Columna de John Müller: “Putin o Prigozhin, uno de los dos debe morir”
La rebelión del Grupo Wagner expuso la debilidad de Putin y todo indica que el incidente se ha cerrado en falso.
El alzamiento del líder mercenario Yevgeny Prigozhin contra el alto mando militar ruso ha expuesto la debilidad del presidente ruso Vladímir Putin. Es verdad que el jefe del Grupo Wagner nunca desafió directamente al presidente, sino a dos de sus subordinados -el ministro de Defensa Shoigu y el jefe del estado mayor Gerasimov-, pero cuando su columna se puso en marcha hacia Moscú, tras tomar la histórica capital cosaca de Rostov del Don, Putin se sintió aludido y pronunció un discurso durísimo contra “los traidores” y lanzó a las instituciones del Estado (la fiscalía) contra Wagner.
El discurso fue dramático. “Repito: cualquier motín interno es una amenaza mortal para nuestro Estado, para nosotros como nación. Es un golpe contra nuestra nación, nuestra gente. Y nuestras acciones para defender a la patria de tal amenaza serán brutales.”
Al mismo tiempo, las excavadoras empezaron a romper las autopistas de acceso a Moscú para impedir la llegada de las tropas de Prigozhin que llegaron a estar a sólo tres horas de la capital. La imagen, de absoluta desesperación entre el oficialismo, se combinaba con la noticia de que el avión de Putin volaba hacia el norte del país, todo lo cual transmitía la impresión de fragilidad, desorden e improvisación. Extrema debilidad.
Finalmente, la asonada mercenaria se detuvo el sábado por la noche gracias a la mediación de Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia, uno de los aliados más útiles de Putin. Se ha informado que Prigozhin será acogido en ese país y que se iban a retirar los cargos en su contra. A los mercenarios de Wagner que no participaron (un concepto bastante maleable estos días) se les permitirá unirse de inmediato al ejército regular ruso. Putin ofreció el domingo otra entrevista en televisión donde ni siquiera mencionó lo que tanto le inquietaba el día anterior. Desde el punto institucional, en Rusia no ha pasado nada.
Pero no es verdad. Después de lo ocurrido entre Putin y Progozhin está claro que, al menos políticamente, uno de los dos deberá morir en las próximas semanas. O Prigozhin, en su exilio en Bielorrusia, o Putin en las dependencias del Kremlin. Ayer se especulaba con la destitución del ministro de Defensa Shoigu para satisfacer las demandas del Grupo Wagner. Sin embargo, no debe ser sencillo para el presidente ruso deshacerse de un colaborador tan ineficaz como servil. La televisión emitió imágenes de Shoigu en Ucrania inspeccionando a las tropas y varios diarios cercanos al gobierno informaron que las acusaciones contra Prigozhin no han sido retiradas.
Pero el respeto a Putin ha quedado resquebrajado, tal como sucedió con la autoridad de Gorbachov cuando fue secuestrado por los golpistas que lo retuvieron en la famosa dacha de Crimea el 19 de agosto de 1991. Los próximos días o semanas serán claves en Rusia porque es evidente, como advertía el Departamento de Estado de EE.UU. ayer, que el episodio de la rebelión de Wagner no ha terminado.