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Columna John Müller: “Las lecciones de la política española”

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POR Francisco Gomez |

La gira del presidente a Europa, iniciada en España, le ha permitido comprobar las malas perspectivas de Podemos y hacer así un viaje al que podría ser el futuro del Frente Amplio.

El presidente Gabriel Boric decidió iniciar su gira europea por España, pero el gesto pasó inadvertido para los españoles porque estos se encuentran en plena campaña para las elecciones generales del 23 de julio. Se trata de unos comicios sin precedentes convocados en pleno verano, cuando las temperaturas superan los 40 grados y gran parte de los ciudadanos disfrutan de sus vacaciones. La temperatura no es un fenómeno irrelevante.

Hay regiones de España como Andalucía, cuya normativa prohíbe convocar votaciones en los meses de la canícula.

Estas elecciones estaban previstas para diciembre, cuando se agotara la legislatura. Pero el actual presidente, Pedro Sánchez, decidió anticiparlas tras la masiva pérdida de poder territorial del partido socialista que él dirige en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo pasado. Sánchez evitó así tener que oír las recriminaciones y quejas de los miles de socialistas que perdieron sus alcaldías o cargos regionales, y de las decenas de miles de militantes que esperaban ser nombrados algo por esos elegidos.

Las encuestas indican que, de no mediar sorpresa, la derecha ganará las elecciones, que Sánchez es un político que resulta antipático para la mayoría de los españoles y que la coalición de extrema izquierda Sumar, diseñada para sustituir la dañada marca Podemos, pues no suma.

En este escenario, era difícil que la visita de un presidente chileno despertara interés popular. Por eso, Gabriel Boric protagonizó dos actos de nicho. Uno con empresarios, donde se ha destacado mucho que rectificó el eslogan de que “no son 30 pesos, son 30 años” y corrigió a su propio embajador que lo había repetido nada más desembarcar en Madrid.

Estaba claro que Boric no podía decir otra cosa ante unos empresarios españoles que aún recuerdan como fue el PSOE de Felipe González, el que les pidió encarecidamente que financiaran la transición chilena, llevando sus inversiones a Chile en la década de 1990 para que la experiencia democrática quedara soldada de manera indisoluble al éxito y la prosperidad económica.

Se entiende, pero se justifica menos, el encuentro de Boric con la alicaída izquierda española, básicamente escindida por la presencia de Podemos, el equivalente del Frente Amplio chileno, cuyo fracaso político es hoy muy evidente.

Por eso, el protagonista del acto fue un personaje tan oscuro como el exjuez Baltasar Garzón, inhabilitado por el Tribunal Supremo español por vulnerar el derecho a defensa de un acusado, y que ahora se dedica a enriquecerse defendiendo a jerarcas del chavismo venezolano, punto en el que confluyen sus intereses con los del expresidente Rodríguez Zapatero, propagandista oficial del régimen de Maduro, y de Podemos, cuya financiación inicial salió de Caracas.

Los asesores del presidente tampoco cayeron en que Garzón está a sueldo de Bolivia, precisamente para litigar con Chile y que, por lo tanto, era un personaje con el que convenía marcar distancias y compadrear menos.

Si el domingo que viene se confirma el resultado que anticipan las encuestas en España, la política chilena podría sacar varias lecciones. La más obvia es aquella que dirá que hay un cambio de ciclo político global y que los pueblos están apostando por la derecha con fuertes matices de la derecha populista que en algunos casos -no en el español- es mayoritaria.

Sin embargo, la principal lección que debería sacar Gabriel Boric en La Moneda tiene que ver con lo que ha presenciado este fin de semana en España: una socialdemocracia -la de Pedro Sánchez- que ha devorado políticamente a Podemos y a los jóvenes políticos que, como él, venían a enmendarles la plana de haber sido el “segundo tiempo de las dictaduras”.

Podemos no sólo ha sido destruido por Pablo Iglesias, sino por el empecinamiento ideológico de Irene Montero, la ministra de Igualdad que ocupó el cargo por haber sido su pareja y madre de sus hijos. Montero se obcecó en una reforma del Código Penal, donde, por darse un gusto ideológico, provocó una rebaja de penas que ha favorecido que miles de delincuentes sexuales hayan visto reducidas sus condenas y más de un centenar hayan salido a las calles.

El error de la “ley del sólo sí es sí” ha asido tan garrafal que hasta el propio Sánchez ha tenido que pedir perdón por él. Montero, en cambio, que nunca ha admitido responsabilidad alguna, ha sido marginada de las candidaturas de Sumar porque su figura no hace más que restar.

En 2014, cuando Podemos irrumpió en la política subido en la ola del movimiento 15-M que denunciaba la decadencia del bipartidismo español, Pablo Iglesias soñaba con el ‘sorpasso’, adelantar al PSOE en número de parlamentarios elegidos. Llegó a sumar 71 frente a 85 del PSOE. Hoy, Podemos no existe como marca individual tras ser fagocitado por el PSOE de Pedro Sánchez, que o los ha convertido en las juventudes socialistas o los ha hecho desaparecer.

Un proceso muy similar al que está viviendo el Frente Amplio chileno, que ha tenido que acercarse a las posturas socialdemócratas, rompiendo con el discurso generacional, no sólo por la responsabilidad institucional, sino también por la irresponsabilidad en el manejo del dinero público.