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Columna de John Müller: “El tren constitucional y el capital político”

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POR Equipo Radio Pauta |

“La clase política está dividida entre los que quieren huir del proceso constituyente y los que van a apostar de buena fe por él”, dice John Müller.

El proyecto constitucional ahora mismo es un tren del que parece que mucha gente quiere bajarse. Hay varias opiniones al respecto. La alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, candidata presidencial in péctore de la UDI, considera que los republicanos “podrían estar efectivamente buscando una razón para bajarse” porque una parte importante de sus bases no quieren una nueva Constitución.

La misma Matthei reconocía que no hay que ser un genio para darse cuenta de que la izquierda y centroizquierda no se sienten interpretados por el texto que se está aprobando. Y avanzó que si la cosa continúa así, ella no pondrá su “capital político” en la nueva propuesta.

Entre los republicanos hay otra postura, distinta a la que dibujó Matthei en El Mercurio y Tolerancia Cero, y que circula muy cerca de José Antonio Kast. Esta sostiene que la única manera de que el proceso tenga éxito es que no haya un acuerdo transversal porque los votantes republicanos rechazarán cualquier pacto con el PC y el Frente Amplio.

Pero, los que no quieren innovar sí votarían por una nueva Constitución si esta es sustancialmente mejor que la vigente. Para que el electorado republicano lo perciba así es imprescindible el rechazo de la izquierda, ojalá con el mayor escándalo posible. Este planteamiento, además, convierte el plebiscito de diciembre en un nuevo referéndum sobre Gabriel Boric y su gobierno.

Lautaro Carmona, el nuevo presidente del PC, avanzó que su partido tiene “una posición tomada” sobre el proceso, que es que nada que el PC considere que atente contra “los derechos del pueblo” resultará aceptable. Pero no quedó claro si van a esperar a que el texto del Consejo Constitucional esté terminado para anunciar su oposición que ya estaría muy perfilada.

El presidente Boric tampoco ha dado señales claras respecto de su postura sobre lo que está pasando en el Consejo Constitucional. Sabe que estamos en un momento decisivo y que cualquier paso puede hacer que el plebiscito acabe siendo sobe su asediada figura.

Puestas así las cosas, los verdaderos héroes de este momento son los que desde hoy den un paso al frente y digan que siguen apostando su capital político a un nuevo texto constitucional que suscite amplio consenso. Como todos los héroes, serán tildados de ingenuos. Y como siempre ocurre con los que serán sacrificados, serán pocos.

En los planes republicanos, subyace la noción de que la mayoría silenciosa que asomó el 4 de septiembre de 2022 está plenamente identificada con su ideario. Creo que eso es una presunción excesiva. También lo creo respecto del ejercicio de tomar las últimas encuestas y decir que cómo la gente hoy rechaza la delincuencia, el futuro texto Constitucional debe ser un Código Penal. O cómo rechaza la inmigración ilegal debe ser un manual sobre expulsiones que contradiga todos los artículos precedentes sobre el respeto a la persona.

Una buena Constitución debe dejar margen para el juego político que consiste precisamente en la aplicación eficiente de los principios que ella contiene.

En cuanto a la aprobación o rechazo del texto, esta va a estar más condicionada por el alineamiento de las “marcas” políticas, económicas y sociales. La población no lee los textos ni entiende de las derivadas jurídicas de cada enunciado. Pero sí percibe los distintos grados de discrepancia y confrontación. La mayoría de los no votantes, que además están marcados por una fuerte desconfianza hacia la política y el debate ríspido, deciden su voto el último día y lo harán tomando en cuenta el grado de consenso o de disenso (una bolsa de gatos) que despierte el nuevo texto.


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