Columna de Gonzalo Cordero: “Un país menos libre”
“Existe una correlación directa entre la libertad económica y el nivel de desarrollo de los países”, nos dice Gonzalo Cordero.
De acuerdo al reporte anual Economic Freedom Of the World 2023 del Fraser Institute de Canadá, elaborado en su parte chilena en colaboración con el instituto Libertad y Desarrrollo, Chlie ocupa la posición más baja desde 1990. Dejó de ser el país con mayores niveles de libertad económica de América Latina, para ser superado por Costa Rica. Es verdad que a nivel sudamericano seguimos ocupando la primera posición, pero atendidas las condiciones de nuestros vecinos no parece ser un logro especialmente destacable.
Existe una correlación directa entre la libertad económica y el nivel de desarrollo de los países. Así, un país con menos libertad económica será, casi con certeza, un país más pobre, por ende tendrá también un mayor porcentaje de sus habitantes dependiendo del Estado para sobrevivir, lo que constituye una amenaza evidente para el ejercicio de una verdadera ciudadanía, con libertad de expresión y juicio crítico a sus autoridades.
Allí donde se instala el círculo vicioso de la pobreza sucumben rápidamente las instituciones democráticas y el estado de derecho. El clientelismo se vuelve inevitablemente la ideología política con más adherentes.
Chile aún está lejos de ver amenazada su democracia por estas razones; pero, utilizando el lenguaje de la física, el vector cambió de sentido y eso debiera ser motivo de preocupación primordial de nuestro sistema político. Debiera, porque no lo es. Hace años que el proyecto de una sociedad libre, por lo tanto, con libertad de emprendimiento, bajas regulaciones, una carga tributaria moderada, soluciones privadas a los problemas públicos, se quedó casi sin promotores.
Desde que la desigualdad se volvió el tema central del debate político volvimos la mirada hacia el Estado, el lenguaje de los políticos se llenó de palabras como “abuso” o “lucro” y expresiones como “derechos sociales”, que transmiten desconfianza en la iniciativa privada y vuelven la mirada hacia la burocracia y las regulaciones como fuente del progreso personal.
Hace décadas que la palabra “reforma” es sinónimo de estatismo, al punto que en la discusión previsional, incluso desde sectores de centroderecha, se propone la licitación de las cuentas; en el fondo, porque las personas “no sabemos elegir”, así es que necesitamos que papá Estado organice un sistema de compra del servicio para nosotros, con la burocracia determinando cuáles son los parámetros que debemos priorizar.
Menos libertad es menos desarrollo, más pobreza y más populismo. En definitiva, América Latina, aquí estamos de vuelta.