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Columna de John Müller: “Bukele como caricatura que debilita”

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POR Equipo Radio Pauta |

Boric acierta al identificar las cárceles como el punto crítico de la lucha contra la criminalidad, pero el líder salvadoreño es un fenómeno que, por su exceso, debilita el principio de autoridad.

Hay algo que me pone en guardia cuando en Chile se compara a un dirigente político con el presidente salvadoreño Nayib Bukele o cuando se habla de que “aquí se necesita un Bukele” o se dice que en Ecuador ya lo han encontrado.

Hace algunos años se decía “se necesita un Giuliani”, por el entonces alcalde de Nueva York, que implantó en su ciudad la famosa política de ‘Tolerancia Cero’ y que hoy ha devenido en comparsa legal de Donald Trump. La popularidad de la política de Giuliani en Chile –y esto debería hacernos reflexionar sobre lo que sucede hoy– fue tal que a algún ‘genio’ se le ocurrió bautizar así a un influyente programa de debate político en TV.

La primera de mis objeciones tiene que ver con que Bukele es un fenómeno incomparable e irrepetible. La criminalidad de las bandas provocó tal hastío en El Salvador que cristalizó un consenso en torno a la figura de Bukele. Este, simplemente, fue el que se mostró más decidido a aplicar la solución más radical posible. (En eso, el paralelismo con Javier Milei y la crisis argentina es muy grande).

Ahora, cuando Bukele quiere saltarse las normas preexistentes que le impiden presentarse a la reelección sin renunciar a la presidencia, vuelve a demostrar su audacia, pero la democracia sufre. Y lo hace con el consentimiento de los votantes que pedían paz y seguridad, y que sienten que la recibieron de manera ejemplarizadora, aunque su eficacia real a largo plazo esté pendiente de evaluación.

La situación de Ecuador es muy distinta. Las ‘maras’ salvadoreñas pueden tener vínculos con el narcotráfico, pero no son el narcotráfico, es decir, carteles organizados capaces de adueñarse de instalaciones críticas de un país como los puertos o aeropuertos.

Mi segunda objeción tiene que ver con que las personas que aluden a Bukele en la conversación social y mediática normalmente lo hacen abrumados por algún crimen o transgresión legal que provoca gran rechazo social al tiempo que deja en ridículo a los encargados de aplicar la ley por las razones que sean (falta de medios, de respaldo legal, de pedagogía política, etc.). Pero no se dan cuenta de que, en el fondo, al usar como paradigma un ejemplo radical e indiscriminado de aplicación del castigo, como es el de Bukele, están caricaturizando el principio de autoridad y alimentando esa anomia colectiva de la que suele hablar Carlos Peña en sus columnas.

Chile no es Ecuador como dice Gabriel Boric, aunque una mayoría de chilenos crea que una crisis así se puede producir en nuestro país. Lo creen, entre otras cosas, porque el Frente Amplio que hoy está en el gobierno ha pasado más tiempo del lado de los que se saltan la ley que de los encargados de aplicarla.

Pero donde el presidente acierta es en revisar el sistema carcelario. La experiencia demuestra, tanto en El Salvador como en Ecuador, que el punto de fricción entre la autoridad y el delito es crítico, que el sistema en Chile no es corrupto, pero que hay síntomas alarmantes de colusión entre los penados y los representantes de la autoridad.

Además, la cárcel, en Chile, está históricamente orientada a hacer pagar la deuda social del delincuente y no tanto a reinsertarlo en la sociedad como un ciudadano cívico, aspecto que debería ser fundamental.