El promedio de Boric
El anuncio de que su gobierno recurrirá a los tribunales internacionales si la Justicia chilena no le parece suficiente para los casos de derechos humanos y el nombramiento de Mario Marcel configuran sus primeras acciones.
En muy pocos días, Gabriel Boric ha tenido un gran acierto y ha cometido un descuido importante. Ha configurado un gabinete donde se materializa un gobierno de coalición, atribuyéndole un papel central a Mario Marcel, “un socialdemócrata pre Giddens” en palabras del Presidente electo, pero se ha referido de manera poco cuidadosa a la solución que su gobierno quiere dar a las supuestas violaciones de los derechos humanos durante el estallido social que calificó de “importantes”. Boric dijo en una entrevista en Tolerancia Cero que su gobierno recurrirá a los tribunales internacionales si la Justicia chilena “no es suficiente” para encontrar a los responsables de las supuestas violaciones.
Las palabras del Presidente electo constituyen una injerencia grave en los asuntos de otro poder del Estado, el Judicial. Avisarle a éste que si sus sentencias no son del agrado del presidente se recurrirá a los tribunales internacionales plantea un conflicto sin precedentes sobre la autonomía de la Justicia chilena. Si el presidente tiene una mínima sospecha sobre el funcionamiento de los tribunales, debe despachar de inmediato al Congreso una reforma que corrija los errores. Y si no es así, estamos ante un intento de presionar para que las sentencias se produzcan en una dirección determinada. El problema es que quien presiona no es un ciudadano cualquiera, sino el futuro Presidente de la República.
Estas palabras pueden ser una torpeza o un error calculado que precisamente busque marcar el deseo de Boric de no soltar la bandera de los derechos humanos. Ello no obsta, sin embargo, para que el país siga celebrando su luna de miel con el nuevo gobierno como quedó de manifiesto en la entrevista de guante blanco de Tolerancia Cero donde el único momento de tensión se vivió cuando Daniel Matamala le hizo ver sus contradicciones sobre el rol de la Primera Dama.
Decía el asesinado líder sueco Olof Palme, icono de la socialdemocracia moderna junto con Willy Brandt, que todos los gobiernos del mundo, incluidos los monocolor, son de coalición: una coalición entre el ministro de Hacienda, que autoriza los gastos, y los demás ministros que siempre piden más recursos. Con esta frase, Palme no buscaba reducir la importancia de su poder como jefe del gobierno o eludir su responsabilidad y hacer (aún) más impopular al titular de Hacienda, lo que quería era subrayar que por encima de los deseos más profundos está la realidad material.
Boric ha dicho con relación a la designación de Mario Marcel que “seriedad y responsabilidad no es igual que moderación”. Con esta clave interpretativa, una lectura bastante exacta del comunicado donde Marcel agradece su nombramiento es que él será una garantía de que Chile avanzará en el camino del socialismo (o donde sea que Gabriel Boric y los suyos quieran llevar a Chile), pero que lo hará con responsabilidad fiscal. Esto le ha gustado a quienes creyeron en el candidato de la segunda vuelta y que alaban la inteligencia política del presidente electo, pero, sobre todo, a los mercados que ven en la designación del presidente del Banco Central un acto de realismo.
Es difícil vaticinar ahora como transcurrirá la gestión de Marcel. Parece claro, por las declaraciones de Guillermo Teillier, que el Partido Comunista definirá su personalidad a través de la postura respecto del ministro de Hacienda. Esto es importante porque, tras la segunda vuelta y la conformación del gabinete, el PC se enfrenta al dilema de volver a repetir el papel que jugó en el segundo gobierno de Michelle Bachelet o ambicionar algo más.
No se le escapa a nadie que el diseño de Boric de un gobierno de coalición con Marcel busca consolidar la ruptura del eje PS-DC que fue clave en los 30 años de la transición. Maya Fernández Allende fue la primera que percibió este movimiento pendular y el presidente ha premiado su visión con un ministerio. Pero este proceso tendrá consecuencias de largo plazo en la política chilena, tal como ya las tuvo antes de 1973. Y una de esas consecuencias tiene que ver con la viabilidad política de la DC como partido de centro en Chile.
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