¿Cambio de régimen o cambio de hombre?
La invasión de Ucrania ha puesto en cuestión la tesis china de que las democracias liberales pueden coexistir sin problemas con los regímenes autoritarios.
La diplomacia norteamericana ha hecho equilibrismos este fin de semana para matizar las palabras de Joe Biden que, durante su reciente visita a Polonia, llamó “carnicero” a Vladimir Putin y cerró uno de sus discursos diciendo: “Por el amor de Dios. Este hombre no puede seguir en el poder”. Hay versiones para todos los gustos -desde que el presidente norteamericano habría improvisado fuera del libreto hasta que se trató de una acción premeditada-, pero todas ellas ponen el acento en que la expresión fue una cuestión personal de Biden.
El presidente francés Emanuel Macron tomó distancia de la expresión “carnicero”, pero fue Antony Blinken, el secretario de Estado de EE. UU. , el que planteó la rectificación de fondo: “Como ya sabrán, y como nos han escuchado decir en varias ocasiones, no tenemos una estrategia de cambio de régimen en Rusia ni en ningún otro lugar”.
Si las cosas son como dice Blinken y no como dice Biden, la pregunta es ¿a qué está jugando Estados Unidos y sus aliados de la OTAN? Porque si la intención no es neutralizar a Putin, cuya voluntad es la que está detrás de la guerra de agresión contra Ucrania, ¿qué sentido tienen las sanciones comerciales, el apoyo militar a Ucrania y la defensa de la integridad territorial de este país?.
Los observadores están desconcertados. EE. UU. ya ha sido suficientemente criticado en Europa porque al decir que no defendería militarmente a Ucrania, prácticamente le dio luz verde a Putin para invadir el país. La rectificación de Blinken, aunque no descarta la sustitución de Putin al frente de Rusia, sí acepta la posibilidad de que la autocracia creada por éste siga funcionando bajo un nuevo líder.
La polémica no es ociosa. En las elites europeas hay voces importantes que están advirtiendo que tarde o temprano habrá que negociar con Putin, porque Ucrania no va a ganar esta guerra, y porque no conviene llamar “carnicero” o “criminal” a quien se va a sentar al otro lado de la mesa. El núcleo de este argumento es que no hay que excitar a las opiniones públicas nacionales que después se sentirán frustradas. Entre los asesores de Macron estas tesis han encontrado terreno fértil.
La rectificación de Blinken tiene más peso y concierne a China. La invasión a Ucrania ha puesto en cuestión la tesis china de que las democracias liberales pueden coexistir sin problemas con los regímenes autoritarios. Esto lo ha repetido varias veces Xi Jingpin en sus intervenciones reclamando su derecho a estar en el mundo sin ser criticados y a servir como alternativas legítimas a las democracias. Pero las democracias no suelen agredir a sus vecinos, mientras que las dictaduras o los regímenes iliberales sí. Lo que está en juego es si el mundo del futuro se dividirá en dos grandes bloques, uno de los cuales buscará la exclusión de los autoritarismos, o aceptará coexistir con ellos.
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