Carta a Mario Marcel
“Sin Banco Central (con su autonomía que algunos quisieran morigerar) y sin Mario Marcel, es probable que el país hubiera caído rápidamente en el abismo de la decadencia, mediocridad e irresponsabilidad”, dice Cristián Warnken.
Sr. Mario Marcel, ministro de Hacienda recién nombrado:
“No lo conozco”, le dijo de usted –con la cazurrería que lo caracteriza– el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier. Afortunadamente, el país conoce su impecable trayectoria en el servicio público, sus capacidades técnicas, pero también políticas (en un sentido amplio), su coherencia y, por qué no decirlo, coraje en momentos en que una parte importante de la clase política (representada por los integrantes de la Cámara de Diputados) se emborrachó de populismo (con un no menor toque de farándula), pero se encontró con la contención que el Banco Central representaba bajo su dirección. Sin Banco Central (con su autonomía que algunos quisieran morigerar) y sin Mario Marcel, es probable que el país hubiera caído rápidamente en el abismo de la decadencia, mediocridad e irresponsabilidad, ese hoyo negro que ha tragado tantos países de nuestra América Latina.
Hay una parte de los políticos de una izquierda radical que se han empeñado en demonizar a los economistas y que incluso han pretendido que se puede gobernar un país sin considerar la ciencia económica: tenemos en nuestros continentes varios líderes e incluso ministros de economía que parecen confiar más en la magia o la superstición que en esta ciencia a la que el filósofo Adam Smith le dio carácter científico y Keynes le proveyó de las bases macroeconómicas. Es cierto que algunos economistas en estos lares han pecado de un poco de soberbia y a veces de desconexión con la realidad cotidiana de las personas: han convertido las cifras, los índices, en vellocinos de oro, absolutizándolas. Pero negar la ciencia económica en nuestros días, para gobernar un país, sería como negar los datos que proveen la biología y la virología para tomar decisiones razonables en la contención de la pandemia. Y la gran pandemia social y política hoy en el mundo es el populismo, de derecha o de izquierda.
Los líderes populistas saben que los economistas serios vendrán a aguarles la fiesta (de promesas falsas, manipulación de expectativas) y por eso los demonizan, caricaturizan y denuestan. Como lo hiciera en su Twitter el militante del Partido Comunista Juan Andrés Lagos, quien dijo de usted al decidir el Banco Central una fuerte alza a la Tasa de Política Monetaria para evitar un aumento de la inflación: “El Banco Central no tiene idea de economía a escala humana. Su referente son las 7 familias ricachonas […] No creen en nada, salvo el lucro, las ganancias, el capital especulativo. Son una lacra”. Como si controlar la inflación, un flagelo que deteriora en muchas partes del mundo la calidad de vida de los más pobres, no fuera hacer economía a escala humana. La lacra en realidad son los que manejan irresponsablemente la economía, toman malas decisiones en políticas públicas, desfondan el Erario nacional en aventuras delirantes llenas de retórica; lírica, pero poca prosa.
La lírica es fundamental en la vida (amo la poesía), pero puede ser nefasta en política. Por algo Platón expulsó a los poetas de la República: en esa políticamente excesivamente lírica, se cumple lo que dijo Huidobro: “El adjetivo, cuando no da vida, mata”. Miren cómo abundan los adjetivos en el Twitter de ese economista de una izquierda radical que no se ruboriza por haber conducido a los pueblos de tantos países a la miseria, por negar y demonizar la economía. “La economía es una ciencia triste”, le oí decir a un economista amigo: claro, le toca a ella poner límites, saber que no todos los sueños son posibles de realizar o que, como dijera otro poeta, W.B. Yeats: “Después de los sueños, comienzan las responsabilidades”.
A usted le tocará representar esa ciencia triste en un gobierno, en los que hay algunos dirigentes que en sus genes más profundos parecen creer que ni la tristeza ni la realidad existen. Y si existen, hay que negarlas o invisibilizarlas a toda costa, como Guillermo Teillier parece querer hacer con usted al invisibilizarlo o ignorarlo: “No lo conozco”. ¿Resabio de viejas prácticas comisariales o simple humorada para no expresar la evidente molestia por el nombramiento de un gabinete más moderado de lo que el Partido Comunista quisiera?
Quienes más se parecen a los buenos ministros de Hacienda son las madres de clase media y sobre todo humildes: cuidan la plata, son austeras, responsables, saben que hay que administrar escasez y son las que pueden contener el desbande, desorden y derroche de sus maridos, que se gastan el sueldo apenas lo reciben. Los populistas se parecen a estos últimos y pueden arruinar sus familias muy rápido. Los pobres de Latinoamérica son hijos huachos de padres (líderes políticos) que se emborracharon y se gastaron todo en fiestas y en putas (las putas son, en este caso, las ideologías refundacionales). Y, en cambio, las mujeres de pueblo son –a pequeña escala– ministras de Hacienda, ellas manejan el “oikos”, vieja palabra griega que suele traducirse como “casa”, “hacienda” o “familia”. A usted le tocará esa a veces ingrata pero necesaria tarea: impedir que los dilapidadores incontinentes tiren la casa por la ventana.
Usted ha trabajado con rigor y muchas veces en un discreto segundo plano –y con mucha sobriedad– desde hace mucho tiempo por cuidar nuestra “hacienda”, nuestro hogar. Desde el gobierno de Patricio Aylwin, pasando por Lagos y Bachelet. Usted expresa lo mejor de esos “treinta años” tan denostados, de manera tan simplista e infantil por aquellos que creen que la Historia comienza con ellos. Usted es parte de esa izquierda que aprendió de las derrotas, que se preguntó por qué las sufrió, que entendió que política y economía van de la mano y que sin crecimiento económico y responsabilidad fiscal todos los sueños de un país mejor pueden terminar en el Infierno. Y que, en vez de avanzar, por hacer reformas atolondradamente y sin rigor técnico, finalmente se retrocede.
A usted le tocará una tarea histórica: cómo avanzar hacia un país más justo, sin perder lo que hemos ganado en estas décadas. Cómo hacer cambios, sin tirar todo lo pasado al tacho de basura. Si lo hace, probablemente, pasará a formar parte de la destacada pléyade de buenos ministros de Hacienda que lo han antecedido: pienso en un Alejandro Foxley, Eduardo Aninat, Andrés Velasco, Rodrigo Valdés, y también Ignacio Briones, entre otros. Más allá de las diferencias y estilos, es posible ver una cierta tradición, una continuidad, que tiene que ver con lo mejor de nuestra historia reciente, de un país que aprendió –quizás porque fuimos alguna vez un país pobre y austero– que, si no cuidamos nuestro “oikos”, no hay dignidad ni justicia posibles. Y eso parece haberlo entendido el Presidente electo Gabriel Boric, quien al designarlo a usted como ministro de Hacienda parece haber desechado la tentación del camino populista, por lo menos por ahora. Y eso hay que aplaudirlo, porque tomar esa decisión requería coraje y sentido común., ese sentido común que hemos visto extraviarse tanto en estos últimos años en el país. Y también lo felicito a usted, por la valentía y el genuino espíritu de servicio público que lo ha hecho aceptar este desafío en un momento de incertidumbre como este.
No será un camino fácil, pero al menos sabemos que en momentos de tormenta usted estará ahí cuidando no solo los grandes agujeros, sino también los pequeños que pueden hundir los barcos. Como recomendó Benjamin Franklin, “cuida de los pequeños gastos: un pequeño agujero hunde un barco”. Es el mismo Franklin que afirmara que “en este mundo, ninguna cosa es cierta, salvo la muerte y los impuestos”. Sí, la ciencia económica es triste, es como la voz de la conciencia que nos recuerda cada cierto tiempo nuestra finitud y nuestros límites. Un. poco de esa “tristeza” no le va a venir mal al gobierno de una coalición joven (que todavía no conoce ni la finitud ni los límites). Muchos de ellos (que creen en respuestas fáciles a problemas complejos) no saben que quizás el hecho de que usted haya sido nombrado es lo que hará posible que los anhelos que esta coalición dice representar (la de superar los abusos y desigualdades) puedan hacerse realidad y no terminen otra vez en derrota, la derrota que suele autoinfligirse la izquierda a sí misma cuando quiere negar la economía o simplemente dice de uno de los más destacados y serios economistas de Chile: “No lo conozco”.
Lo saludo fraternalmente desde mi jardín.
Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl.