis palabras sobre la gradualidad y responsabilidad fiscal no eran un disfraz de campaña de segunda vuelta, sino una convicción profunda que reitero”. El líder de los empresarios, Juan Sutil, enfatiza que “(Boric) tiene una oportunidad única de llevar a Chile al desarrollo” y dice que “hay mejores expectativas“.
Los intentos por enfriar las esperanzas que han llevado a Boric a La Moneda se van generalizando. Es ilustrativo el caso del diputado Gonzalo Winter que el 5 de marzo de 2020 atacaba a los partidarios del Rechazo por sostener que “la Constitución no puede cambiar la vida de la gente” y que el sábado pasado tuiteaba que no todos los problemas de la gente son necesariamente “un problema constitucional”. Pero también lo hace el Presidente electo cuando cita pasajes de un libro del político español Íñigo Errejón destinados, precisamente, a defenderse de las acusaciones de traicionar las expectativas.
Reflexión clave para los tiempos que vienen: la capacidad de construir un orden común. pic.twitter.com/OaSvoxfEvJ
— Gabriel Boric Font (@gabrielboric) January 9, 2022
La curva de aprendizaje de Boric y los suyos o su adaptación al cinismo de la política real, que es la que administra el poder de un país, corre el enorme riesgo de decepcionar a los que han creído en sus promesas y, sobre todo, en su estilo. Si la conclusión que estos sacan es que en la mesa de los privilegios simplemente se han puesto un par de platos más para Boric y los suyos, lo que quedará expuesto es el oportunismo de una generación.
Por eso, el gran tema es, una vez más y ya son demasiadas veces en nuestra historia, el modelo de desarrollo económico e institucional. Hace más de una década que Chile camina extraviado con unas élites que no han hecho otra cosa que deslegitimar sus instituciones y un modelo económico que permitió al país desarrollarse como nunca entre 1990 y 2010. Pero el crecimiento se ha desplomado a partir de 2014, porque se dio por hecho que era cosa segura sin esfuerzo.
Y, además, durante el gobierno de Sebastián Piñera se ha puesto de manifiesto que también el modelo político de la Constitución de 1980 está agotado: no en vano en 2020 se produjo un récord de reformas constitucionales y se normalizó el uso del resquicio para legislar. El macizo resultado del plebiscito de octubre de 2020 demuestra que la incomodidad con el ‘statu quo’ se extendió a toda la sociedad.
Ahora, todos dan vuelta en torno a las sillas con frases de buena crianza y cooperación, pero el 11 de marzo se acabará la música y entonces comprobaremos que la silla reservada al modelo de prosperidad, que es la que realmente afecta a la gran mayoría de los chilenos, la hemos retirado y estos no tendrán dónde sentarse.
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