Columna de Gonzalo Cordero: “Asilo”
“Este es el efecto que la ideologización produce en las personas y si la ceguera respecto de Cuba llega a estos niveles, provocando este grado de paralización, es imposible dejar de pensar en los efectos que esto mismo tiene en la manera de gobernar nuestro país”, dice Gonzalo Cordero.
Asilar es refugiar, proteger, dar amparo al que es objeto de persecución o es víctima de circunstancias que ponen en riesgo su vida o integridad. Es un gesto que distingue a nuestra especie, nos hace propiamente humanos. Entre las mayores felonías está no dar asilo, la historia recuerda la traición de que fue objeto Pompeyo, cuando pide refugio al faraón, es engañado y, en lugar de darle amparo, es cobardemente asesinado.
La izquierda chilena rememora siempre, de manera razonable, a los países que acogieron a quienes partieron al exilio después de 1973, es que el desarraigo es de las peores experiencias que se pueden vivir. Por eso, es tan brutal la señal que han dado miles de personas, muchos deportistas, entre ellos, que por décadas han huido de los regímenes comunistas, prefiriendo abandonar a sus familias, su cultura, su hogar, para huir de la opresión, la pobreza, el contexto de arbitrariedad que se vive bajo esa forma de totalitarismo.
A estas alturas del siglo XXI el gobierno cubano es una rémora, un triste y doloroso anacronismo, como nos acaban de recordar un grupo de deportistas cubanos que vinieron a los Juegos Panamericanos y que eludieron el control a que son sometidos para huir de la concentración y pedir refugio en Chile.
Es una pena, pero la reacción de las autoridades de nuestro país no ha sido la de acoger inmediatamente, como se debiera esperar, ha primado la complicación que les produce la afinidad con el totalitarismo castrista. Imposible olvidar las imágenes de la ministra Vallejo y la diputada Kariola escuchando a Castro verdaderamente deslumbradas, como seguidoras incondicionales del gurú del socialismo.
El problema del Gobierno es evidente, dar refugio implica reconocer, aunque sea implícitamente, que el régimen cubano es en sí mismo un atentado contra los derechos humanos, que ese sistema político convierte a su pueblo en objeto de refugio y protección.
Lo insólito es que eso, que es una verdad obvia, acá una parte de la coalición de gobierno lo niega activamente y otra parte que se da cuenta de la realidad, se complica para asumirlo y decirlo.
Este es el efecto que la ideologización produce en las personas y si la ceguera respecto de Cuba llega a estos niveles, provocando este grado de paralización, es imposible dejar de pensar en los efectos que esto mismo tiene en la manera de gobernar nuestro país, en las decisiones que se toman a diario respecto de nuestros problemas económicos, de seguridad, de inmigración, empleo, etc.
Las ideologías son consustanciales a la política para interpretar la realidad, pero cuando la reemplazan estamos en problemas.