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Columna de John Müller: ¿Y si el avión se hubiera quemado en Chile?

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POR Equipo Radio Pauta |

Sólo una sociedad tan disciplinada como la japonesa puede evacuar a 379 personas de un avión en llamas con sólo tres salidas disponibles en 18 minutos.

¿Qué habría ocurrido si el accidente del Airbus 350 en el aeropuerto japonés de Haneda se hubiera producido en otro país del mundo? ¿En Chile, por ejemplo? Las imágenes captadas por los propios pasajeros muestran que estos permanecieron en sus asientos pese a que veían las lenguas de fuego que envolvían el aparato, esperaron a las instrucciones del personal de cabina para moverse y cuando salieron del avión lo hicieron en orden, sin equipaje y sin atropellarse.

Resultado: 367 pasajeros y 12 tripulantes evacuaron un avión que tenía bloqueadas cinco de sus ocho salidas de emergencia y en 18 minutos todos -¡todos!- estaban en un lugar seguro. En el Airbus sólo perecieron dos mascotas, un perro y un gato, que no pudieron ser rescatados.

Es verdad que murieron cinco de los seis tripulantes del pequeño avión que fue atropellado en la pista de Haneda, pero se evitó una gran catástrofe.

Lo que ha salvado a estos japoneses no sólo ha sido su cultura de la paciencia, sino un entrenamiento que reciben desde niños para las situaciones de emergencia. La clave es la disciplina de una sociedad que se entrena para que en momentos críticos su razón domine sus instintos más básicos, el cerebro racional domine al cerebro reptiliano. Lo más probable es que de haber ocurrido en otro país, algún pasajero hubiera perdido los nervios, otro hubiese querido saltar por encima de los demás provocando un amontonamiento y otros habrían creído que les daba tiempo a recuperar sus maletas antes de ponerse a salvo. Un caos perfecto.

Esta capacidad de autocontrol tiene mucho que ver con lo que en psicología social se conoce como aplazamiento de la recompensa o la teoría de la golosina. Se trata de un estudio ideado por el psicólogo Walter Mischel que consistía en situar una golosina delante de un niño pequeño y darle la oportunidad de comérsela inmediatamente o esperar diez minutos y recibir otra golosina adicional. El experimento buscaba detectar el autocontrol y como se repitió a lo largo de muchos años, se descubrió que los niños que se zampaban la golosina de inmediato eran más obesos y tenían peores resultados académicos que los que aguardaban a doblar el premio.

Leyendo el libro que Mischel publicó en 2014 (‘El test de la golosina’, Ed. Debate, la edición en castellano es de 2015) encontré que el test se aplicó en Chile. Mischel tenía una colaboradora chilena, Mónica Larrea Rodríguez, quien había ido a EE.UU. a realizar su doctorado y que acabó quedándose primero como investigadora postdoctoral en Columbia y más tarde como profesora en Albany. Además, la novedad que introdujo en el estudio la profesora Larrea Rodríguez fue que grabó en vídeo a los niños que tenían entre 5 y 6 años.

En el libro, Mischel cuenta cuál fue la reacción de Inés, Enrico, Blanca, Javier y Roberto. A todos se les ponía una galleta oreo (en Chile había unas similares que se llamaban Tritón) y si eran capaces de esperar diez minutos sin comérsela, podían tomar otra que estaba cerca. Los niños hacían lo imposible por no ceder a la tentación, diseñaban estrategias para no tentarse, etc. Pero el que más los sorprendió fue Roberto. Tras asegurarse que la puerta estaba bien cerrada y nadie iba a entrar, cogió las galletas, las abrió, le dio lametones a la crema y las dejó como si estuvieran pegadas en el mismo sitio en que las encontró.

Cuenta Mischel: “La acción de Roberto recibió invariablemente las mayores ovaciones y las más sonoras carcajadas, además del aplauso, de todos los espectadores, incluso en una ocasión una felicitación del honorable rector de una de las principales universidades privadas de Estados Unidos, que habló de ‘concederle una beca si se venía a estudiar aquí’. No creo que lo dijera en broma”.

Roberto encarna lo que en Chile definen hoy como ‘chispeza’ y que antes llamábamos ‘avivarse’. Aunque a los profesores ‘gringos’ les arrancó aplausos, el episodio del aeropuerto de Haneda nos enseña que la actitud de Roberto al final nos acaba poniendo en peligro a todos.

 

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Nota del autor:

La profesora Mónica Larrea Rodríguez falleció en septiembre de 2015 en EE.UU. Tengo interés en conocer detalles de la investigación de campo que realizó en Chile. Si alguien la conoció o puede facilitar información relevante para escribir una semblanza sobre ella que me escriba a johnmuller.es@gmail.com