“Cuando se ha caído tan bajo en la confianza de la ciudadanía, cuando se ha tocado fondo, es justamente cuando se presenta la posibilidad de un giro radical”, nos dice Cristian Warnken, a propósito del 3% de confianza que lograron los partidos políticos, según la última encuesta CEP.
Cartas de Cristián Warnken: a los señores políticos
Señores políticos:
Así los llamaba despectivamente Pinochet, él mismo un político de tomo y lomo. Un político autócrata, un dictador con instinto político. “Honorables a la parrilla”-ese apodo les dio el periodista del diario de izquierda “Puro Chile”, de la década del 70, Eugenio Lira Massi. No es mi intención sumarme al coro que denosta día tras día a la clase política, pues una desconfianza total sobre la política, a menudo termina en populismo o autocracia, en debilitamiento o destrucción de la democracia.
En el mundo hoy sobran los ejemplos, no son buenos tiempos para la política, una actividad, sin embargo, fundamental para el desenvolvimiento de las sociedades. No quiero golpearlos en el suelo, después de que la última encuesta de CEP, ante la pregunta de “¿cuánta confianza tiene usted en las siguientes instituciones?”, los partido políticos y el Congreso estén en el último lugar de la tabla, incluso por debajo de la Justicia, bastante desprestigiada en el sentido común popular.
Pero me parece que ustedes deben encender las alertas rojas, y tomar de verdad conciencia de la crisis a la que nos enfrentamos como país, con una clase política en el suelo. La PDI tiene 56 puntos de confianza, Carabineros 52%, FFAA 48%. Los partidos políticos, 3%. ¡Sólo 3% ! Cuando se ha caído tan bajo en la confianza de la ciudadanía, cuando se ha tocado fondo, es justamente cuando se presenta la posibilidad de un giro radical. No hay otra posibilidad. Ustedes, en su mayoría (por supuesto que hay honrosas excepciones) intentan ser “simpáticos”, ganarse la popularidad de la gente, hacerse supuestamente ecos de sus demandas: no hay día que no intenten salir en la foto, hacer una declaración, lanzar un twitter, aparecer en un matinal.
Y, sin embargo, la opinión pública los está castigando y los sigue castigando cada vez más. En ese atolondramiento, en ese hablarle y complacer a la “barra brava”, pueden conseguirse réditos pasajeros, pero está claro que, a la larga, la gente está castigando ese narcisismo enfermizo, ese afán ansioso por figurar, y sobre todo las inconsistencias que tienen que ver con la falta de seriedad, con el mismo apresuramiento e hiperkinesia de feria o circo con el que ustedes suelen actuar. No es con más farándula, con que ser va a revertir esta falta de confianza colosal. Lo que necesita aquí es más política, no menos política, pero no política espuma, sino política con tonelaje y visión.
Y sobre todo, más conexión con la realidad que no significa ser caja de resonancia de cualquier grito, ruido o queja que venga de la calle. La política debe escuchar a la calle(“tener más calle”-se dice) pero no puede limitarse a ser un espejo de esta: su tarea es mediación y eso requiere un arte, un oficio y, sobre todo, coraje. Coraje, por ejemplo, para contradecir cada cierto tiempo a sus propios públicos cautivos. La desconexión entre los políticos de izquierda y derecha es abismante. La derecha sufrió los efectos de esa desconexión en el estallido; la izquierda, en el plebiscito constitucional del año pasado. La política chilena no ha sido capaz de darle salida a las demandas y malestares de una nueva sociedad, de un nuevo “pueblo”, que cambió completamente después de los tan denostados 30 años.
El creer que la economía, los índices económicos bastaban para conducir un país, fue el error de la derecha, su sesgo ideológico que les impidió mirar el Chile real; y, por otro lado, el creer que los chilenos querían una revolución o refundación de todo, fue el error garrafal de la izquierda. Ambos sectores tienen cajas de herramientas y análisis débiles, inadecuadas para comprender, interpretar los sentires anhelos y miedos de la sociedad chilena. A veces, la derecha o la izquierda consiguen victorias electorales pasajeras y llegan a la Moneda.
Pero ahí empieza la procesión, la pesadilla. Llegan con votos prestados y creen que pueden imponer su agenda, pero rápidamente se topan con la cruda realidad. Hoy tenemos un Presidente de la República que parece conformarse con su 27 por ciento de aprobación, en vez de generar una mayoría más sustantiva en base a amplios acuerdos que le dé gobernabilidad.
La misma tentación (la misma sirena) parece que está embaucando a los líderes del Partido más votado en las últimas elecciones (el Republicano): felices con su treinta por ciento. Administrando su pequeño fondo mutuo electoral que no da para gobernar de verdad. Como si la gobernabilidad no importara, y eso es lo que necesita el país con urgencia: una coalición política que le dé gobernabilidad al país, no cuidadores de su pequeño negocio o público cautivo. Es ahí donde se ve un político con tamaño de un político pequeño. La izquierda y la derecha chilenas siguen viviendo en su cómodo Lilliput y hasta ahora, no se ve en el horizonte político que se arriesguen no a darse gustitos personales, sino a proponerle al país un proyecto, un relato y un horizonte.
Vemos demasiados políticos y políticas mirándose en el espejo y preguntándole: “espejito, espejito, ¿quién es de estos contornos la más hermosa o hermoso?”. Y la respuesta del espejo suele ser condescendiente. Las redes sociales de sus barras bravas son hoy los espejos tramposos de nuestra clase política. Los más peligrosos son aquellos políticos que un día se vieron, al mirarse en el espejo, con una banda presidencial terciada cruzándoles el pecho y no pudieron sacarse más esa imagen y todo lo que hacen es para lograr ponerse de verdad esa banda.
Pero no basta terciarse esa banda, sino pregúntenle a Piñera y Boric. Lo primero que debe hacer quien quiera dirigir los destinos del país es dejarse de mirarse al espejo o, derechamente, quebrarlo. Superar todo narcisismo primario (o derechamente maligno), todo infantilismo(¡cuánto niño anda hoy suelto, con navaja en la política!) y sobre todo tener coraje: un político sin coraje en momentos de crisis como el nuestro, hace que el país ande a la deriva o dando tumbos, extraviado.
Y no confundir coraje con temeridad o irresponsabilidad. Necesitamos líderes, “señores políticos” de verdad, políticos con señorío, talante y talento. No co-animadores de matinal, no autores de performances, ni “influencers”, ni dueños de pequeñas pymes (los partiditos que hoy abundan). Chile necesita más política, no menos política, política de verdad, no de utilería. ¿Cuándo saldrán, señores políticos, de esta adolescencia eterna en la que parecen pegados desde hace tiempo?.
El país necesita crecer (no sólo económicamente, sino también culturalmente, educacionalmente, en virtudes cívicas, etc.) y para eso es fundamental que ustedes crezcan, que practiquen virtudes cívicas, que se eduquen, que tengan más espesor. Si no lo hacen, llegarán los “salvadores”, los Bukele, los Maduro, el guion ya lo conocemos en nuestra Latinoamérica. La última encuesta CEP me parece que es la última campana de alerta, el último clamor desesperado que les ha enviado una ciudadanía huérfana. Después no digan que no fueron advertidos.
Los saluda
Cristián Warnken