Agustín Squella: “No estamos en 1810, no tenemos que fundar ni refundar Chile”
El convencional del Colectivo del Apruebo cuestiona varias de las propuestas de norma aprobadas en los últimos días. “No podemos pasar de un proceso transformador a uno revolucionario”, dice.
“Estamos en un momento transformador, que es más que un momento refundador”, resume el convencional Agustín Squella (Colectivo del Apruebo) al analizar las primeras votaciones en general en las comisiones de la Convención Constitucional.
El abogado y académico de las Universidades de Valparaíso y Diego Portales ve con cierta preocupación alguna de las normas que han sido aprobadas las últimas semanas, pero confía en que “predominará un compromiso fuerte con el cambio constitucional y con un propósito de transformación que es distinto a la revolución y a la refundación”.
Es especialmente crítico de la iniciativa aprobada por la Comisión de Sistemas de Justicia que busca limitar el período de duración de los jueces en sus cargos. Califica esa decisión como “equivocada” y no considera que el mensaje de alerta que entregó la Corte Suprema a través de la ministra Ángela Vivanco sea una una intromisión, aunque cree que el Máximo Tribunal debió actuar de forma distinta, con mayor “contención”.
En esta entrevista, el convencional también se declara en contra de la creación de un Consejo de Medios de Comunicación y expresa sus reparos a la propuesta de anular concesiones mineras en territorios indígenas.
-¿Cuál es su visión de las señales que ha dado la Convención la semana que termina, a raíz de varias de las propuestas que han aprobado distintas comisiones?
“Quiero destacar que las distintas comisiones están avanzando bien, que ya terminó la discusión de las propuestas de norma de los constituyentes y hemos empezado a votar en general. Eso es lo más importante”.
“Es cierto que la Convención de pronto -o no ella, sino algunos convencionales, y puedo estar yo entre ellos, por qué no-, hacen noticia porque se expresan más allá del trabajo que está haciendo la Convención con algunas ideas que al país y a la mayoría de la ciudadanía le pueden parecer a lo menos algo extravagante o fuera de lugar. Ese tipo de intervenciones, legítimas en nombre de la libertad de expresión, a veces sugieren una imagen de desorden que no existe. Lo que a mí me preocupa no es tanto eso, sino que, como todos sabemos, tenemos que apurar el tranco porque tenemos ya menos de seis meses por delante y, en mi opinión, no sería presentable pedir un alargue de ese plazo”.
Interferencia en la libertad de prensa
-Antes de ser convencional usted participaba en forma permanente en los medios de comunicación. ¿Qué la parece la idea de un Consejo Nacional de Medios de Comunicación?
“Me parece muy mal. Me manifiesto en contra de cualquier tipo de institucionalidad pública -ni qué decir estatal- que pueda interferir con una de las libertades fundamentales en una sociedad democrática para que esta sea y perviva como democrática. Dejemos a los medios de comunicación que hagan su trabajo. Sino lo hacen bien, critiquémoslos, porque no están libres de eso”.
“También discrepo de aquellos que creen erróneamente que los problemas de la Convención son preferentemente comunicacionales. No lo son y cuando tenemos problemas comunicacionales nos los creamos nosotros mismos, no los crean los medios. Pero nos los creamos nosotros mismos no como cuerpo de 154 constituyentes, sino porque uno, dos, tres o un determinado grupo emite una opinión a título personal -lo que es legítimo- pero que no compromete a la Convención cuando no ha habido ninguna discusión o acuerdo sobre el tema que se trasmite. Muchas veces esa expresión suena a lo menos extravagante en los oídos de la ciudadanía”.
-¿Cree que esta norma obtendrá los dos tercios requeridos en el Pleno?
“Creo que no va a reunir los dos tercios en el Pleno. Ese es mi deseo y desde luego yo me manifestaré en contra de la idea. Creo que aunque no esté en el ánimo de sus patrocinantes, todos esos tipos de organismo -lo demuestra la experiencia internacional-, se pueden transformar en un acoso y cuando no en una censura a los medios de comunicación. Los medios tienen que disponer de la más completa libertad para hacer su trabajo, dentro de la línea editorial que tiene cada uno. Eso forma parte de la libertad de prensa y es propio de una sociedad abierta y democrática, en que no hay medios oficiales y, los que hay, no están controlados por los gobiernos de turno”.
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Duración de jueces y reacción de la Corte Suprema
– En el caso de la propuesta de norma que limita el período de duración de jueces, ¿cómo evalúa la reacción del Poder Judicial, con la vocería en medios de la ministra Ángela Vivanco?
“La idea me parece equivocada. Desearía en su momento -porque no estoy en la Comisión que aprobó esa idea-, escuchar razones en favor de la misma. ¿Por qué la temporalidad de la jueces? ¿Por qué esa expresión de desconfianza en el trabajo judicial? ¿Cuáles son los elementos de derecho comparado que pueden apuntalar una iniciativa como esa?”
“Tal vez la Corte Suprema, que está en su derecho de reaccionar, debió hacerlo en una forma más comedida. No hay que olvidar que en este proceso constituyente la Corte Suprema es una instancia de reclamación si al interior de la Convención se incurre en fallas procedimentales. El máximo tribunal debió tener presente eso para no exponerse a un debate con una disposición que la Convención recién ha aprobado en general. Dos años de pandemia a todos nos afecta”.
– ¿A qué se refiere?
“Lo que nos está pasando, entre otras cosas, es una falta de contención y pareciera que quien habla más fuerte, quien dice cosas más disparatadas, quien se desborda emocionalmente en público, es la persona que ‘la lleva’. Esto en circunstancias de que la contención, tanto en las ideas como en las emociones, es una virtud”.
“No digo que no expresemos nuestras ideas o que ocultemos nuestras emociones, pero debe haber una cierta contención, porque se manifiestan en medio de un proceso constituyente. No estamos en el estadio ni en un hipódromo. Estamos en un proceso que, además de la importancia que tiene, que es objetiva e histórica según repetimos todos los constituyentes, tiene que tener una cierta formalidad, por no decir un cierta solemnidad”.
– ¿Pero considera como intromisión que la Corte Suprema entregara un mensaje de alerta respecto de lo aprobado recientemente?
“No lo llamaría una intromisión, no creo que ese haya sido tampoco el propósito de la Corte Suprema. ¿De dónde viene el encono que creo percibir contra una Corte Suprema que en los últimos años se ha comportado en general muy a la altura de la circunstancias, supliendo con sus fallos lagunas que el legislador por pereza ha producido en el ordenamiento jurídico? ¿Acaso la Corte Suprema es un bastión del conservadurismo o de posiciones extremadamente mojigatas desde el punto de vista jurídico? Todo lo contrario.
La derecha -o parte de ella- viene criticando hace tiempo a la Corte Suprema por activismo judicial; es decir, porque los jueces están supliendo vacíos que el legislador ha dejado por años. Pero ahora veo con preocupación que parte de la izquierda también se va contra la Corte Suprema. Necesitamos contención, moderación. No silencio: la moderación no es sinónimo de silencio”.
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Transformar, no refundar
– De todas las normas aprobadas en comisiones en las últimas dos semanas, ¿cuál le parece la más preocupante?
“Hay no pocas, pero el tema del Poder Judicial me preocupa mucho. Es evidente que hay que cambiar el sistema de nombramiento de los jueces, eso no lo duda nadie. Pero entusiasmarse hasta el extremo en que pareciera estar entusiasmándose la Comisión respectiva…. otra vez, conténgase un poquito. No hay que refundar el Poder Judicial“.
“Estamos en un momento transformador, que es más que un momento refundador. El próximo gobierno y el propio proceso constituyente no son reformadores, son transformadores. No podemos pasar de un proceso transformador a uno revolucionario, porque la mayoría del país no lo quiere simplemente. El 80% nos encargó una nueva Constitución, no ir a combatir en nombre de nuestras ideas”.
– La nulidad de concesiones mineras y de otro tipo en territorios indígenas ancestrales, como propone una norma, es vista como una fuerte señal de alarma en el sector privado.
“Claro que lo es y, en consecuencia, habrá que afinar muy bien esa provisoria aprobación. ¿Cuáles son exactamente esos territorios indígenas, que hoy no tienen una demarcación precisa? Las cosas se pueden y deben conciliar. Que los pueblos originarios tengan un reconocimiento explícito en la Constitución y que se les respete sus culturas, lenguajes, tierras y el acceso a recursos naturales es algo que se merecen como un acto de justicia y como una vía para lograr alguna vez la pacificación de La Araucanía. Eso se puede combinar con el carácter minero que tiene este país. Si no queremos que lo siga haciendo -espero que no sea ese el ánimo de los que patrocinaron esa idea-, pues no sé a qué nos vamos a dedicar… a exportar solo cerezas”.
¿Una constitución maximalista?
– Existe la percepción de que la Convención está sentado las bases de una Constitución maximalista. ¿Lo estima real?
“Es un riesgo que se corre y hay que tenerlo presente para administrar los antídotos para ello. También tenemos que ser contenidos en el lenguaje que empleemos al redactar las normas constitucionales. Una Constitución es ante todo un documento político, todos lo sabemos, pero a la vez es un texto jurídico que tiene que ajustarse -les guste o no a muchas personas- a ciertos criterios o pautas de escritura propias del lenguaje jurídico”.
“Por eso el Colectivo del Apruebo propuso consultar lingüistas. Tenemos excelentes en Chile e incluso durante el último tiempo han salido al espacio público a expresar inquietudes sobre la redacción de la nueva Constitución, pero sobre todo a mostrarse dispuestos a ser escuchados por la Convención. La nueva Mesa acogió esa solicitud y ya se verá cómo se procede. Los lingüistas no van a redactar, pero nos pueden ayudar a redactar ahora mismo o cuando empiece a funcionar la Comisión de Armonización”.
– ¿Cree que en las votaciones recientes se han impuesto las visiones radicales por sobre las moderadas?
“Hay una tendencia a eso, pero creo que lo que va a predominar es un compromiso fuerte con el cambio constitucional y con un propósito de transformación, que es distinta a la revolución y a la refundación. Una cosa es un proceso transformador -que lo empezó a aplicar con relativo éxito el gobierno de Michelle Bachelet en su segundo periodo-, y otra cosa es un proceso refundacional. No estamos en 1810, no tenemos que fundar ni refundar Chile, tenemos que mejorarlo. Y para esto, tenemos que transformar de manera importante algunas de nuestras instituciones. Por ahí debe ir nuestra propuesta”.