España, la centralidad no asegura la estabilidad
El Parlamento elegido el domingo es mucho más centrado que el de 2019, pero eso no significa que pueda resolver el empate de izquierdas y derechas sin votar de nuevo.
Los partidos políticos son maestros consumados en el arte de parecer que han ganado en cualquier elección, así que anoche en España a nadie le extrañó que todos se declararan vencedores. Pero todo el mundo tenía claro que había unas grandes perdedoras: las empresas encuestadoras. Estas anunciaron que la derecha barrería con una amplia mayoría absoluta y sus simpatizantes vieron con frustración que se quedaban a siete escaños de los 176 diputados que marcan ese límite. El giro dramático se produjo muy pronto durante el escrutinio y el Partido Socialista, aunque finalmente acabó en segundo lugar, empezó ganando y con el 40% de los votos contados, todavía seguía en cabeza.
Sin duda que el voto por correo (2,4 millones de ciudadanos lo ejercieron en esta ocasión) afectó a un escrutinio que siempre da sorpresas porque los votos de las grandes ciudades, que más favorecen al Partido Popular, son los últimos en contarse.
Al final, el PP ganó la elección, con 136 diputados, pero como si la hubiera perdido. Está lejos de formar un gobierno estable. La extrema derecha de Vox, que tenía 52 diputados en la anterior legislatura, se ha hundido hasta 33, así que la derecha suma 169 escaños. Los aliados regionales ‘seguros’ podrían llevarlos hasta 171. Le faltarían cinco escaños para la mayoría absoluta, que son exactamente los que tiene el Partido Nacionalista Vasco (PNV), regionalistas de vis socialcristiana que se han declarado alérgicos a Vox.
Los socialistas llegaron segundos, pero como si hubieran ganado, porque tienen mejores cartas para formar gobierno. Lograron 122 escaños (dos más que en 2019) y aunque con Sumar, los sucesores de Podemos, sólo llegan a 153 diputados (cinco menos que la anterior coalición de gobierno), tienen suficientes aliados de izquierda entre los regionalistas y separatistas como para sumar hasta 178 escaños, más que suficiente para gobernar.
Así que ahora empiezan unos juegos florales parlamentarios que pueden tener a España bloqueada durante seis meses. Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP, obtuvo la primera mayoría relativa y el Rey debe encargarle la misión de formar gobierno en primer lugar. A partir del 17 de agosto, fecha en la que se constituirá el nuevo Parlamento, Feijóo intentará ser elegido presidente. Tiene dos oportunidades para hacerlo. En la primera votación de investidura necesita mayoría absoluta (176 diputados) y, si no lo logra, en la segunda necesita más síes que noes. Si no lo consigue, el Rey debería encargarle a Sánchez que lo intente. Si ninguno lo consigue en el plazo de dos meses contados desde la primera votación de investidura, se convocan automáticamente elecciones.
Algunos analistas consideran que Feijóo tiene un 15% de probabilidades de formar gobierno, que Sánchez tiene un 25% y que la posibilidad de que los españoles vuelvan a votar a fin de año es del 60%.
Al margen de estas consideraciones hay que destacar que estas elecciones suponen una vuelta a la normalidad institucional y una importante disminución del voto populista en España. Los partidos centrales del sistema -PP y PSOE- suman entre sí 258 de los 350 escaños del Congreso, frente a los 219 que sumaban en 2019. Los votantes radicales a nivel nacional (Vox y Podemos, ahora Sumar) que eligieron 87 diputados hace cuatro años, ahora sólo tienen 64, cediendo 23 escaños. Sin embargo, pese a que el Parlamento parece más centrado políticamente, eso no significa que vaya a ser más estable y puede suceder que ni siquiera tenga una vida muy larga.