Columna de Víctor Maldonado: “Los estados de excepción no acercan la normalidad”
Una medida de fácil difusión periodística no reemplaza la existencia de una política nacional de seguridad y sería muy extraño que una estrategia de largo plazo considere indispensable, ni siquiera pertinente, el uso de los estados de excepción en la capital.
Entrar en un estado de excepción es fácil, salir de él es difícil. Si la Región Metropolitana adopta esta medida, suceda lo que suceda, algunos pensarán después que lo que siga será mucho peor de no continuarla.
Por esta vía, la excepción pasaría a ser la normalidad y la normalidad llegaría a ser la excepción. Trastocada nuestra convivencia de un modo permanente y si lo inusual de la situación lo amerita, ¿por qué la lógica del argumento se va a quedar a mitad de camino?
Si un atentado justifica una medida extrema, ¿qué puede llegar a autorizarse si los atentados son varios? ¿Sería raro esperar que estos incidentes se repitieran al acercarse el momento de renovar el estado de excepción? La petición de los parlamentarios escalará a la par en un intento vano de poder asumir medidas ejecutivas que no son de su competencia.
No tardará en aplicársele a los parlamentarios su propia lógica y espero que no llegue el día en que alguien plantee que pasar por la engorrosa tramitación en el Congreso no se justifica por la tan mencionada excepcionalidad de la situación y les informe a los honorables que sus servicios ya no son requeridos.
Claro que esto es absurdo en un país que tiene prensa libre, pero eso es también algo que se puede solucionar, excepcionalmente, como empezará a ser la costumbre que tantos ayudaron a instalar. Que algo sea absurdo no impide que tome rumbo a que de imposible pase a improbable y de allí a verosímil.
Lo creemos imposible porque nadie podría ser tan irresponsable para plantear algo así, pero quién dijo que las conductas responsables sean lo que más se cultiva últimamente entre nosotros. La ponderación equilibrada está dejando de ser un distintivo nacional. Se pasa muy rápido a las medidas efectistas. ¿O existe algo menos ponderado que las palabras del diputado Raúl Soto: “Estamos en medio de la crisis de seguridad más grave de la historia republicana de Chile?”.
Nada reemplaza una política nacional de seguridad
Sumarse a la alarma no es avanzar en la solución. Una medida de fácil difusión periodística no reemplaza la existencia de una política nacional de seguridad y sería muy extraño que una estrategia de largo plazo considere indispensable, ni siquiera pertinente, el uso de los estados de excepción en la capital.
No es sensato afectar la vida cotidiana de millones de personas, esperando que, de algún modo, eso afecte también a los grupos criminales. Los especialistas tienden a sugerir mucho más las intervenciones altamente efectivas focalizadas en puntos neurálgicos donde operan las redes criminales.
¿Quién dijo que militarizar el centro del país era una intervención fina y efectiva? Sabemos que puede perjudicar a los inocentes, pero no estamos seguros de que pueda siquiera incomodar a los culpables.
Estamos ante un aumento preocupante de los homicidios y de los secuestros, posiblemente asociados a la migración ilegal, pero tampoco parece pertinente hacer un sinónimo del aumento de la delincuencia homicida con la migración.
Si este tipo de delitos se vuelve rentable, no se le pone atajo y queda impune, se volverá una práctica habitual de la delincuencia en general. Así que la acción policial efectiva para enfrentarla ha de ir más rápido que el contagio delictual.