Chile necesita mucho más al mundo
La apertura del país al exterior es el único factor que puede impedir que se transforme en una versión decadente y ensimismada de sus minusvalías.
Cuenta Sebastián Edwards que en la reunión que Gabriel Boric tuvo con los estudiantes de su Universidad (UCLA) en Los Ángeles, el presidente expuso la idea de que el mundo necesita a Chile tanto como Chile necesita al mundo. Es la frase que un presidente puede pronunciar, por ejemplo, después de haber leído ‘Las diez tendencias que transformarán Chile’ escrito por Joaquín Lavín durante su período de reflexión en Madrid.
El de Lavín es un libro escrito ex profeso para inyectar (e inyectarse) optimismo. En él, Chile ha tenido la suerte de haberle tocado el desierto más árido del mundo en la lotería geográfica. Pero la verdad es que ni el cobre, ni el litio, ni el hidrógeno verde son bendiciones exclusivas de nuestro país. Hay mucho de eso en otras partes del mundo, quizá más caro de extraer que en Chile, pero lo hay. Alemania, por ejemplo, ha dicho que planea desarrollar un proyecto de hidrógeno verde en el río Congo, gracias a las tres grandes represas que la República Democrática del Congo está terminando en ese curso de agua.
Así que no está tan claro que el mundo necesite a Chile con igual intensidad que nuestro país necesita al mundo. Lo que sí necesita Chile es a los chilenos. En el libro de Lavín hay varias historias que dan cuenta de que existen ciudadanos con ideas, emprendedores, constantes y sacrificados, que venden por todo el mundo y crean empresas innovadoras. Ese capital humano es el que puede explotar el cobre o el litio de manera eficaz. Al final, los países no se hacen más poderosos únicamente por sus recursos naturales, sino por su capital humano.
Este contexto es el que hizo que el auditorio que escuchaba a Boric fuera generoso a la hora de interpretarlo y entendió sus palabras como su promesa de que el país seguirá abierto e integrado en la economía global. Una bendición personal al comercio mediante la idea de que los chilenos necesitamos lo que ustedes tienen y ustedes necesitan lo que nosotros tenemos.
El problema es que no está nada claro que ese criterio presidencial sea totalmente compartido por su equipo y menos por su coalición de gobierno.
Los obstáculos a la aprobación de la renovación del tratado con la Unión Europea, el tortuoso proceso que frena la ratificación del TPP-11 y el deseo de algunos de sus subordinados de realizar una “consulta ciudadana” para “legitimar” los tratados comerciales son tres ejemplos que contradicen en los hechos las palabras de Boric. La apertura del país al exterior es el único factor civilizador que puede impedir que Chile se transforme en una versión decadente y ensimismada de sí mismo y sus minusvalías.
Añadiré una anécdota que me refirió hace unas semanas en Bruselas el eurodiputado español Leopoldo López, padre del líder opositor venezolano del mismo nombre. Hace unos meses, una delegación del Parlamento Europeo pidió visitar a Elisa Loncón, entonces presidenta de la Convención Constitucional. A los delegados europeos les costó muchísimo que les diesen audiencia y al final Loncón los recibió a regañadientes, haciéndoles ver que era un hecho excepcional que una representante de un pueblo originario recibiese a eurodiputados de potencias colonialistas. Visto el tenor del recibimiento, López le preguntó a un asesor de la entonces presidenta de la Convención cuál era su idea de las relaciones internacionales:
-Nosotros no queremos saber nada de la Unión Europea y menos de Estados Unidos- contestó el asesor.
-¿Y entonces, con quienes piensan cerrar alianzas en el mundo?- preguntó López.
-Siempre nos quedarán los chinos. Ellos nos quieren comprar todo- cortó.
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