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Columna de John Müller: “Sistema ‘octubrista’ de pensiones de reparto”

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POR Francisco Gomez |

Las pensiones de gracia son un ejemplo de la facilidad con que puede degenerar el modelo de solidaridad que el gobierno propone al país.

La polémica por las pensiones de gracia ha venido a unir el ‘octubrismo’ con la reforma de las pensiones. En definitiva, las pensiones de gracia no son más que el fruto de un sistema de pensiones de reparto administrado por el Estado. Que más del 13% de los beneficiados con estas ayudas estatales vitalicias tengan antecedentes criminales ha provocado escándalo en la opinión pública, pero sobre todo debería llevarnos a pensar en la facilidad con que las buenas intenciones degeneran en manos del Estado.

Hay casos de ‘octubristas’ pensionados cuyo prontuario suma más de una decena de condenas por delitos como estafa, producción de material pornográfico infantil, abuso sexual, robo con violencia, homicidio, violencia intrafamiliar, tráfico y microtráfico de narcóticos. No se trata de pensiones de gracia destinadas a favorecer a un benefactor social al que le fueron mal las cosas o a un premio nobel arruinado, sino a que el Estado dedica sus recursos a financiar la vida criminal de unos hampones.

Existe un segundo fenómeno que tiene que ver con el descontrol del Fisco a la hora de conceder estos beneficios. La normativa ni siquiera consideraba la solicitud de antecedentes penales, delatando la mala calidad legislativa y la falta de respeto con el dinero de los contribuyentes de quienes han pasado por el poder. Ahí están las distintas instituciones implicadas responsabilizándose unas a otras porque la culpa siempre cae en el suelo. La falta de rigor del Estado de Chile a la hora de gastar los impuestos es indigna del celo que pone el ministro Mario Marcel a la hora de exigirlos.

No es extraño que, como dicen las encuestas, una gran mayoría de los chilenos no quiera que ninguna parte de sus cotizaciones vaya a un sistema de pensiones de reparto o Seguridad Social, como dice el gobierno. Muchos de ellos saben que Chile ya tuvo un sistema de pensiones de reparto que suponía un gasto público que representaba casi una quinta parte del PIB del país en la década de 1960. Un gasto productivo a medias y con unos costes de administración tan altos que sólo estos superaban todo lo que el Estado de Chile destinaba a Sanidad.

Estos datos están a disposición de todos en El cascabel al gato, el libro que José Piñera escribió para explicar la reforma previsional que él introdujo en noviembre de 1980 y que transformó la economía, devolviendo a los chilenos la propiedad de sus ahorros a largo plazo, disparando nuestra tasa de ahorro interno y dinamizando el mercado de capitales.

Al comienzo de su libro, Piñera cita un discurso del presidente Eduardo Frei Montalva en 1968 denunciando el sistema de reparto: “Hay dos mil leyes sobre previsión en Chile. Piensen ustedes lo que eso significa. Dos mil leyes previsionales, más los reglamentos, más los acuerdos de las cajas, es decir, una monstruosidad que va en aumento… Sin embargo, el Ejecutivo no tiene medios de parar esta monstruosidad. En cada grupo de previsión hay muchas leyes con nombre y apellido. En Chile hay 30 cajas de previsión y 70 servicios de bienestar en organismos complementarios de seguridad social. Hay casos fabulosos. Los hípicos tienen nueve cajas de previsión. La Caja de los Ferrocarriles del Estado existe sólo para pagar asignaciones y préstamos, es decir, un absurdo. Hay dos mil cien empleados de notarías y archivos judiciales que han sacado 27 leyes de previsión”.

Leyes previsionales “con nombre y apellido”, denunciaba Eduardo Frei. Así funcionaba un sistema de reparto que tenía atado al país al atraso económico, porque donde no hay un interés individual por cuidar de lo propio, la culpa siempre cae en el suelo. Las pensiones de gracia nos ofrecen una excelente advertencia de por dónde no deben ir las cosas.