Carta a los queridos amigos del café secreto
“Mientras los otros se destruyan en odiosos foros televisivos unos a otros, nosotros démosle la lección a los fanáticos e intolerantes de que es posible convivir y ser amigos más allá de las diferencias”, dice Cristián Warnken.
Queridos amigos del café secreto:
Les escribo esta carta antes de ir a encontrarme con ustedes en el café en el que nos venimos juntando desde hace años, el mismo día, a la misma hora, en la misma y consabida esquina. Nuestro café secreto, donde nos reunimos a conversar sin pauta ni límite, ni nuestras mujeres ni nuestros hijos saben donde está. Es nuestro mejor y más guardado secreto. Tal vez alguna de nuestras parejas pensarán que estamos con una amante, pues nos desconectamos totalmente de nuestros celulares; bueno, los amigos del alma son como amantes y tal vez más que amantes… Desde muy antiguo, la amistad ha sido considerada como una de las formas del amor. Ese rito practicado con lealtad y constancia, el del café conversado, creo que ha hecho más dulce el tránsito de nuestra madurez a lo que alguien llamó tan bellamente la “juventud de la vejez”: sí, porque hace tiempo ya que cruzamos la línea que separa la “vejez de la juventud” de la “juventud de la vejez”. No sé si sin ese café compartido de los jueves habría soportado el ataque de melancolía que inmediatamente se apoderó de mí cuando apagué las velas que daban por terminada (irremisiblemente) la “vejez de la juventud”. ¡Qué fácil es sucumbir a esa melancolía a esta edad! Hemos visto a tantos conocidos desmoronarse en manos de esa vieja y letal enfermedad que alguien llamara “el sol negro de la melancolía”.
Nuestro religioso y repetido café ha sido el antídoto más eficaz contra esa peste que hoy devora a tantos, la peor de las pestes. Este rito privado inventado y sostenido por nosotros mismos por tanto tiempo, es lo único firme en estos días en que todo cambia o se desploma.
Todo ha pasado tan rápido, han cambiado los gobiernos, nuestra ciudad ha cambiado, nuestros hijos han cambiado, y nuestras mujeres, pero nuestra amistad ha mostrado una solidez y permanencia que nos ha dado a cada uno de nosotros una tierra firme que pisar, mientras todo lo sólido se desvanece en el aire y “viene la muerte tan callando” -como dicen esos versos del poeta medieval Manrique que un profesor de castellano nos hizo aprender de memoria cuando éramos niños o púberes. “Nuestras vidas son los ríos que van a dar la mar que es el morir”- decíamos pedantes y riéndonos, sin aquilatar la verdad terrible de esos versos que nos iban a estar esperando a la vuelta de los años para clavársenos en el pecho: “…que todo tiempo pasado fue mejor”… Nos creíamos inmortales; ahora sabemos lo finitos que somos, y tal vez eso ha hecho que nuestra vieja amistad se haga más profunda y saboreemos cada instante, cada taza de café compartida en nuestro café secreto como la última y cada conversación como una celebración de la fiesta de estar vivos.
Ese sea, quizás, de los pocos regalos que trae la “madurez”: el tener plena conciencia de cada momento, el saber que hay que vivir ahora y no después. Después no existe, después viene la muerte y el olvido… Sin darnos cuenta, nos estamos pareciendo a esos personajes entrañables de ese bello libro del escritor egipcio Naguib Mahfuz “El café de Qúshtumar”. Cuatro amigos de un barrio de El Cairo que se reúnen en un café para contarse sus vidas. Alrededor, la historia ha pasado como un vendaval, la infancia se ha acabado hace tiempo y a pesar de sus diferencias sociales, religiosas y políticas, esos cuatro amigos no han dejado de conversar en un café. Me acordé de ese libro y me puse a pensar que también la historia se aceleró vertiginosamente alrededor nuestro, primero el estallido en el 2019, después la pandemia que logró separarnos por un tiempo y ahora el plebiscito que viene en septiembre y que va otra vez a dividir al país en dos. Y de esto último es de lo que quiero justamente hablarles en esta carta.
¿Este plebiscito binario, que no admite matices y posturas intermedias, nos dividirá también a nosotros? Veo a tantos, cerca de mí, pintarse la cara con pintura de guerra, preparándose para el combate: le oí esa frase tan gráfica en algún programa de radio a Agustín Squella, de los pocos convencionales al que da gusto escuchar. Y tiene razón: este plebiscito será otra batalla de esta larga guerra que absurdamente nos sigue dividiendo como país, justo en un momento en el mundo, en que debiéramos estar más unidos que nunca.
Queridos amigos: pensamos distinto en tantas cosas y eso ha sido la riqueza de nuestra amistad. Nos hemos respetado y reído de nosotros mismos, y el humor nos ha salvado siempre. No tiene sentido que nuestra opción constitucional introduzca grietas entre nosotros. En el país se ha perdido la amistad cívica, pero nuestra amistad tiene que sobrevivir a esta nueva prueba que nos pone la vida. El mundo está cada vez más incierto y nosotros cada vez más viejos, creo que la vida nos ha enseñado que nunca hay que aferrarse a verdades y convicciones, porque estas pueden cambiar con el tiempo. Uno puede ser incluso desleal a ideales y creencias, pero a la amistad no podemos fallarle, ese es el único puerto que debe quedar indemne en medio de las tempestades. Y a los clubes de fútbol del que somos hinchas. ¡Eso por supuesto! En nuestra mesa, un colocolino, un hincha de la Católica y otro de la Chile han logrado permanecer juntos, sobreviviendo a tantos campeonatos… ¿Y ahora un Apruebo o un Rechazo va a romper lo que hemos construido con tanto afecto y cuidado por tantos años? Qué absurdo es lo que ha ocurrido con este proceso constitucional.
Este país ha perdido un poco la razón en estos años… ¿sólo, entonces, nos queda la fuerza? El año 2019 éramos todos “apruebistas”, hasta el más “momio” (qué adjetivo tan antiguo, pero es mejor que decir “facho”, insulto desmedido) de nosotros y recuerdo que celebramos el resultado del Plebiscito de Entrada con mucha esperanza e ilusión. Se empezaba a reparar la fisura que alguna vez nos había dividido profundamente. ¿Cuándo se perdió eso, por qué se perdió, quién descapitalizó esa mayoría transversal que nos hacía mirar al futuro por esta división o empate catastrófico que nos deja pegados en el pasado (expresada en el Plebiscito de Entrada)? Debieran habernos dejado a nosotros redactar la Constitución en nuestro café secreto, estoy seguro que lo habríamos hecho mejor que los convencionales que arruinaron el acuerdo que logramos tener entre los que pensábamos distinto.
Ese Apruebo vasto, esperanzador se esfumó en el aire y otra vez estamos condenados a la polarización que tan mal nos ha hecho y que saca a la luz lo peor de nosotros mismos. Por eso, amigos queridos, decidimos no tener “chat” alguno: nuestra conversación se debe dar presencialmente, mirándonos a los ojos, los grandes problemas del mundo se arreglarían si los que piensan distinto se sentaran regularmente a tomar un café, cara a cara. Así sucedía en los viejos tiempos de la vieja política: el café Santos en un subterráneo del centro, al que una vez me llevó mi abuela, reunió a radicales con conservadores y comunistas en torno a unas paneras llenas de dulces y un café. ¡Cuántos acuerdos se “cocinaron” ahí!
Amigos: que este Plebiscito de Salida no arruine la fiesta de nuestra sagrada amistad. Esta Constitución pasará, como pasará y envejecerá este Gobierno que hoy parece tan joven, y las querellas que hoy nos dividen, pero nosotros seguiremos conversando hasta después de muertos, fantasmas que volverán al mismo café a seguir la conversación infinita de los amigos. Algún día los que toman decisiones en el país nos interpretarán mejor y buscarán más lo que nos une, que lo que nos divide. El negocio de ellos parece que es pelear e imponer sus verdades, el nuestro es aceptarnos en las diferencias que nos enriquecen y nos hacen mejores personas.
¡Qué hermosas conversaciones me ha tocado presenciar sobre Dios y el sentido de la vida entre el ateo y el creyente que se sientan en nuestra mesa! Por eso, les propongo no hablar de Apruebo ni Rechazo en nuestro café secreto. Y si lo hacemos, hagámoslo con altura y elegancia y cordialidad. Con respeto, que bella palabra tan perdida hoy… ¿Sabían ustedes que el origen etimológico de la palabra “respeto” significa “acción de mirar atrás”, “consideración, miramiento”, la palabra incluye “specere”, mirar. Respeto significa mirada atenta del otro. Eso es lo que he sentido siempre de parte de ustedes y es -estoy seguro- lo que me hace vivir mejor, es la mejor inmunidad contra los achaques de la edad.
Lo único que hay que aprobar es nuestra amistad y lo que hay que rechazar, es la intolerancia que pueda dañarla. Cuando les entregue esta carta, me sentiré tranquilo de haber hecho lo posible para proteger nuestra vieja y siempre nueva amistad, que es lo único que vale, y vale oro. Que los demás se destruyan y se funen en los chats y en las redes: en nuestro querido café nosotros nos cuidaremos unos a otros y repetiremos esa frase falsamente atribuida a Voltaire pero notable frase igual: “Estoy en total desacuerdo con tus ideas, pero daría mi vida por tu derecho a defenderlas”.
Mientras los otros se destruyan en odiosos foros televisivos unos a otros, nosotros démosle la lección a los fanáticos e intolerantes de que es posible convivir y ser amigos más allá de las diferencias. “Amigos, amigos / lo demás es selva”, dijo el poeta Jorge Guillén.
Que nuestro café secreto siga siendo un refugio en medio de la selva y la guerra civil de ataques que se va a desatar sobre el país. Gane quien gane, que triunfe nuestra amistad sobre nuestras diferencias. Y como siempre les digo al despedirme después de ese largo café conversado de los jueves: “Los quiero y me quedo corto”.
Un abrazo desde mi jardín
Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, revívalo en Spotify, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl y por el canal PAUTA TV en YouTube.