Columna de Gonzalo Cordero: “Niñas de Vitacura”
“Esta mirada determinista conduce invariablemente al resentimiento, la división y la pérdida de la libertad individual”, nos dice Gonzalo Cordero.
Un grupo de alumnas del colegio La Maisonnette estaba en las tribunas de la Cámara de Diputados, cuando el Diputado Jaime Sáez de Revolución Democrática expresó: “Las niñas que están en Vitacura salen adelante porque son de Vitacura”.
En una sola frase y de manera frontalmente agresiva, el parlamentario resumió la esencia de la causa de nuestro subdesarrollo y probablemente el de toda América Latina. Esta concepción de lo que es justo e injusto en el orden social ha primado desde inicios del siglo pasado, con la única excepción de los llamados “treinta años”.
Como es evidente, la descalificación lleva implícita también la negación de la libertad como elemento esencial de la vida. Así entendido, el éxito y el fracaso están determinados, serían la cuna y las estructuras sociales las que condicionan el destino. Es obvio que la cuna tiene -y ha tenido siempre- un rol muy importante, que hay una serie de condiciones independientes de la voluntad que hacen más fácil o más difícil subir por la esquiva y resbalosa escalera del éxito.
Pero las variables son muchas, mirar todo desde la dimensión socioeconómica es un error. Una familia de Vitacura destruida, sin afecto, en que impera la violencia física o sicológica, difícilmente podría aportar una condición ventajosa para los niños que crecen en ella, en relación a otros que lo hacen en un hogar de una comuna popular, con muy pocos recursos materiales, pero con cariño, sentido de pertenencia y apoyo humano.
Esta mirada determinista conduce invariablemente al resentimiento, la división y la pérdida de la libertad individual. Esa convicción de que existe una injusticia estructural insalvable es la que ha llevado a todas las formas de autoritarismo y a las peores dictaduras. Este es el diagnóstico que conduce a “quitar los patines”.
Es obvio que la condición socioeconómica puede ser una gran ventaja o un tremendo lastre, pero las sociedades organizadas bajo los principios de la libertad individual -que incluye la económica- son las que han generado las condiciones que permiten la mayor movilidad social de todas las que hemos conocido.
Es falso que esas niñas saldrán adelante exclusivamente porque son de Vitacura y la tarea de la política no es estigmatizarlas, convertirlas en objeto de una generalización odiosa, sino que generar condiciones y oportunidades de progreso para que la ventaja que efectivamente tienen disminuya hasta hacer efectiva la promesa de la igualdad de oportunidades. Eso se logra con más y no con menos libertad.