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Columna de Gonzalo Cordero: “Imacec, ¿qué país queremos?”

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POR Equipo Radio Pauta |

“Cuando la igualdad -y no la movilidad social- inspira el ideal de justicia sobre el que se intenta moldear el orden social, entonces la creación de riqueza debe subordinarse a su distribución”, nos dice Gonzalo Cordero.

El “índice de medición de la actividad económica” del mes de agosto arrojó una sorpresiva cifra negativa de 0,9. Es decir, en ese mes, comparado con el mismo del año anterior, nuestra economía decreció, se redujo; en otras palabras, los chilenos fuimos más pobres. ¿Es realmente una sorpresa?

En cierto sentido sí, pero en otro no. Lo fue para los analistas económicos, porque en su mirada de los distintos sectores no percibieron esa caída, esperaban un leve crecimiento. La realidad puntual, específica, para el especialista en estas materias, fue sorpresiva.  Pero si miramos esto desde otra perspectiva, desde el proyecto de sociedad que de manera predominante ha construido la política en las últimas décadas, no hay nada de qué sorprenderse. Si este decrecimiento no ha sido el objetivo inmediato y directo de la política, ha sido a lo menos su consecuencia inevitable.

Los tres primeros gobiernos, desde el retorno a la democracia en 1990, tuvieron una característica compartida fundamental: fueron gobiernos que se planteaban el objetivo de hacer de Chile un país desarrollado. Esa era una motivación central para los ex presidentes Aylwin, Frei y Lagos. Cada uno a su manera, cada uno haciéndose cargo de los desafíos que el momento del país o lo que cada uno de ellos representaba, hizo lo que creyó mejor para llevar a nuestra sociedad a ese lugar que ningún país latinoamericano ha alcanzado, ser parte del llamado primer mundo. También lo fue, obviamente, para el ex presidente Piñera.

Pero con la ex presidenta Bachelet eso cambió, ella y el Presidente Boric han delineado un objetivo diferente: hacer de Chile una sociedad igualitaria, en que la redistribución de las rentas sea el objetivo principal. Consistente con esto promueven una mirada desconfiada, llena de prejuicios, sobre la actividad empresarial, la creación de riqueza y la distribución que de esos bienes hace una sociedad libre. O sea, el mercado.

Cuando la igualdad -y no la movilidad social- inspira el ideal de justicia sobre el que se intenta moldear el orden social, entonces la creación de riqueza debe subordinarse a su distribución y el emprendedor, especialmente si es exitoso y acumula un patrimonio importante, es visto como responsable de una injusticia estructural. Esta mirada de la sociedad convierte a cada persona exitosa en deudora de los demás, pero no en cuanto titular de un deber moral, sino alguien que tiene una deuda específica y concreta: ser “responsable” de las penurias ajenas.

Nuestra economía no crece y difícilmente volverá a hacerlo de manera importante. Nada hay de qué sorprenderse, ese es el país que queremos.