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Columna de John Müller: “El autogol del líder”

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POR Equipo Radio Pauta |

El español Luis Rubiales puso de manifiesto que era una persona que no estaba preparada para ejercer el cargo que alcanzó en la federación de Fútbol.

Me preguntan por el caso Rubiales, el del presidente de la Federación de Futbol de España, que ha sido suspendido por la FIFA por su conducta indecorosa durante la final del Mundial femenino de Fútbol.

Doy por descontado que la audiencia sabe que esa historia de que cuando los romanos testificaban en un juicio se agarraban los testículos es falsa. Testigo y testículo comparten la misma raíz latina, pero lo de Rubiales en la tribuna oficial llevándose la mano a la entrepierna es pura grosería y falta de educación.

Luis Rubiales pone de manifiesto el problema de elegir para un cargo a una persona que no está preparada para el mismo. En el fútbol, como en la vida, sucede con muchísima frecuencia. Rubiales, un exfutbolista que nunca destacó como jugador, pero con amplias conexiones sociales debido a que es hijo de un político socialista andaluz, llega a presidir la Federación española en un momento de crisis.

Desde ahí se dedica a manejos oscuros, dicen que tiene grabados a todos los que podrían moverle la silla, que ha hecho rico a su amigo Gerard Piqué, y, tiene la suerte de que una generación de oro de futbolistas españolas gane el Mundial. Pero él va y lo estropea todo con una conducta impropia en la tribuna y durante la premiación.

El caso ha discurrido por el peor camino ante la opinión pública: el de la guerra de los sexos. Las ministras feministas del gobierno de España han visto la oportunidad de crucificar a Rubiales por un beso supuestamente no consentido con la jugadora Jennifer Hermoso que sería “una agresión sexual”. Se trata del mejor terreno para que Rubiales defienda su conducta, dado que la relevancia penal del beso es más que dudosa.

En cambio, su grosería y falta de decoro es incontestable. Es cierto que la grosería, la mayor parte de las veces, no es delito. Pero los dirigentes no siempre deben dimitir por cometer delitos. Un dirigente es un ejemplo, una referencia, y como tal, su conducta debe ser ejemplar. Si no puedes hacerlo, no seas dirigente y dedícate a otra cosa.

Lo peor del caso Rubiales es el autogol: cuando te has apuntado una gran victoria ante todos y que es compartida por todos, y tú, con tus errores y torpezas, vas y empañas el logro colectivo.