El Golpe en décadas (1993): una conmemoración con el fantasma del retorno
El boinazo de mayo de 1993 y unas declaraciones de Augusto Pinochet a días del 11 de septiembre tensionaron los ánimos en una democracia aún naciente. El Gobierno no organizó actos oficiales, salvo una misa en la capilla de La Moneda, y el Presidente Aylwin viajó a la residencia de Cerro Castillo.
“No es un día para conmemorar nada”. Con esa instrucción actuaron los personeros de gobierno de Patricio Aylwin, de cara al vigésimo aniversario del Golpe de Estado de 1973.
La Intendencia de Santiago de ese entonces, a cargo de Luis Pareto, había negado el permiso a las manifestaciones que había solicitado el Partido Comunista (PC), frente al palacio de La Moneda. Ante esta prohibición, los líderes del PC emitieron una declaración en que hicieron responsables al gobierno de Aylwin, sobre los posibles “incidentes que no buscamos ni deseamos”.
La marcha se realizó igualmente y tuvo lugar sin incidentes, pero luego, pasado el mediodía, se iniciaron los disturbios.
Antes, durante la mañana de ese sábado 11 de septiembre de 1993, la jornada comenzó siguiendo a raja tabla la instrucción del Presidente, que decidió no realizar actos oficiales, salvo por una ‘misa por los caídos’.
Aylwin decidió que ese día debía ser una jornada de duelo y recogimiento. Por ello, la misa oficial en el palacio de Gobierno tuvo como invitada especial a Hortensia Bussi, viuda del Presidente Allende.
Sin embargo, el ambiente sobrio y de duelo que quiso instalar Aylwin, distó mucho de la actitud que tomó Augusto Pinochet.
Los 20 años del Golpe de Estado: “Esta gente, todos angelitos…”
Días antes, el 7 de septiembre de 1993, el entonces comandante en jefe del Ejército, Augusto Pinochet, encabezó un evento con simpatizantes de la dictadura en el Rotary Club de Santiago. Ya en democracia, el general reivindicó su gestión y justificó el Golpe de Estado dado casi 20 años antes.
“Este Ejército tiene una tradición. No es deliberante, perdonen la licencia, estimados amigos, pero tampoco es castrado mental. Tenemos que pensar, señores. ¡Cómo no vamos a pensar!”, afirmó el exdictador mientras era ovacionado por los presentes.
Sobre el quiebre democrático, Pinochet recalcó entre bromas que el deseo de las Fuerzas Armadas no era intervenir “a pesar de que cuando pasábamos por las calles nos lanzaban monedas, nos decían gallinas y otras cosas más. Sabíamos que la lucha era difícil”.
“Esta gente, todos angelitos, se lo pasaban por la Alameda desfilando con lanzas y cascos de mineros. Luego vino el 11 de septiembre, cuando el Presidente de entonces [Salvador Allende] tuvo palabras en Moscú o en otra ciudad soviética y manifestó que nosotros éramos los hermanos menores y otras palabras más que nos llevaron a pensar que estaba entregando lisa y llanamente, nuestra soberanía”, agregó.
El Golpe en décadas (1993): una conmemoración con el fantasma del retorno
Las burlescas declaraciones de Pinochet tuvieron eco en el saliente gobierno de Patricio Aylwin y tensionaron aún más el ambiente pocos días antes de la 20ª conmemoración del Golpe de Estado.
El ministro secretario general de Gobierno de la época, Enrique Correa, declaró que “el Presidente está profundamente disgustado con las expresiones del comandante en jefe”.
En conversación con Radio Pauta, el exministro Jorge Burgos, quien ejerció como subsecretario de Guerra entre 1993 y 1996, recuerda que “teníamos muchas preocupaciones de que esta no fuera una fecha muy compleja, en la democracia naciente. Estos actos involutivos fueron bastante delicados y complejos. Tenían un carácter claramente involutivo”.
“Estos actos, comandados por Pinochet, respondían a sus intereses, a la defensa de su familia, involucrada en juicios penales por actos más bien deshonestos en materia de seguros, además de la cuestión del hijo”, agrega.
Es que, precisamente, otro hecho que aumentó la tensión ocurrió unos meses antes con la participación directa del primogénito del exdictador. El 28 de mayo de ese mismo año, el diario La Nación tituló así: “Reabren caso cheques del hijo de Pinochet“.
El hijo del uniformado, Augusto Pinochet Hiriart, era investigado por haber recibido $971 millones del Ejército por la venta de la empresa de armamento, en una arista que se denominó ‘Pinocheques’.
Ese día, una serie de soldados con boinas negras y uniformes de guerra, liderados por Pinochet, rodearon el edificio de las Fuerzas Armadas -en las cercanías de La Moneda- en un episodio que se conoció como ‘el boinazo’.
El Presidente Aylwin, que en ese momento estaba viajando hacia Moscú, debió explicar que el Gobierno no dicta los titulares del diario. Más tarde, aseguró que el objetivo del comandante en jefe era ejercer presiones “en relación con la investigación por las violaciones a los derechos humanos“.
Burgos, que debía coordinar las relaciones con el Ejército, recuerda que “eran momentos muy difíciles. Yo asumí justo después del boinazo de mayo de 1993. Pinochet había establecido muchas peticiones para justificar ese acto, y una de ellas era que el Presidente cambiara al ministro de Defensa”.
“Aylwin no le hizo caso, ni se le pasó por la cabeza. Ahí fue cuando llegué como subsecretario. Vivimos momentos súper complejos en el ministerio“, confesó.
Para la conmemoración de 1993, dice el actual militante de Amarillos por Chile, la presión “estuvo inmanente. Había un cuidado del proceso por parte de los que éramos gobierno y, particularmente, los principales, para evitar riesgos de actos involutivos complejos”.
El fantasma del retorno de Pinochet empaña las conmemoraciones
El pinochetismo, en tanto, se reunió a las afueras de la residencia del exdictador en Lo Barnechea. Centenares de personas llegaron al lugar, donde se había dispuesto un escenario para la actuación de artistas afines al régimen, con pancartas agradeciendo a Augusto Pinochet haber liderado la “liberación nacional”.
“Quien ha estado en la lucha, quien sabe lo que significa el ruido de las balas, quien sabe el tener algunos enemigos enfrente, quien sabe cuando un hombre cae al lado de uno”.
“Todo eso produce un descontrol mental que muchas veces lleva a excesos, pero tiene su justificación“, sostuvo el entonces comandante en jefe en esa oportunidad sobre las violaciones a los derechos humanos.
Fue la segunda década tras el Golpe. Lo que vendría en la década siguiente, ya en el nuevo siglo y con Ricardo Lagos en La Moneda, es parte de la siguiente entrega de este especial.