Carta de Cristián Warnken: al alma de Chile
“Algo muy terrible, muy feo, muy oscuro se está preparando en las entrañas de un Chile invadido por cuerpos extraños, carcomido y enfermándose de una violencia que ya no da tregua y no parece tener fin. Somos un pasadizo de droga y también un corredor de muerte. Hay que decirlo, escribirlo, gritarlo y llorarlo. No resignarse, no abdicar”, dice Cristián Warnken.
Carta al alma de Chile:
“Tal multitud fluía por el puente de Londres/ que no creí ser tantos los que la muerte arrebatar”-dice el poeta T.S.Eliot en el poema “La Tierra Baldía”. La imagen de una multitud de muertos avanzando por la ciudad es apocalíptica y estremecedora, y nos remite a una escena del infierno en la Divina Comedia de Dante. Escucho la radio y en pocos minutos, me entero de asesinatos a mansalva, ajustes de cuentas, un hombre baleado en su propia casa, una niña desangrándose por balas asesinas ante su propio padre, muertos, muertos y muertos en las ciudades de Chile, multitud de asesinados que desfilan ante nuestros propios ojos todos los días, como si el Infierno ya estuviera aquí.
Todos los días, crece la cifra de muertes. Sólo la muerte crece, no la cultura, ni la economía, ni la educación. Sólo la muerte se vuelve fértil en estos días. La Fértil Provincia se convierte de a poco en Tierra Baldía. Algo muy terrible, muy feo, muy oscuro se está preparando en las entrañas de un Chile invadido por cuerpos extraños, carcomido y enfermándose de una violencia que ya no da tregua y no parece tener fin. Somos un pasadizo de droga y también un corredor de muerte. Hay que decirlo, escribirlo, gritarlo y llorarlo. No resignarse, no abdicar.
¿Qué hacemos con tanta muerte, a dónde la metemos, en los basurales, en las acequias? ¿Qué ocurre cuando nuestro inconsciente se convierte en una fosa común de asesinados en plena vía pública? ¿Qué pasa en un país cuando la muerte alcanza estas dimensiones? ¿Cuando las fosas comunes se llenan de cuerpos, cuando la justicia no da abasto ni da el ancho, cuando la Fuerza Ilegítima neutraliza a la Fuerza Legítima? ¿Dónde cabe tanta violencia? Estamos en el momento crucial en que el estupor se puede convertir en acostumbramiento, en resignación.
Ese es el momento en que nos convertimos nosotros mismos en muertos en vida, en aceptadores de la muerte violenta y obscena. En cómplices de la crónica de una muerte anunciada de nuestra democracia, aún no suficientemente fortalecida para pararse frente al crimen organizado. Estamos cruzando la delgada línea roja.
Avanzamos como zombies sobre el puente de Londres, como animales al matadero…Como ovejas abandonadas, sin pastor ante los lobos que acechan. Ovejas sacrificiales y huérfanas. ¿Dónde están los padres de la patria? ¿Por qué nos has abandonado, padre? ¿O somos conducidos por un hijo que no parece escuchar el clamor de su pueblo? ¿Los cuatro jinetes de nuestro propio Apocalipsis son los jefes de cuatro bandas, o hay más? ¿Cuántos jinetes del Apocalipsis y la violencia y la muerte ya están aquí?
Alguien canta a lo lejos un narcorrido. Habrá que enfrentarlo con una décima que hable del coraje y la luz de Chile para pelear con la Sombra. Necesitamos guerreros de la luz, a la altura del desafío, pero los hombres pequeños hacen nata y cacarean y gritan y tuitean pero no hacen nada, nada que impida que nuestra Fértil Provincia no se convierta en Tierra Baldía. No tienen peso ni espesor: son peso pluma. La multitud de muertos sigue fluyendo, los cuerpos se amontonan, el miedo crece. Cuando ya nadie grite ni se rebele ni se asombre ante la muerte, los narcocorridos inundarán las ondas radiales, la televisión, las redes, y todos terminaremos cantando “a mí me gusta chambear/y la orden es matar/esa no se cuestiona y sin tanto fantochear…”.
Cruzaremos el puente de la muerte cantando y una bandera de Chile rota flameará indefensa entre las ruinas, y tal vez la voz de Violeta Parra intentará decirnos algo desde nuestra memoria herida: “Qué dirá el Santo Padre/ que vive en Roma/ que le están degollando a su paloma”. Chile: paloma degollada a la orilla de un puente que en cualquier momento se cae: “El puente se va a caer/ va a caer / va a caer../ oh, mi buen amigo”. Otra vez T.S.Eliot, “La Tierra Baldía”.
¡Alma de Chile, no mueras!