Columna de John Müller: “El populismo pasa, el narco queda”
El movimiento pendular entre izquierdas y derechas que se ve en la región, oculta un hecho de enorme gravedad: el narco se sigue consolidando.
Nuevamente, Iberoamérica está atrapada en un movimiento pendular entre izquierdas y derechas, como ya ocurrió en la década de 1960. Los gobiernos populistas de izquierda destrozan las economías con su consigna de acabar con el neoliberalismo y los de derecha se ven maniatados por la reacción de las calles cuando intentan imponer sus políticas.
Se responsabiliza al populismo de esta polarización, a las instituciones mal diseñadas que inducen al bloqueo y el desgobierno, y que no dan el ancho para satisfacer a unas sociedades más exigentes. Sin embargo, los populistas de izquierda y los de derecha, tarde o temprano, pasan. Pero, a diferencia de la época de la Guerra Fría, desde los años 90 ahora hay algo que permanece en la región: el poder del narcotráfico.
La trama del narcotráfico en los distintos países de Iberoamérica se hace más o menos visible, pero sigue ahí, infiltrada en la sociedad y en las instituciones. Su presencia corruptora se hace patente cuando entra en conflicto con las instituciones o cuando aparece una personalidad que anuncia su deseo de declararle la guerra. Esto es lo que hemos visto en Ecuador, con el asesinato del candidato presidencial, Fernando Villavicencio.
El narcotráfico en México no ha desaparecido. Lo que pasa es que ha llegado a una situación de equilibrio y a un pacto de no agresión con López Obrador. En Colombia, las recientes acusaciones sobre la financiación de la campaña de Gustavo Petro extienden la duda de que en la patria de Pablo Escobar el narcotráfico haya sido derrotado. Pero hay signos del surgimiento de narcoestados paralelos y sumergidos en Ecuador, Bolivia, Paraguay, Argentina y, por supuesto, en Chile.
Es una muy mala noticia que el rasgo más estable de nuestros países ya no sea la democracia o su independencia soberana, sino el poder invisible del narcotráfico.